
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Pase lo que pase el domingo 11 de abril, hay conflictos que serán inevitables, porque tanto Lasso como Arauz coinciden en sus posturas frente a temas cruciales para el futuro del país.
Empecemos por el modelo productivo. Ambos candidatos han puesto de manifiesto su adhesión a la explotación de recursos naturales como factor fundamental para la obtención de ingresos fiscales. Supuestamente, el extractivismo minero vendría a compensar el enorme hueco presupuestario provocado por la pandemia. Como si de soplar botellas se tratara, depositan su confianza en una milagrosa rentabilidad de la minería.
En estrecha relación con este punto está su postura frente a la plurinacionalidad. No solo que no la entienden, sino que ambos, tácita o explícitamente, han expresado su desacuerdo con esta propuesta. Los dos refrendan el manido discurso de la defensa a ultranza del Estado nacional unitario, como si el movimiento indígena estuviera proponiendo su disolución. Al parecer, ninguno de los dos cederá un ápice en este asunto, peor aún después del éxito electoral del movimiento Pachakutik.
La agenda del movimiento feminista y de los colectivos LGBTI será otra de las piedras de toque entre el próximo gobierno y las organizaciones sociales. Ni Lasso ni Arauz han logrado disimular el profundo curuchupismo que subyace a sus visiones políticas.
Lo que realmente está en juego son los derechos colectivos y ancestrales sobre el territorio. Es decir, la posibilidad de que pueblos y nacionalidades indígenas puedan decidir sobre el manejo de sus espacios vitales. Para la concepción capitalista que los dos candidatos finalistas manejan indistintamente, esta reivindicación resulta incompatible con la lógica del progreso y la ampliación de la modernidad que quieren imponer. Para ellos, los territorios no son vistos como entornos para la vida, sino como oportunidades para la obtención de ingresos.
La agenda del movimiento feminista y de los colectivos LGBTI será otra de las piedras de toque entre el próximo gobierno y las organizaciones sociales. Ni Lasso ni Arauz han logrado disimular el profundo curuchupismo que subyace a sus visiones políticas. Es más, tienen a dos vicepresidenciales a quienes todavía no les llega el Concilio Vaticano II. Es ese sentido, la flexibilidad que quieren demostrar frente a temas como el aborto o el matrimonio igualitario desborda de impostura.
Al margen del cuestionamiento a un proceso electoral viciado y a un sistema político en franca descomposición, son estos asuntos lo que pueden darle trascendencia al voto nulo. Porque se trata de agendas de los movimientos sociales que han estado detrás de las candidaturas de Pachakutik. Y porque son agendas estratégicas en la perspectiva de una transformación profunda de la sociedad.
Que los movimientos sociales logren catalizar un voto nulo significativo e inédito podrá definir los términos de la confrontación política en los próximos años. Cualquier gobierno que surja del 11-A no podrá obviar este escenario.
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