
Hemos tocado fondo. La Asamblea Nacional, la institución encargada de dictar la ley en el país, la ha violado y ha celebrado su desafuero con abrazos, vivas y aplausos.
Invirtiendo los valores de una comunidad civilizada, la Asamblea ha transformado el crimen en virtud, y ha hecho héroes de los delincuentes. Ahora los crímenes ya no son crímenes: el secuestro no es un delito, sino un acto de resistencia; el manoseo y el abuso sexual a mujeres policías es un acto político; la quema de edificios públicos es un derecho.
En el numeral trece del artículo 120 de la Constitución se establece que no se concederán amnistías por delitos contra la administración pública, tortura o secuestro. Tampoco son objeto de amnistía los delitos comunes ni, se entiende, el terrorismo. ¿Cómo se califica a un funcionario que con pleno conocimiento de causa actúa en contra de una norma constitucional expresa? ¿Merece seguir desempeñando la función de legislador el que viola las leyes y promueve la impunidad?
Si dejamos pasar la arbitrariedad, si dejamos pasar la burla a la ley, si dejamos el camino libre a los que la violan, dentro de no mucho estaremos añorando, impotentes, la vida en democracia
Actuar contra la ley por parte de quien está encargado de elaborarla es, simplemente, inaceptable. Y no caben justificaciones como la del asambleísta Villavicencio, que arguye haber sido “arrinconado” para votar a favor de la amnistía de secuestradores e incendiarios. Sea lo que sea que signifique el arrinconamiento, la opción de Villavicencio era clara: votar a favor de una decisión que viola la ley o a favor del respeto al Estado de derecho.
Lo que hicieron los legisladores que apoyaron una amnistía ilegal e indiscriminada es un golpe a la institucionalidad pública y al Estado de Derecho. Haciendo lo que ellos hicieron es como se allana el camino a los que quieren destruir la democracia e imponer un régimen autoritario. Si la población y las propias instituciones no se movilizan para frenar los abusos de poder que cometen autoridades y funcionarios, el ascenso de los violentos al poder es solo cuestión de tiempo. Ellos saben muy bien medrar del caos y la impunidad.
Vladimir Putin ha puesto en riesgo la paz mundial y la posibilidad de existencia de la especie humana. ¿Cómo llegó este autócrata criminal a perpetuarse en el Gobierno y a concentrar en sí todos los poderes? Lo hizo, entre otras cosas, gracias al apoyo de los legisladores rusos que hicieron las leyes a la medida de las ambiciones del dictador. Este, que afirmaba que Rusia no “está preparada para la alternancia política”, que aún no ha llegado el momento para que “el poder supremo, presidencial, en Rusia, no (sea)…tan personalista y no (esté) vinculado a una persona concreta” y que, en consecuencia, necesita de una “fuerte vertical presidencial”, este, el dictador, se halla donde está a causa de una decisión del Parlamento Ruso, que le permitió, atendiendo a sus deseos, seguir en el poder hasta el año 2036.
La reconciliación nacional, el principal argumento de los legisladores que votaron a favor de la amnistía, no se consigue perdonando los crímenes y garantizando la impunidad de los violentos. La impunidad revictimiza y justifica y alienta a los agresores; y en lugar de fomentar la paz, fomenta el odio. Quienes favorecen la impunidad, como los legisladores del correísmo, Pachakutik, la Izquierda Democrática y ciertos independientes, revelan el carácter perverso de muchos políticos ecuatorianos. ¿No se percatan ellos, acaso, de que al favorecer a los violentos están demostrando la facilidad que tienen para ponerse en el lugar de los agresores y no, como debieran, en el lugar de las víctimas? Afinidades electivas. Sí. Eso: afinidades electivas.
Si dejamos pasar la arbitrariedad, si dejamos pasar la burla a la ley, si dejamos el camino libre a los que la violan, dentro de no mucho estaremos añorando, impotentes, la vida en democracia, la frágil democracia que, con nuestra pasividad, hemos contribuido a destruir.
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