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4 de Julio del 2022
Ideas
Lectura: 5 minutos
4 de Julio del 2022
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

Destruir: ¿la nueva ética indígena?
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Quito y el país no los olvidará. No olvidarán que hubo enfermos que murieron porque no pudieron ir a una casa de salud. No olvidarán que muchos pobres acrecentaron más su pobreza. No olvidarán que fuimos vilmente privados de nuestra libertad porque nuestros propios conciudadanos nos mantuvieron vilmente sitiados.

Finalmente los de la CONAIE abandonaron la capital, pero a sus espaldas han dejado un escenario catastrófico, un Quito en ruinas. Desde luego que no se trata solamente de los daños materiales, que son catastróficos. Se trata de la capital del país vejada sin misericordia alguna. A los de la CONAIE ni les va ni les viene que Quito sea la primera ciudad del mundo designada patrimonio cultural de la humanidad. Talvez, su líder Iza ni siquiera lo sepa. 

Por otra parte, son muy grandes los daños económicos causados a todos los ciudadanos, quizás de manera especial a aquellos que viven del día a día, de los que subsisten con una economía absolutamente elemental y para quienes, cerrar e inmovilizar la ciudad significó quedarse sin ese mínimo que necesitan para sobrevivir. 

Pero este no es un problema de un señor que tiene asegurada su vida, su cotidianidad, que puede darse el lujo de no trabajar porque cuenta con fuentes secretas que le llenan, no solo el bolsillo y el estómago, sino también la mente y su voluntad destructora. 

Por su puesto, él no va a correr con los ingentes gastos que implica el arreglo de la ciudad. Y no se trata de las inmensas pérdidas económicas. También de los riesgos vividos, de los temores que inundaron a grandes y pequeños. De las desesperanzas experimentadas día y noche, veinticuatro horas multiplicadas de manera exponencial por los días de sus amenazas. 

Talvez él no sepa nada de los sentidos y dimensiones de las afectaciones psicológicas en grandes y pequeños. Posiblemente ignore lo que significan la angustia, el miedo, la pérdida de seguridad y el resquebrajamiento de los sentidos de lo cotidiano.

Desde luego que nada de eso preocupa a este dirigente indígena, valido de sí mismo, que se siente suficientemente poderoso como para hacer frente al orden, a la ley, a la ética. Él es él y sus circunstancias. Amparado en la lucha por los intereses de las comunidades indígenas, no repara en que la bien común prima sobre el particular. Pretende hacer caso omiso de que no es ético valerse de las carencias y necesidades ajenas para lograr personales fines protervos. 

Talvez él no sepa nada de los sentidos y dimensiones de las afectaciones psicológicas en grandes y pequeños. Posiblemente ignore lo que significan la angustia, el miedo, la pérdida de seguridad y el resquebrajamiento de los sentidos de lo cotidiano.

¿Por qué se permite que unos líderes indígenas se sientan con el poder de hacer de la capital del país un centro de acopio de su afán de destrucción? Haber tenido a la ciudad por tres semanas encarcelada, alejada de todo su quehacer social, educativo y económico no surge sino de una mentalidad ciertamente perversa.

Ya lo ha hecho por dos veces. Y seguramente estará pensando en una tercera. Desde luego, tanto el país como la ciudad de Quito deben tomar las medidas preventivas para no permitirlo nunca más. No se trata de preparar la guerra para asegurar la paz, como decían los romanos. No. Se trata de crear una nueva conciencia cívica tanto en la ciudad como en las mismas comunidades indígenas, comenzando por desenmascarar a su líder que lo único que busca es un protagonismo eminentemente narcisista con un claro fondo de turbios intereses políticos. 

Desde luego que ni a Iza ni a los suyos les preocupa en lo más mínimo todo el daño que han ocasionado a Quito y al país. Nuestras quejas no les hacen mella. Están seguros de que han ganado porque, no solo que han nos han encarcelado en casa durante tres semanas y nos han privado de nuestros ingresos económicos, sino porque siguen creyendo que no conocemos sus oscuros intereses y que tampoco sabemos de las manos secretas que mueven los hilos de sus desmanes y que incluso financian los costos de estas perversas movilizaciones. 

Sin embargo, Quito y el país no los olvidará. No olvidarán que hubo enfermos que murieron porque no pudieron ir a una casa de salud. No olvidarán que muchos pobres acrecentaron más su pobreza. No olvidarán que fuimos vilmente privados de nuestra libertad porque nuestros propios conciudadanos nos mantuvieron vilmente sitiados. 

Y como si fuese poco, parecería que los dirigentes indígenas se hubiesen convencido de que únicamente pueden ser lógica y éticamente responsables ante sí mismos. De que más allá de sus deseos, solo están sus deseos, de que más allá de su ley se encuentra su propia ley. 

Esto constituye un gravísimo peligro para el país. 

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