Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
El presidente Guillermo Lasso está por cerrar su primer año de gobierno en medio de un convulsionado escenario económico, político y social, en el que debido a la falta de respuestas y soluciones a los graves problemas que afronta el país, su aprobación y credibilidad se han visto sensiblemente afectadas. Recordemos que, al inicio de la gestión, el ‘gobierno del encuentro’ recibió una aprobación del 74% para luego caer estrepitosamente al 31%, es decir, una pérdida neta de 43 puntos. A esto se suma que la palabra del primer mandatario, en este corto tiempo, se ha devaluado como bolívar venezolano al pasar del 68% al 21%, lo que implica que solamente dos de cada diez ecuatorianos creen en el mensaje y promesas provenientes de la Casa de Gobierno.
En resumen, en estos doce primeros meses, el capital político de CREO (que desde un inicio nunca fue consistente) está seriamente mermado y con ello se restringen aún más las posibilidades de maniobra de un régimen huérfano del apoyo popular, lo que incluye también a una desprestigiada Asamblea Nacional (con apenas 11% de aprobación) que se muestra crítica frente al Ejecutivo, pendiendo de su cabeza la espada de Damocles dada la advertencia del presidente de la república de firmar, en cualquier momento, la llamada muerte cruzada, figura establecida en el Art. 148 de la Constitución, que le faculta disolver el legislativo por arrogación de funciones, obstrucción en la ejecución del plan nacional de desarrollo o por grave crisis política o conmoción interna.
El presidente y su entorno viven en una especie de burbuja o nube rosada que lo deforma todo y más aún cuando se mira y planifica detrás de las gruesas paredes que sostienen al Palacio de Carondelet, lo que provoca una marcada distorsión de la realidad nacional.
Pero hemos de convenir que la peor tragedia que le puede ocurrir a un mandatario no es precisamente equivocarse, ya que errar es humano (Errare humanum est), sino no tener la suficiente sensibilidad para enmendar y rectificar rumbos. Un verdadero estadista, permanece junto a su pueblo, lo escucha y sobre todo actúa en función del bien común.
Sin embargo, esto no parece ser una cualidad del régimen lassista. Más bien, el presidente y su entorno viven en una especie de burbuja o nube rosada que lo deforma todo y más aún cuando se mira y planifica detrás de las gruesas paredes que sostienen al Palacio de Carondelet, lo que provoca una marcada distorsión de la realidad nacional.
Basta escuchar al consejero Diego Ordoñez para dimensionar el sesgo con el que se valoran los hechos. Así, la crisis carcelaria; los niveles de inseguridad intolerables que atormentan al Ecuador; el modesto incremento del PIB; una precaria estructura del mercado laboral que determina que siete de cada diez personas estén en paro o en el empleo inadecuado; un incremento sostenido de los precios en la economía; colapso del sistema de salud; carreteras y caminos destrozados; escasa inversión pública, etc., no pasan de ser cosas tangibles sino que, curiosamente, desde el prisma oficialista, responderían al “tono como se reporta la noticia” por parte de los medios de comunicación.
Es decir, los problemas, según el ‘asesor’ se corrigen si los periodistas le bajan el perfil a su trabajo de informar. Quizá algo parecido a lo que sucedió con aquel sonado matrimonio en el que se pretendió lavar la cara de Quito, escondiendo debajo del tapete a los pobres que deambulan por el Centro Histórico.
Hay que actuar con absoluta sensatez y libres de soberbia o una explosión social en ciernes se encargará de colocar los puntos sobre las íes.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
- Arriba Ecuador
- Caso Metástasis
- Galápagos Life Fund
- No todo fue una quimera
- serie libertad de expresión
- serie mesas de diálogo
- Serie María Belén Bernal
- 40 años de democracia
- serie temas urgentes post pandemia
- coronavirus
- corrupción
- justicia
- derechos humanos
- Rafael Correa
- Lenin Moreno
- Correísmo
- Dólar
- Ecuador