No señor presidente, ni los indígenas que resisten en defensa de su territorio, ni las mujeres activistas que protestan por la equidad de género, ni los periodistas que denuncian los casos de corrupción están disfrazados de nada. Un disfraz es un artificio que se usa para desfigurar algo, es una artimaña para confundir con la intención de que algo no se sepa. Un disfraz, señor presidente, es una máscara para ocultar la realidad. Los únicos que fingen no ser lo que son para conseguir beneficios políticos son los cobardes.
Tampoco están disfrazados de golpistas los trabajadores por haberse opuesto a la reforma laboral, de tirapiedras los bachilleres que buscan un acceso libre a las universidades, de traidores los profesores por pedir una mejor remuneración, ni están disfrazados de politiqueros los médicos que no quieren ser encerrados por ejercer su profesión.
¿Por qué habrían de disfrazarse los indígenas para reclamar lo que les corresponde? ¿Por qué un periodista habría de disfrazarse para ejercer la comunicación con libertad, un médico para cuidar la salud de sus pacientes, un profesor para enseñar según su conciencia, un estudiante para exigir el ingreso a la carrera de su preferencia, un trabajador para protestar por mejores remuneraciones, los propietarios para defender la utilidad bien ganada en la plusvalía de sus bienes? ¿Le parece que quienes criticamos sus maneras altaneras, su tono indolente, su estilo antidemocrático de tomar sus decisiones inconsultas, nos hace falta disfrazarnos de algo para ejercer los derechos con los que hemos nacido, con o sin su revolución ciudadana?
Son ustedes quienes disfrazan a los ciudadanos de correístas, los obligan a asistir a sus marchas y los amenazan con despedirlos si no van. Son ustedes quienes disfrazan las cifras macroeconómicas para simular una bonanza inexistente, para seguir endeudando al país, para mantener su estado obeso, para continuar sus farras y viajes internacionales con decenas de arrimados que se pasean por el mundo a costilla de las rentas del Estado y de los impuestos de la gente.
Son ustedes quienes disfrazan las ciudades del color de su partido, ensuciándolas, para intentar engañarnos que son más, que son todos, que son millones, pero que en realidad no son más que un puñado de políticos atornillados al poder, que no quieren dejarlo porque se ha convertido en un lucrativo negocio y porque temen que en su ausencia un nuevo gobierno ciudadano los fiscalice y se sepa la verdad que tanto les cuesta ocultar.
Son ustedes, los totalitarios disfrazados de demócratas, quienes dieron un golpe blando de Estado cuando reformaron la Constitución sin consulta popular; son ustedes los opresores, disfrazados de progresistas, que hablan de estado de derecho e impidieron la consulta previa a los indígenas que hoy reprimen y todo por defender los intereses de las transnacionales chinas de la minería.
Son ustedes los que disfrazan de propaganda política la muerte del valiente policía fallecido mientras cumplía su trabajo. Todos los ecuatorianos queremos que se aclaren los hechos y se sancione a los culpables. Pero no queremos más de sus lamentos electorales disfrazados de legalidad, ambiciones y mentiras.
Quienes se disfrazan detrás de la propaganda son ustedes, señor presidente; un estado de propaganda que esconde la realidad de un país que quiere obra pública pero con fiscalización, modernidad pero con pluralismo y política pero con tolerancia.
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