
Pasó la consulta popular. La posibilidad de una crisis política de grandes proporciones se esfumó, por lo que hay que comenzar a preocuparse de lo económico. El camino seguramente será muy doloroso y costoso. Es que el relajo fue mucho y la adicción a la droga populista es fuerte y erradicarla no es fácil.
Ecuador tiene la oportunidad de sumergirse en un proceso de evaluación y planeación económica. Y es que los resultados de la consulta popular permiten revisar prioridades, identificar logros y fracasos, proponer nuevos objetivos y las acciones para alcanzarlos. Es el momento para sacar cuentas y mirar hacia adelante. Y, este ejercicio nunca había sido tan necesario y relevante, por cuanto estamos a punto de tomar un sendero que irremediablemente nos llevara por el colapso del régimen monetario. El alfa de la crisis es fiscal. Los sectores externo y real han pagado y están pagando los excesos en lo fiscal. Si no hacemos nada, el omega de la crisis puede ser el sistema financiero, y allí sí que pondremos en serio riesgo la dolarización.
No hace falta mucho detalle para concluir que el idilio con pésimas ideas (populismo, proteccionismo, direccionismo estatal, subsidios generalizados, sistema tributario pro equidad), nos está dejando en lo económico un legado de los últimos diez años que deja mucho que desear, no obstante de los extraordinarios precios del petróleo. Tenemos un crecimiento promedio anual deprimente y un deterioro de los niveles de empleo, crowding out de la inversión privada, aumento significativo de la deuda pública, déficit fiscal crónico y una expansión del sector público insostenible. ¿Habrá sido todo resultado de los vaivenes de los mercados internacionales? Por Dios, no seamos tan ingenuos.
Entonces, la relevancia de un cambio en el modelo es sustantivo, y las expectativas de los agentes frente a lo que será la agenda de los siguientes meses del gobierno así lo confirman. ¿Por dónde comenzar?
Ante la realidad, el plan de trabajo que se diseñe debería incluir la revisión del sistema tributario para reducir la carga y simplificar el enredo que se hereda; cambios laborales para adecuar el mercado del trabajo a la realidad económica y la propia inflexibilidad del régimen monetario; focalizar el gasto social; desempolvar los manuales de la sostenibilidad y eficiencia fiscal; pensar en educación, salud y pensiones no con las presiones de la próxima elección, sino con una mirada de largo plazo; implementar una agenda pro productividad y no de mera producción, fomentar la libre competencia y modernizar el Estado para asegurar su eficiencia.
Las necesidades son urgentes. Los daños de la revolución ciudadana son brutales. Fueron diez años que se sintieron como diez minutos... pero sin poder respirar. A partir de ahora, Ecuador debe implementar una nueva agenda de desarrollo de vuelta a los fundamentos y la teoría económica. Se terminó la farra y estamos contra reloj.
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