
En los últimos días hemos visto cómo pueden reordenarse las fuerzas que quieren atentar en contra del bloque político que quiere unirse para dar la vuelta a la página del pasado.
El pacto fallido entre el correísmo, PSC y CREO, pero también el radicalismo inicial de Pachakutik y la Izquierda Democrática, deja lecciones que vale la pena tomar en cuenta hacia el futuro.
Y por una sola razón: los desencuentros dejan espacios a los violentos para que calienten el ambiente tan volátil.
Hay dos problemas serios que los políticos y la ciudadanía, que empuja el verdadero cambio del país, deben enfrentar rápidamente.
Uno. Trolls y las venganzas digitales
El primero es la disputa entre los hechos y las mentiras. La ambición desmedida, la inmoralidad y amoralidad de algunos personajes han hecho que el país debata sobre temas intrascendentes o líneas discursivas bien planificadas para colaborar con los líderes del correísmo que buscan la impunidad.
Para eso utilizan las redes sociales y “consultores políticos” que en realidad son mercenarios... En Octubre del 2019 y en la última campaña electoral se demostró que las redes sociales pueden ser inundadas con información falsa y creada para hacer daño. Se riega por Facebook, WhatsApp, Twitter…
Hay investigaciones de varios medios digitales que han revelado que la información falsa llega de México, Venezuela, Argentina, Bolivia y otros países. La solución no llega solamente por la censura de perfiles o cuentas creadas para ese propósito.
Es urgente una efectiva comunicación gubernamental. Fuerte y con hechos, ya no la propaganda correísta. Comunicadores que sean capaces de saber mostrar los asuntos más importantes y espinosos, en un lenguaje comprensible.
Pero, sobretodo, es urgente fortalecer a los medios de comunicación. Todos.
Hay investigaciones de varios medios digitales que han revelado que la información falsa llega de México, Venezuela, Argentina, Bolivia y otros países. La solución no llega solamente por la censura de perfiles o cuentas creadas para ese propósito.
Para eso se requiere que, en primera instancia, se derogue la Ley de Comunicación y que se ayude con incentivos a las empresas para que protejan los empleos, contraten a periodistas y recepten inversiones. Que se vete totalmente la Ley de Violencia Digital, creada por los de siempre para callar a los medios. Fortalecer la Ley de Transparencia y Acceso a la Información.
Esta fórmula que ayuda al músculo a la libertad de expresión, ya probada en otros países, crea un clima de seguridad y democracia, lo que es atractivo para las inversiones. Es decir, es un buen negocio. Y trabajo y plata para los ciudadanos es lo que más se necesita.
Dos. La durísima crisis económica
Las cuentas del país son un desastre. El dispendio y corrupción correísta nos dejó con enormes deudas, metidas de mano a los bolsillos de todos, de ciudadanos y empresas, a la seguridad social, al Banco Central. Alianzas y pactos con China, Venezuela, Irán, Cuba, que van en contra del Ecuador.
Para el correísmo, la única forma de arreglar las cuentas era acabar con el dólar. Crear una moneda, emitir papeles a los que llamarían billetes para tratar de tapar el hueco.
En el intento de salir del atolladero, la deuda ha crecido hasta superar los USD 62 000 millones. Más de USD 26 000 son préstamos externos.
Y los ingresos estatales han disminuido: de USD 19 800 millones en el 2019, pasaron a USD 15 300 en el 2020. Este año, según las proyecciones de los especialistas, bordearán los USD 16 000 millones.
Esto no alcanza para cubrir todo. El déficit, es decir, lo que nos falta para cubrir las cuentas superará los USD 4 000 millones para este año, dicen los entendidos. Y el 2022 pudiera llegar hasta USD 6 000 millones. Y eso no se puede cubrir con nueva moneda, más Socialismo del Siglo XXI o imposiciones de cualquier lado.
La crisis por la pandemia, pero también por las equivocadas políticas económicas instauradas desde hace 14 años, han lastimado el trabajo y el tejido empresarial. El Ecuador no pude depender más del Estado para dar trabajo.
Por eso las salidas económicas deben acordarse con personas que no contaminen más el debate con sus propuestas inviables y separatistas, que buscan un Estado corrupto, tipo Cuba o Venezuela. O quienes creen que por ser de determinada raza pueden imponer a todos una forma de ver la economía. Ya no es una solución atentar contra el debate nacional con argumentos sacados del manual del perfecto comunista…
El país necesita un compromiso ciudadano inédito. Que los mejores especialistas, de cada lado, se sienten en la mesa para debatir sobre las salidas a la crisis y con las cifras del país, las reales, por delante.
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