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7 de Mayo del 2019
Ideas
Lectura: 5 minutos
7 de Mayo del 2019
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

Drogas: ¿de la guerra al acuerdo nacional?
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Hubo una asistencia muy significativa al acto de lanzamiento del Acuerdo Nacional. Como era de esperar, demasiadas alabanzas y demasiado optimismo que no encajan en las situaciones reales del país, tanto en lo económico como en lo social. Sencillamente, el país se halla en crisis tanto en el orden económico como político. La verdad es que los acuerdos sociales se sustentan no solo en los discursos, las buenas voluntades, los propósitos y las promesas. Los acuerdos exigen cambios profundos en las actitudes políticas que se expresen en procesos y en concretos programas de desarrollo. 

Los acuerdos no pueden reducirse a proclamas y propuestas. Es indispensable que se armen proyectos viables que de manera inmediata entren en acción. En el evento, lo dijo un joven que, además de ser lúcido y concreto, no tuvo empacho alguno en presentarse como un ciudadano sexualmente diferente. De esta manera, quizás sin quererlo, puso en evidencia la necesidad urgente de reconocer y aceptar las diferencias para caminar hacia el desarrollo.

Porque no puede darse proyecto alguno de desarrollo sostenible si no se parte del reconocimiento y la aceptación de las diferencias que hacen al país, que lo sostienen y que lo vivifican. Las igualdades suelen ser estériles, monótonas y castrantes.

Muchos países no han claudicado en su guerra a las drogas, esa guerra declarada hace ya más de medio siglo y que ha sido, finalmente, un fracaso total. El acuerdo nacional promovido por el gobierno abarcará también, sin duda alguna, el tema de las drogas. Es decir, es necesario que el gobierno, a través de su ministerio de salud, construya un acuerdo, no solo con quienes trabajamos el tema, sino con la sociedad e incluso con las mismas sustancias. Se trataría de producir un giro eminentemente epistémico.

no puede darse proyecto alguno de desarrollo sostenible si no se parte del reconocimiento y la aceptación de las diferencias que hacen al país, que lo sostienen y que lo vivifican.

¡Qué inconcebible parecería hablar de hacer acuerdos con las sustancias que han causado tanto daño a la sociedad¡ Sí, señor, porque no queda otra alternativa que no sea el seguir otro medio siglo repitiendo el mismo discurso y practicando la misma violencia. Ningún acuerdo socio-político ha sido fácil. Primero porque implica, de alguna manera, poner en el banquillo de los acusados a los implicados en el problema: las drogas y el poder político. Porque cuanto más se ha perseguido a las sustancias originales (marihuana, cocaína, heroína) más han crecido y se han desarrollado. De hecho, cada día aparecen y seguirán apareciendo nuevas sustancias, algunas de ellas, como la H, más peligrosas por los daños que ocasionan a la salud.

Un acuerdo no es más que una especie de convenio entre las partes. Lo que hizo el presidente Mujica en Uruguay: precisamente constituyó una suerte de acuerdo con las sustancias y la sociedad y no precisamente con los traficantes. Al revés de lo imaginado, los traficantes e incluso los productores no fueron incluidos en la mesa de las negociaciones, puesto que no se puede negociar con la parte más perversa del mal. Lo que menos poseen los traficantes es conciencia y ética sociales. A ellos les interesa únicamente el dinero, el enriquecimiento ilícito y también la violencia.

Bajo ningún concepto se puede equiparar al traficante y al usador. El primero pertenece al orden del mal social y personal. El usador se halla en la orilla del placer y del conflicto del placer. Por lo mismo, el tráfico y el uso de drogas constituyen realidades social y éticamente opuestas que, bajo ningún concepto podrían ser ni equiparadas ni menos aun medidas con igual rasero ético y social.

En consecuencia, es indispensable que el tema de las drogas y sus usos llegue a formar parte de todo aquello que hace el Estado y que tiene como objetivo el bienestar de las personas. Ello probablemente va a requerir la construcción y creación de nuevos discursos y actitudes sostenidas no solo en la tolerancia sino en una visión nueva del mundo y de los grupos sociales. 

Por cierto, tarea nada fácil. Pero justamente su complejidad va a exigir un mayor compromiso del gobierno nacional. Desde luego que es más fácil seguir repitiendo lo que se ha hecho hasta hoy. Es difícil innovar. Pero es lo que exige la sociedad para dar otra cara al tema de las drogas, una cara posiblemente más humana. 

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