
Coronel en retiro del Ejército del Ecuador. Fue director de Inteligencia. Es consultor en temas de seguridad, inteligencia y estrategia.
Un país con un alto potencial de desarrollo, bendecido por su geografía y ecosistemas únicos en la región y el mundo, camina permanentemente de tumbo en tumbo. Desde hace dos décadas, ningún gobierno ni los partidos políticos se han preocupado por precautelar ese patrimonio y, con una visión miope, han despilfarrado los recursos estatales. Como si eso no fuera suficiente, se facilitó la penetración en las estructuras gubernamentales, de seguridad y judiciales, de las mafias internacionales. El resultado es populismo, frases seudo revolucionarias, violencia y una sociedad que no discierne entre lo ético y lo inmoral.
Hoy la sociedad está asustada y preocupada por la violencia e inseguridad reinante en el país. Sin embargo, habrá que esperar por más consecuencias. Es probable que haya más masacres carcelarias, personas colgadas de puentes, decapitados, asesinados con collares explosivos, sicariatos a toda hora y en todos los lugares… Se sentirá como si los organismos de seguridad estuvieran paralizados, pero en realidad están desbordados e, incluso, penetrados.
Vivimos en un purgatorio, donde pagamos nuestros pecados por las malas decisiones tomadas al elegir a nuestros representantes, mientras el crimen organizado esboza una sonrisa en la comodidad de un paraíso o santuario llamado Ecuador.
La desesperanza persistirá mientras continúan los escándalos de corrupción, que no dejan de impresionar y que involucran por igual a políticos, servidores de justicia, burócratas, uniformados y hasta empresarios. Basta con mirar los arreglos contractuales, que produce, por ejemplo, la minería informal que se está tomando buena parte del país.
Y hago un hincapié en esto último, porque esa actividad ilegal es parte del crimen organizado, como lo es el narcotráfico, la corrupción, el lavado de dinero, la trata, los ciberdelitos… Basta señalar la nueva afectación al sistema informático de la Fuerza Naval que, sin duda, compromete la seguridad del Estado.
Vivimos en un purgatorio, donde pagamos nuestros pecados por las malas decisiones tomadas al elegir a nuestros representantes, mientras el crimen organizado esboza una sonrisa en la comodidad de un paraíso o santuario llamado Ecuador.
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