
Aquí estamos, contando los minutos para que se acabe una campaña agresiva, superficial y turbia. El clima de redes es dramático, de lado y lado predican el fin del mundo, invocan todos los cucos y sudan desesperación.
En la calle las angustias son otras, pagar el arriendo, la cuota, el plato de sopa, los guaguas sin escuela, la sombra de la enfermedad, la oscura incertidumbre que se nos instaló en el presente.
Que llegue el domingo y pase lo que tenga que pasar, que se acabe esta falsa prioridad de la política y que alguien se haga cargo del país al garete que nos deja el actual (des) gobierno. En este punto, ya sentimos como ganancia algo de control y de estabilidad, oxígeno para alzar la cabeza, un poco de sentido común, un mínimo de decencia. Que alguien abra una ventana para respirar.
En una democracia sana, el 11 a las 11 debería terminar este martirio llamado campaña. El 11 a las 11:05 uno de los candidatos debería salir en rueda de prensa asumiendo el triunfo del otro, enviando un mensaje de tregua, de estabilidad; en el colmo de la madurez incluso podría ofrecer apoyo para hallar salidas urgentes a la crisis. El 11 a las 11:10 el ganador debería salir con un mensaje de unidad, llamar a sus huestes a deponer las armas, dejar la campaña atrás y de inmediato ponerse a trabajar en lo que tiene por delante.
Quienes aspiran al poder han de entender que, luego del 11, los ecuatorianos seguiremos preocupados por la escuela de los guaguas, las vacunas de los abuelos y el pan de la mañana. Que nos iremos a dormir con un nudo en la garganta, con un hueco en el estómago y una ira peligrosa contenida ya por demasiado tiempo
Ecuador trae de nacimiento una democracia enfermiza e inmadura, por lo que es muy probable que el 11 a las 11 recién empiece el tramo más sangriento de la campaña y al grito simultáneo de ¡fraude! entremos en las caóticas semanas de nuevas angustias, escándalos y decepciones. Los poderes tras los candidatos se trenzarán en una batalla feroz que destrozará los edificios institucionales. Los medios y redes amplificarán el ruido y exacerbarán pasiones. Los genios de la estrategia apelarán al disparate. Los operadores de la nada cabildearán el despropósito.
Quienes aspiran al poder, han de entender que el 11 a las 12 los ecuatorianos seguiremos preocupados por la escuela de los guaguas, las vacunas de los abuelos y el pan de la mañana. Que nos iremos a dormir con un nudo en la garganta, con un hueco en el estómago y una ira peligrosa contenida ya por demasiado tiempo.
El Ecuador no tiene ya espacio, tiempo, paciencia ni recursos para torpes crisis políticas, o entendemos eso, o el 11 a las 11 nos vamos todos al precipicio.
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