
La popularidad del presidente Moreno ha sufrido un serio y acelerado deterioro. De esa inusitada aceptación que hace casi dos años llegaba al 75% se ha pasado a un preocupante y escaso 30 %. ¿Goza el presidente de muy mala salud? Hay quienes gozan del mal, aunque no se trate de ningún masoquismo patológico.
El país vive una monda y lironda realidad que da cuenta del verdadero estado de salud política del primer mandatario y, ¿por qué no? también del país. Y es justamente desde aquí desde donde se debería leer la baja aceptación popular que tendría ahora el presidente Moreno. Es que esto acontece siempre, dirán algunos. Pero no es así cuando su antecesor hizo de la corrupción y de la violencia sus principales virtudes. Con su promesa de luchar contra toda corrupción, Moreno sembró una nueva esperanza luego de los ominosos diez años en los que el correísmo perversamente se dedicó a violentar la ética social.
En estos casi dos años, no se ha visto una clara y frontal lucha en contra de la corrupción sembrada por el correato. Han caído algunos peces pero por cierto ni los más importantes ni los más gordos. El discurso de la lucha contra la corrupción se ha convertido prácticamente en un lugar común vacío de significación y eficiencia.
En estos casi dos años, no se ha visto una clara y frontal lucha en contra de la corrupción sembrada por el correato. Han caído algunos peces pero por cierto ni los más importantes ni los más gordos. El discurso de la lucha contra la corrupción se ha convertido prácticamente en un lugar común vacío de significación y eficiencia. Si realmente se hubiese optado por una auténtica lucha en contra de la corrupción, no seguirían formando parte de su gabinete hombres y mujeres que sirvieron en el régimen de Correa, un régimen en el que ser corrupto se convirtió en una suerte de condición existencial y política.
De ese maravilloso 77 por ciento de aceptación del país a la propuesta del gobierno de Moreno se ha caído a un pobre 30 % con tendencia a la baja ¿Qué ha pasado realmente en el camino de estos escasos dos años? Por cierto no es fácil determinar todas las causales. Pero sí se pueden enumerar algunas que probablemente pesan más de lo que se podría imaginar. No se ha mantenido y fortalecido tanto un discurso contra la corrupción como la detección y denuncia de los actos corrutos no solamente de su antecesor sino también de los que seguramente se dan entre los suyos. ¿Qué no hay ninguno? ¡Oh no: esa sería una maravilla impensable y que no se da ni en los cementerios!
La lucha contra la gran corrupción que fuera organizada y ejecutada por su antecesor se ha quedado en el hermoso campo de las enunciaciones y de las buenas intenciones. ¿Cuántos peces gordos han caído, cuántos están presos, cuánto dinero se ha recuperado que represente algo más que capillos bautismales? ¿Han cambiado realmente los procesos internos y logísticos de las instituciones públicas respecto al manejo honrado de los presupuestos? Pero el río comienza a sonar, y cuando el río suena piedras lleva. A un funcionario que se atrevió a denunciar la calamitosa e inmoral situación de las cárceles del país se le cortó, no solo la lengua, sino la cabeza entera.
¿Qué la justicia no se mueve? Usted sabe, presidente, que la justicia no se mueve por sí misma. Por lo mismo, hay que moverla, y a usted también le corresponde hacerlo. El ex presidente brasileño Michel Temer acaba de ser arrestado por orden judicial y por sus implicaciones en la gigantesca corrupción brasileña. Porque, presidente Moreno, o la lucha anticorrupción es en serio o mejor no se la menciona. Porque hablar de lucha anticorrupción y no hacer casi nada al respeto es también corrupción. ¿Qué eso depende de la Justicia? ¿Es mejor para el ejecutivo guarda un silencio culposo? Desde luego que no.
Siempre será más fácil cortar la lengua de los denunciantes que las cabezas de los funcionarios corruptos. Y, sin embargo, estos corta-lenguas y decapitadores se hallan absolutamente convencidos de que trabajan con usted en la tarea de crear una política sostenida en la verdad y la honradez. Porque ese mismo 70% que lo apoyó para la consulta popular ahora estima que buena parte de la corrupción la habrían escondido los suyos bajo las alfombras de palacio,
No hay tutía: entre nosotros, el poder en sí mismo siempre se hallará bajo sospecha más aun cuando la lógica del gobernar, con las honrosas excepciones, ancestralmente en buena medida se ha sostenido en la lógica del equívoco, del silencio y de los ojos viscos.
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