
Tras el golpe de Estado de 2000, el coronel Lucio Gutiérrez ganó gran notoriedad pública, constituyó un partido político, accedió al balotaje presidencial de octubre de 2002 con el 21% de las preferencias electorales y ganó la presidencia enfrentando al populista de derecha Álvaro Noboa. El expresidente Gutiérrez fue expulsado de la presidencia el 20 de abril de 2005 por la Rebelión de los Forajidos que luego impulsó a la presidencia a Rafael Correa en 2006.
En octubre de 2019 se producen eventos similares con un intento fallido de golpe de Estado. La Rebelión de los Zánganos se infiltró en una masiva protesta popular, agita a los sectores más violentos del movimiento indígena y casi derrocan al presidente Lenín Moreno. Esto impulsó a Jaime Vargas, líder del levantamiento indígena, como figura visible de la manifestación y hoy lo perfila como posible presidenciable. ¿Cuáles son los elementos que deben considerarse en la eventual contienda electoral de 2021?
La intensa violencia de octubre de 2019 descubrió a, al menos, cuatro sectores de votantes o bloques electorales. Entre los extremistas primero aparecen los movimientos nacionalistas violentos que participaron y/o justificaron el ataque a bienes públicos y privados, provenientes de sectores radicales de la izquierda, afines, militantes o antiguos simpatizantes del correismo y de los sectores más agresivos del indigenismo y del sindicalismo. Estos son los populistas autoritarios que llevaron al poder a Rafael Correa, mostrándose como moderados y captando la atención de los indecisos durante las elecciones. Aquí están desde nacionalistas, etnocentristas, anticapitalistas, antisistemas y antiliberales. Son los que presionaron por asestar un golpe de Estado y quienes apuestan por el tumulto como forma de organización y rechazan la democracia representativa.
Después están los movimientos también nacionalistas pero ultraconservadores que impugnan la legitimidad de la protesta social con argumentos elitistas, racistas, xenófobos, antiprogresistas y eurocentristas. Provienen de sectores radicalizados en la derecha pero desarticulados de toda organización partidaria. Son igualmente fundamentalistas como sus pares ultraizquierdistas. Durante las protestas aseguraron que se organizarían para defender sus barrios con piedras y palos. Nadie se acercó a sus propiedades por falta de interés. Se pueden identificar ideológicamente al neoliberalismo en lo económico. Presionan por el libre porte de armas y por la instalación de un gobierno antidemocrático, gendarme, disciplinario y de mano dura.
En el bloque de votantes moderados están los socialdemócratas y los demoliberales. Entre los primeros destacan los sectores más sensatos del indigenismo, del sindicalismo, del progresismo democrático y de la izquierda liberal, que siempre se opusieron al populismo autoritario y que son críticos al bolivarianismo, al caudillismo, a la subversión y a las guerrillas terroristas. Son los que apoyaron y hasta participaron pacíficamente en las protestas, y que rechazaron la violencia, la sedición y el intento de golpe de Estado.
Entre los demoliberales están los profesionales en libre ejercicio, comerciantes autónomos, los emprendedores cooperativos, intelectuales individualistas y más electores de las clases popular y media informadas. Entre estos están los liberales moderados, liberales radicales, mutualistas, cooperativistas, así como democristianos y otros centroderechistas. En este sector los votantes se identifican con las ideologías cooperativas que fortalecen asociativamente los esfuerzos y emprendimientos individuales, así como la tolerancia, el pluralismo y las libertades.
De estos cuatro sectores, populistas autoritarios, ultraconservadores, socialdemócratas y los demoliberales podrían fraccionarse nuevas representaciones sociales. Pero, al menos, de estas cuatro habrá que identificar qué actores públicos son capaces de ocupar ese espacio en el electorado.
Es indiscutible que lo más violento de la política se afinca en el correismo, sin ningún competidor en ese segmento, salvo Jaime Vargas. En ese espacio podría haber esos dos aspirantes acompañados de Carlos Tuarez, si se libra a tiempo de las acusaciones por corrupción que pesan en su contra.
En el voto del radicalismo conservador podría disputarlo Andrés Páez y Lucio Gutiérrez, además de Fernando Balda.
En el espacio de las opciones centristas, oscilando entre la socialdemocracia y la democracia cristiana, estarían Jaime Nebot, Guillermo Lasso y Otto Sonnenholzner.
Este último espacio del electorado será fundamental en las próximas presidenciales. El fraccionamiento del voto es conveniente e inconveniente al mismo tiempo. Es inconveniente cuando la opción democrática se fragmenta y debilita sus posibilidades de concentración electoral. Es conveniente cuando son los adversarios políticos en sus espacios electorales los que tienen que compartir sus votaciones con otros aspirantes del mismo segmento de votantes. Está probado que existe una parte del electorado nacional que votará ciegamente por la opción del populismo autoritario, por el partido político que representa a este sector y hasta por sus dirigentes acusados por la justicia de apropiarse de los fondos públicos.
Por eso es mejor esperar que el segmento ocupado por las opciones afines al populismo autoritario y violento estén cohabitadas por varios aspirantes, mientras que las propuestas democráticas y pluralistas consigan un acuerdo social y partidario que impulse una sola candidatura que rescate al país del desastre institucional, económico y político que instaló la revolución ciudadana.
@ghidalgoandrade
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