
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Es posible que la mesa no quede servida, tal como lo anunció el presidente Moreno y lo ratificó Guillermo Lasso. Pero el buffet está listo. Al presidente electo no le queda más que levantarse y servirse.
Hay platos suculentos. El mejor, a no dudarlo, es la eufemísticamente llamada ley de defensa de la dolarización, un farragoso marco jurídico que lo único que defiende son los intereses de la banca privada. La parte gruesa de la ley es una vuelta de tuerca en contra del cooperativismo. En efecto, desde hace muchos años los bancos no han ocultado su profundo malestar con un sector que les disputa, en buena ley, un importante segmento del ahorro y del crédito internos. Más de una vez han intentado ponerles trabas y cortapisas a las cooperativas para impedirles ampliar su cobertura.
En la misma línea culinaria tenemos la ofensiva del actual gobierno en contra del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Las falsas alarmas actividades por las actuales autoridades económicas, a propósito de la inviable quiebra del instituto, buscan justificar su intervención desde una lógica privada. Para un banquero –y Guillermo Lasso no ha dejado de serlo–, el IESS es la madre de todas las tentaciones. Hasta antes de la pandemia captaba depósitos por más de 400 millones de dólares mensuales. Es decir, más que todos los bancos privados juntos. ¡Cuánto soñarán los accionistas de la banca con manejar esa bicoca!
La arremetida del sector financiero privado para manejar la seguridad social, mediante los mecanismos de las administradoras de fondos de pensiones (AFP) o de la individualización de las prestaciones, data de muchas décadas atrás. Sixto Durán Ballén convocó una consulta popular en ese sentido; el rechazo en las urnas fue contundente. A pesar de las innegables deficiencias del sistema, la gente se negó a sacrificarlo en aras de la promocionada eficiencia privada. Sin embargo, el empeño de los empresarios por meterle la mano al IESS no ha cesado.
A pesar de las innegables deficiencias del sistema, la gente se negó a sacrificarlo en aras de la promocionada eficiencia privada. Sin embargo, el empeño de los empresarios por meterle la mano al IESS no ha cesado.
Y como no hay buen banquete sin postre, para eso se está tramitando la ley de uso progresivo de la fuerza. Al calor de los sucesos ocurridos en Colombia, las élites ecuatorianas están conscientes del estallido que pueden provocar las políticas de ajuste tibiamente insinuadas por el próximo mandatario. Quieren curarse en salud. En otras palabras, quieren proteger con el manto de la ley la eventual represión que tenga que aplicar el gobierno. La fuerza pública necesita tener la seguridad de que los excesos no serán legalmente sancionados. Solamente así podrá actuar con mayor desenfreno.
En estas condiciones, la metáfora de Guillermo Lasso a propósito de la ausencia de vacunas sobre la mesa aparece como una trivialidad. En realidad, la parte más sustanciosa del festín está en los samovares.
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