
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
No es sencillo encontrar una información precisa sobre los criterios que utiliza la justicia de los Estados Unidos para fijar una fianza. En principio, se supone que los montos corresponden a la gravedad del delito imputado. En este caso, 14 millones de dólares de fianza implicaría la sospecha de un delito gravísimo.
Otra posibilidad (aunque de difícil comprobación) es que en los juicios por delitos financieros se establezca una fianza proporcional al monto comprometido en la investigación del ilícito. En este caso, los 14 millones de dólares de fianza insinuarían la existencia de una suma muy superior en juego.
Sea lo que fuere, todos los ecuatorianos estamos pasmados con la noticia de que el ex contralor Carlos Pólit acaba de desembolsar esa cantidad de dinero para cubrir una fianza dentro del juicio por lavado de activos que enfrenta. Y lo ha hecho como si se tratara de ir a comprar pan a la tienda.
La primera inquietud que nos embarga es cómo un funcionario público ecuatoriano pudo amasar una fortuna tan abultada como para depositar una fianza de semejantes proporciones. Inclusive con los altos salarios que percibió durante una década, y suponiendo que no hubiera gastado un centavo de esos ingresos, es absolutamente imposible alcanzar ese umbral de riqueza. Peor aún si, de acuerdo con su última declaración, Carlos Pólit poseía un patrimonio 70 veces inferior al monto total de la fianza.
Algo no cuadra.
Si un funcionario correísta de segunda línea –como en efecto fue el excontralor– manejaba esas sumas estratosféricas, ¿Cuánto manejan los principales capos del proyecto verde-flex?
La segunda inquietud es aún más perturbadora. Si un funcionario correísta de segunda línea –como en efecto fue el excontralor– manejaba esas sumas estratosféricas, ¿Cuánto manejan los principales capos del proyecto verde-flex? Porque hoy resulta absurdo pretender poner distancias con un funcionario del Estado que fue calificado por las más altas autoridades del primer gobierno de Alianza PAIS como un dechado de virtudes públicas. Decir que desconocían los tejes y manejes de Carlos Pólit es una rueda de molino difícil de tragar. Todo huele a una pestilente complicidad.
Por ahora, no queda más que esperar el desenlace del juicio en los Estados Unidos. Al margen de la eventual condena que podría recaer sobre Carlos Pólit, lo que realmente nos interesa conocer es el entramado de corrupción que se montó durante una década de gobierno populista. Saber al menos de dónde, cómo y quiénes se beneficiaron de los negociados con fondos públicos.
Mientras tanto, los posibles involucrados en los innumerables casos de corrupción ya empiezan a construir y difundir un relato de la impunidad que les permita desvirtuar las evidencias. Inútil designio cuando los hechos son despiadados. El juicio rápido en contra del ex contralor Pólit está en marcha; las hipotéticas confesiones que pudieran derivarse del proceso ya no podrán ser atribuidas al law fare ni a las presiones del imperialismo. No serán más que las desesperadas respuestas de un reo de la justicia que no quiere enmohecerse en la cárcel.
Más que elaborar un relato, quienes tienen la conciencia intranquila deberían empezar a poner las barbas en remojo.
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