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29 de Marzo del 2016
Ideas
Lectura: 10 minutos
29 de Marzo del 2016
Andrés Ortiz Lemos

Escritor y académico.

El Código de Ciclo de Vida, ¿ley o supositorio alucinante?
El proyecto de Código de Ciclo de Vida es un desafortunado potaje de moralejas, una amalgama de sentencias burdas, y una especie de síntesis alquímica donde lo peor de la derecha (el sometimiento a valores tradicionales, y los prejuicios religiosos) se conjuga con lo peor de la izquierda ( la anulación de las libertades individuales, el estado regulador, y el ojo disciplinario del partido único).

William Burroughs fue un antropólogo adicto a la heroína que soñaba ser escritor. Estas tres condiciones,  y muy especialmente su refinada afición por los derivados del opio, le hicieron recorrer el mundo en busca de aventuras. Su vida fue apasionante, caótica y deprimente. Robar billeteras en el metro de Nueva York para comprar drogas, o recorrer las selvas sudamericanas en busca de alucinógenos nativos, fueron eventos cotidianos para él. Sin embargo hay un episodio particular de este delicado vividor que quisiera mencionar, pues lo considero indispensable para entender la complejidad del Código del Ciclo de Vida, propuesto por el correismo.

Burroughs quería sentir el vértigo de la escritura automática, quería dar rienda suelta al torrente de ideas ambiguas y desordenadas que atiborraban su alma soñadora. Escribir con plena conciencia no era una opción válida. Así pues, este valeroso aventurero se dirigió al norte de África. Tánger, Marruecos para ser exacto. Alquiló una pequeña habitación, encargó víveres para que le sean provistos durante un año, y se dedicó a consumir heroína y opio en cantidades épicas. Cuando su cuerpo y su economía le impidieron seguir aspirando humo o recibiendo pinchazos, recurrió a una generosa dotación  de supositorios de aceite de amapola, que se colocaba noche a noche, con la disciplina de un monje. Ahí pasó un año. Inconsciente, funcionando como un ente etéreo que sudaba, deliraba y escupía sangre a la luz de una vieja lámpara mientras redactaba los primores su obra maestra: El almuerzo desnudo (1959).

Cuando finalmente William Burroughs logró salir de ese agujero y embarcarse a Londres para un tratamiento médico, sus amigos se encargaron de entregarle la recopilación de sus escritos en un coqueto libro lleno de incoherencias y narraciones sobre insectos subterráneos y lugares inauditos en el espacio tiempo llamados "interzona". Desde luego, el buen William no se acordaba de nada. Su texto era un laberinto de ideas confusas y frases salidas desde lo más profundo de su aparato excretor, sazonado con una generosa dotación de drogas adictivas y espasmos post- síndrome de abstinencia. Pero a pesar de todo su libro era un documento inofensivo, y pertenece al venerable mundo de la ficción literaria.

El precavido lector se preguntará ¿cuál es la razón por la cual se menciona, a ese escritor, en un artículo sobre el Código de Ciclo de Vida propuesto por el correismo? Pues bien, debo decir que después de estudiar el documento en cuestión me invadió exactamente la misma sensación de perplejidad, y desorientación  que tuve después de leer El almuerzo desnudo de Burroughs. El proyecto de ley, ya referido, es un desafortunado potaje de moralejas, una amalgama de sentencias burdas, y una especie de síntesis alquímica donde lo peor de la derecha (el sometimiento a valores tradicionales, y los prejuicios religiosos) se conjuga con lo peor de la izquierda ( la anulación de las libertades individuales, el estado regulador, y el ojo disciplinario del partido único). Bajo esas circunstancias ninguna herramienta de las ciencias políticas me permitió poner en palabras mis percepciones sobre el proyecto de ley y he tenido que echar mano de la literatura beat.

Me permito presentar algunas de las situaciones más disparatadas, que se podrían  generar si la  propuesta del Código de Ciclo de Vida llegara a hacerse realidad,  para que el riguroso lector comprenda mejor lo que trato de decir:

1. Imagínese que usted, o un amigo suyo, está caminando apaciblemente por el parque, y en eso llega una mujer a la que apenas conoce. Ella le increpa que está embarazada y que es el padre del reluciente embrión, de una semana,  que flota en su vientre. La señorita no escucha razones, le pone una demanda, le hace un juicio de alimentos para salvaguardar "el interés mayor" de la criatura. Un juez le impone una pensión cercana a la mitad de su sueldo, usted trata de convencerle que no tuvo responsabilidad en el embarazo, pero es en vano. La palabra de ella prevalece, y no hay manera legal de comprobar la paternidad para no incomodar a la madre, hasta el parto. Habrá que esperar nueve meses para solicitar un test de ADN. Desde luego por jugarretas legales de todo tipo, ese proceso se demora unos meses más. Al final, cuando se demuestra que la mujer mintió, usted (o su amigo) habrán pagado casi la mitad de su sueldo durante más o menos un año, ¿y sabe que es lo más bizarro de todo? El dinero que perdió no le será reembolsado, y la feliz "equivocación" no afectará en absoluto a quien haya mentido.  Ver el artículo 100. 

2. Imagínese un  tipo de 24 años. Un hombre grande fuerte y musculoso, con barba, y pelos en el pecho. Visualice a este individuo llamando a su abogado, y exigiendo con voz gruesa que se encarcele a su papá (un hombre mayor de sesenta años) pues este se ha retrasado en su pensión de alimentos. No, no es un chiste. El Código de Ciclo de Vida exige que se pague pensión de alimentos hasta los 24 años de edad. Es decir, una vez que los jóvenes ecuatorianos cumplan 18 años deben sentirse aliviados. Aún les quedan seis años más para seguir viviendo como si fueran niños de escuela. Si el padre decide que es hora que  su muchacho trabaje por sí mismo y entienda el valor del dinero, puede terminar en la cárcel. El gobierno de la revolución ciudadana, preocupada por el desempleo juvenil ha puesto en manos de los papás la manutención completa de adultos plenamente formados, siempre y cuando estos demuestren realizar algún tipo de estudios. Sí, la gratuidad de la educación de la que habla la constitución es mentira. El costo oportunidad lo pagan los padres, y la brillante sociedad ecuatoriana preparará un resplandeciente ejército de adultos que podrán ser seducidos graciosamente por la danza del parasitismo social de la cual es socialismo del siglo XXI ha sido la nodriza perfecta.  Ver artículo 83.

3. Imagine a un truhán callejero de treinta años de edad. Piense que asalta a una persona, o algo así. La policía lo apresa. El tipo está bien afeitado, y es delgado. La policía quiere llevarlo a la cárcel. El bribonzuelo grita indignado que tiene 17 años, y que debe ser tratado como adolescente. La policía se ríe, pues notan que está mintiendo. En eso llega un abogado y explica con arrogancia que dado que el hombre no tiene documentos ni manera de demostrar su edad se debe presumir que es adolescente, antes que una persona mayor. Ver Artículo 21.

4. Imagine un venerable anciano tomando el sol en el patio de su casa, y comiendo golosinas, en eso llega un abogado y le explica que su DEBER es ponerse a hacer deporte, y luego de eso ponerse a enseñar las mieles de las tradiciones morales de su glorioso pasado a los miembros de su comunidad. ¿Y si al caballero no le da la gana de hacerlo, y simplemente quiere sentarse a ver la tele? Pues ni modo, es su deber y así lo determina la ley. ¿Qué esperaba ese octogenario respondón, que se iba a escapar de las obligaciones que atañen al socialismo del buen vivir? Ver artículo 33.

Por supuesto la propuesta ley tiene varios otros disparates. Por ejemplo el código plantea literalmente en el artículo 12, que  "Es adulto toda persona que se encuentra entre los treinta y sesenta y cuatro años de edad". Es verdad. Según el documento, un soldado de 18 años, un domador de leones de 25,  o un conductor de camiones de 29 años, aún no es un adulto. El nivel de surrealismo de ese texto es demasiado elevado, y escapa a mi comprensión. Como politólogo y como académico no puedo entender que clase de mente, y en que estado de conciencia, pudo escribir un documento así. No lo digo en broma. Por eso se me ocurre que probablemente el proyecto de código del Ciclo de Vida pudo haber sido escrito en condiciones muy similares a las de las obras del escritor beat William Burroughs.

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