
Las cifras de la macroeconomía siempre son frías, distantes, irreales y hasta crueles. Esas que eran las predilectas para que el correísmo muestre lo bien que andábamos. Lo decían en las cadenas, sabatinas, en los sets de televisión por los funcionarios de la Senplades y de los ministerios del área económica. O los ecónomos a sueldo que defendían a capa y espada a su máximo líder, Rafael Correa. No era cuestión de dar un punto de vista o de un debate, era una verdad. Estábamos perfecto.
Esos ecónomos que mantienen que el aumento de precios no afecta a la población porque cada familia de cuatro personas, en promedio, según esos cálculos deshumanizados que usó el correísmo, tiene 700 dólares al mes, que es el ingreso de una persona y media… y eso alcanza para casi toda la canasta familiar básica, que está en 709 dólares. Entonces no hay nada de que quejarse.
Pero la canasta básica, definida en noviembre de 1982, considera unos 75 productos de los 359 que conforman la canasta de artículos. Es una muestra que sirve para definir la vida de los ecuatorianos desde los escritorios de los economistas de corazones ardientes.
El detalle del reporte de agosto último muestra ítems ridículos; claro que sirven para los cálculos, pero hay que preguntarse si esto en realidad sirve para una familia de cuatro personas… si es correcto, moral y real. El cálculo considera un pago de alquiler de 153 dólares; alumbrado y combustible 15,3 dólares; otros artefactos de hogar de apenas 1,1 dólares. Y la lista continúa… Gasto familiar por mes en grasas y aceites comestibles 9,63 dólares, cereales y derivados 54,93 dólares, carne y preparaciones 38 dólares. Cuidado y artículos personales por 16,5 dólares; recreo y material de lectura por 26,30 dólares. Cada mes este desalmado informe considera un mayor gasto en tabaco que en educación, 33,50 dólares para el primero y 18,6 dólares para el segundo. En transporte la familia gasta, según este reporte del INEC, 33,42 dólares mensuales.
El subempleo y el desempleo no son parte de estos cálculos que usan los políticos verdes para no tomarlos en cuenta, porque todo anda de lo mejor, sino que enfilan sus esfuerzos para preocuparse en no perder el poder. No quieren ver a esos hombres y mujeres que en los últimos tres meses pasaron las mañanas en sus casas por ‘vacaciones forzadas’, compartiendo con sus hijos. Que fían en las tiendas. Que buscan cualquier ‘chaucha’ para poder salir adelante con las matrículas del colegio o la escuela, los textos y útiles escolares. Que no están en los cálculos que sostuvieron las mentiras correístas.
Desde lo alto del poder del correísmo no entienden que el subempleo no es empleo. Y desempleo es desempleo. Y, claro, que los precios han subido. Un revolucionario no sufre… Pero ecuatorianos, quiteños, en los últimos meses, han sentido el apretón en los bolsillos.
El correísmo se encargó de devaluar la moneda. El dólar de hace tres años no es el mismo que el de ahora. Todo se encareció por las restricciones, salvaguardias y los precios no terminan de bajar luego de la desactivación de esas medidas que sólo sirvieron para alimentar el gasto estatal, que jamás fue disminuido por Rafael Correa. A eso le debemos sumar los impuestos, donde el SRI se encarga colocar el sorbete directo al bolsillo de todos y aspirar fuerte.
Eso se percibe en mercados, supermercados, tiendas de barrio. El Estado debe dejar de hacer sentir a los padres de familia, empleados, subempleados o desempleados, que es suficiente con ese cálculo de 33,50 dólares para tabaco y 18,6 para educación, o que el estudio para sus hijos es el eterno esfuerzo familiar porque es lo único que dejarán para ellos.
Esa es parte de la herencia del correísmo. Por eso, el darle oxígeno o intentar retomarlo es repetir la solución que no sirve. El regreso al pasado, al 2006, es irracional, infructuoso y hasta peligroso. Ecuador no se lo merece. El castigo que están recibiendo los correistas es justo. Mientras ellos se revuelcan al tratar de imponer las líneas rojas, no perder el poder o recupéralo en el caso de los difuntos AP, el ciudadano debe seguir pagando altos impuestos y costos exagerados por víveres, tecnología, ropa... yendo a Colombia cada fin de semana, consumiendo bienes del contrabando. Mientras el correísmo continúa insultando, el ciudadano piensa en cómo mantener vivo su emprendimiento en los próximos seis meses. Que no muera.
Por eso recuperar el país no está en el correísmo y quienes ayudaron a diseñarlo. Ese es el pasado que el ciudadano, empleado, subempleado o desempleado, quiere dejar atrás y los todos los políticos deben estar a la altura. En especial si se viene la consulta popular y puede abrirse la oportunidad de cambiar las condiciones económicas a las que todos nos enfrentamos en el día a día. Lo que afecta a nuestros bolsillos.
De cualquier manera, no solo a Lenín se le acaba el tiempo. A la oposición también. ¿Por qué? Porque el pueblo también tiene paciencia. Y la pierde.
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