
Esta es una historia larga de engaños y falsas promesas. No dudo de las buenas intenciones con las que haya nacido la idea, pero el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones y los errores que se han visto a lo largo del diseño, evaluación y construcción dan para pensar en castigos que vayan más allá del rechazo en las urnas a la pretendida reelección en los dos últimos procesos electorales. Pero en Ecuador, como dijo George Orwell, tenemos un gran problema: “hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes”.
Una buena parte de los cuencanos piensa que finalizado el viacrucis de la construcción, se acabarán los problemas del tranvía. Pero me parece que los problemas más graves recién están por comenzar. No me estoy refiriendo a los conflictos judiciales que sumarán una mancha más al tigre y deberán contabilizarse como un pasivo contingente, ni a los choques que nunca faltarán o a la caotización del tráfico en el centro de la ciudad o la Avenida de las Américas en lugar de ser una solución efectiva para la movilidad en Cuenca, sino al descuadre financiero que será todo un reto de ingeniería financiera y económica para la nueva administración municipal.
A la fecha, resulta extemporáneo discutir por qué se sobreestimo la demanda, por qué no se diseñaron y se construyeron a la par los alimentadores del tranvía o por qué se demoró tanto la construcción, o si el problema del tranvía fue el diseño o la construcción, o ambos. Es hora de ser lo suficientemente creativo para diseñar urgentemente un sistema de alimentación de pasajeros al tranvía, que vaya más allá de los turistas de tránsito por la ciudad a efecto de contar con la máxima demanda posible.
Es hora de ser lo suficientemente creativo para diseñar urgentemente un sistema de alimentación de pasajeros al tranvía, que vaya más allá de los turistas de tránsito por la ciudad a efecto de contar con la máxima demanda posible.
Luego, con ese dato duro en demanda, si bien se puede sacar números en rojo financieramente hablando —como en muchísimos sistemas de transporte público masivo en el mundo—, podemos pensar en métodos de financiamiento alternativos (entiéndase subsidios) aunque nunca exentos de costos, como son una recaudación vía impuestos generales, reducción en otro tipo de gastos, transferencias del gobierno central. Pero esto, siempre y cuando tengamos números en azul en cuanto a la evaluación económica, social y ambiental por el ahorro de los tiempos de movilización y la retirada del tráfico diario de buses contaminantes en la misma línea del tranvía, así como de una buena cantidad de carros pequeños, que se supone deberían comenzar a dejarse en su casa gracias a la configuración de un sistema de transporte público bonito, seguro, limpio, rápido y ecológico. Si ello no resulta tal cual, ¿en qué diablos pensaron las autoridades para diseñar y construir este tranvía, en tanto esta situación debería haberse previsto totalmente con un buen estudio de demanda?
Al final del día me parece que si no alcanzamos cifras positivas en la evaluación económica (financiera puede quedar en rojo en última instancia), creo que se debe pensar en cortar por lo sano y dejar que las ya cuantiosas pérdidas no sigan aumentando de año a año. En otras palabras, a veces cerrando el negocio se gana más que mantenerlo operando. Eso sí, en ese caso recomiendo dejar uno de los vagones en alguno de los parques de la ciudad, como reconocimiento al más grande despilfarro de recursos públicos en Cuenca.
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