
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
El anuncio de Jaime Nebot de que no será candidato presidencial se presta a dos lecturas diferentes. Una proviene de la micropolítica, esto es, del predominio de intereses particulares y la acción en torno a ellos. Por ejemplo, cabe preguntarse ¿cómo el partido social-cristiano se verá afectado por la decisión de su líder? O, ¿cómo reaccionarán las agrupaciones contrarias a Nebot, tanto de la derecha como de la izquierda? Sin desmerecer esas evaluaciones, cabe otra lectura, menos apegada al juego político-electoral. Esta se inscribe en una perspectiva de más largo alcance. Sobre esta segunda, intento ocuparme.
Nebot ha planteado una dura y frontal crítica a la capacidad de la clase política en la administración del estado. Y, como alternativa propone una consulta popular que le devuelva al pueblo mayor peso en la definición del camino a seguir por el Ecuador en las próximas décadas. El pueblo debe, según sus palabras, pasar “sobre los políticos, librarse de la izquierda extrema estatista o de la derecha extrema que no tiene alma”.
La consulta pensada por Nebot versa sobre temas económicos, aspectos de la seguridad Social, presupuestarios, seguridad jurídica, educación y aspectos penales. El pedido de la consulta iría a la Corte Constitucional, su realización estaría prevista para las elecciones del 2021. Si el pueblo responde afirmativamente las preguntas de la consulta, “nadie puede cambiar lo que decida el pueblo en consulta” .Aclara que ésta no es su consulta, ni la de su partido, sino de todos los sectores sociales del Ecuador. El debate está, pues, planteado; de dónde va a venir la reforma política tan invocada por amplios sectores ciudadanos: de la propia clase política, cuyo descrédito se evidencia en las encuestas, o de los mismos ciudadanos sin banderías políticas ni ideológicas.
La vía de la consulta popular, desde luego puede y debe discutirse para que efectivamente responda a un amplio acuerdo social y ciudadano. Pero el desafío está en no volver a lo mismo que hemos vivido en cuarenta años de democracia. Si bien hubo gobiernos mejores que otros, líderes honestos y responsables que no apostaron a su popularidad sino a enfrentar situaciones críticas que demandaban decisiones impopulares pero necesarias, hubo también gobiernos que no estuvieron a la altura de las circunstancias y que contribuyeron al desgaste de la institucionalidad democrática.
Las críticas de Nebot al sistema político vigente en el Ecuador ponen en discusión el procedimiento de la elección de representantes. ¿Hay otro procedimiento aparte de éste?
David van Reybrouck, historiador belga lanza una idea atrevida (El Comercio, 17 de mayo de 2020), extraída de su ensayo “Contra las elecciones-cómo salvar la democracia” En lugar de elegir a los representantes ¿por qué no optar por sortear las curules? Así se evita, según el historiador, el auge del populismo, pues éste triunfa cuando los candidatos elegidos por sus propuestas no las ejecutan.
El eximio teórico político francés, Bernard Manin (1998), analiza la función que tuvo el sorteo en la democracia en Atenas. Se lo descartó en los últimos dos siglos y se ha llegado a considerarlo como una “costumbre algo estrafalaria”. Pero Manin rescata su valor y no lo ve como algo incompatible con el sistema electoral. Un aspecto que se discutió fue el riesgo de “elevar a ciudadanos incompetentes a cargos públicos”. Con la Revolución francesa se instauró la elección en oposición a la herencia. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo las elecciones-dice Manin- se consideran más oligárquicas o aristocráticas”; el sorteo, por el contrario, aparece como más democrático. Hay ciertas funciones que se asignaban por sorteo y otras, por elección. El sorteo estaba ligado a otro principio: el de la rotación. El gobernante debía también ser gobernado; de esa manera podía entender el verdadero significado de gobernar. También evitaba el gobierno de los que más saben.
El sorteo no solo se practicó en la democracia ateniense; sino en las asambleas del pueblo romano, en la Edad Media y el Renacimiento, en Florencia, Venecia. En los Estados Unidos y Francia-dice Manin-“rompieron con la tradición republicana al no encontrar un lugar para el sorteo”
Con el sorteo, según Reybrouck, no se plantea una revolución sino la renovación del sistema político. Iluso sería creer que la clase política entregue el poder que ha alcanzado. Se trata, entonces, de la ampliación del sistema, con la creación de comisiones cívicas sobre temas específicos como hay algunos ejemplos en Europa. Reybrouck menciona a Irlanda del Norte donde la asamblea popular no ha suplantado al parlamento, “pero si ha obrado un cambio de perspectiva: en vez de que los representantes parlamentarios pregunten a los votantes acerca de su opinión sobre asuntos específicos, son las comisiones con miembros sorteados las que imponen su agenda”.
La propuesta de Nebot debe ser discutida en el marco de una reflexión mayor y más amplia. Su iniciativa no deja de ser importante, pero podría fracasar si sigue entrampada en el sistema político que ha arrojado los resultados que él critica.
La propuesta de Nebot debe ser discutida en el marco de una reflexión mayor y más amplia. Su iniciativa no deja de ser importante, pero podría fracasar si sigue entrampada en el sistema político que ha arrojado los resultados que él critica.
El país está viviendo una situación inédita con la crisis del COVID-19 que ha puesto al mundo al revés. Ir a los comicios del 2021 sin una perspectiva de cambio sustancial del sistema político es perder una oportunidad histórica.
La clase política debe acusar recibo de estas críticas y demandas muy bien fundamentadas. Que un candidato a la presidencia con altas posibilidades de triunfo dé un paso al costado para liderar un proceso de consulta popular que devuelva sus atribuciones al pueblo frente a una clase política indolente y encerrada en sus horizontes estrechos y mezquinos, no deja de ser meritorio.
Más importante que ganar o no en una contienda electoral es jugarse por un cambio sustantivo de la manera de hacer política prevaleciente en el Ecuador.
Lo que se ventila en la controversia jurídico administrativa entre la Contraloría y el CNE no va al fondo del problema. Podría también leerse desde esta otra perspectiva. La existencia legal de los cuatro movimientos o partidos políticos que incumplieron con los requisitos establecidos en el Código de la Democracia si bien merece una rectificación del CNE, hay el peligro de que se lo trate con un lente micropolítico. O sea, que el debate entre la Contraloría y el CNE se tiña de un colorido micropolítico, dada la cercanía del proceso electoral y el temor de que el ex presidente Correa lance una eventual candidatura, con el patrocinio de uno de los partidos incursos en las observaciones de la Contraloría.
Lo que está en discusión es otra cosa: la necesidad de que se establezca la rendición de cuentas periódica y seria sobre la actuación de los partidos políticos, a fin de garantizar la idoneidad de los candidatos ungidos por los partidos y su desempeño en las funciones para las que son electos.
Desterrar las prácticas clientelares, la designación de candidatos sin preparación y la promoción de estrellas de la farándula, de los deportes o del espectáculo, es deber de los organismos de control a nivel electoral y político.
El ejemplo de Nebot, de ser consistente, contrasta con el arribismo electoral, social y político de quienes quieren escalar posiciones para su usufructo personal o de grupo. La corrupción que se desbordó en la pandemia exige prever nuevos episodios como los que nos abruman y dañan la imagen del Ecuador en el mundo, para enfrentarlos sin vacilaciones, con la misma firmeza con la que se quiere sancionar crímenes inconfesables.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]


NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]


