
Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar
El presidente Guillermo Lasso enfrentará mañana, martes 16 de mayo, el juicio político mediante el cual aparentemente una mayoría de legisladores estaría de acuerdo con destituirlo del cargo; Ecuador, en cambio, enfrentará su futuro ante un puñado de políticos que creen poseer la autoridad moral superior a la del acusado, a la de todos los habitantes del país y a la de sus generaciones futuras, para asumir tamaña responsabilidad.
El que muchos de los “padres de la patria” no lo sepan, no es sorprendente; el que actúen como si no entendiesen las consecuencias que pueden provocar en el país el día después de mañana, a causa del impeachment que impulsan, es lamentable.
Tanto Lasso y sus aliados cuanto sus adversarios, han llevado sus intereses hasta un nivel intolerable, injusto e indignante; han conjurado los peores defectos de la democracia, provocando una alineación muy inusual de todas las crisis posibles en una nación medianamente civilizada, una tormenta política perfecta: crisis de imagen presidencial, crisis de imagen del gobierno en su conjunto, de la imagen de la Asamblea y de todas las funciones del Estado, crisis en la estabilidad social y económica expectante al desenlace del juicio, y crisis de desconfianza nacional casi unánime en la política y en los políticos en general.
Los procesos de impugnación, juicio político o impeachment se concibieron para contener el advenimiento de gobiernos totalitarios, originados en el fracaso de una gestión de gobierno incompatible con la cooperación inteligente y transparente con otros poderes del estado, ilegitimada por el desgaste de la imagen del gobernante y su equipo, todo lo cual puede causar -como en el caso ecuatoriano este momento- ingobernabilidad y peligrosa inestabilidad social, afectación en la economía, entre otros impactos negativos.
Sin embargo, quienes enjuiciarán mañana al presidente Lasso, exhiben también una enorme ilegitimidad, pues registran los que probablemente son los peores números de credibilidad y confianza que una legislatura ecuatoriana haya acumulado en su vida institucional.
De la “En política es posible inclusive tostar granizo”, dicha por el talentoso Andrés F. Córdova, a la … “roben, pero roben bien”, frase de una legisladora de cuyo nombre prefiero no acordarme, han pasado 9 décadas y políticos que eventualmente han honrado su condición de representantes de la gente, y en incontables casos la han degradado a los más bajos niveles.
La negociación -necesaria y prudente en una democracia- parecería estar transitando por los oscuros atajos que indefectiblemente llevan a preguntarse ¿Qué es lo que se ha negociado? ¿Qué es lo que está en juego tras cada voto? ¿Qué es lo que empuja a cada bloque o a cada desertor a acomodarse en una u otra opción?
¿Decretará mañana el presidente Lasso la “muerte cruzada”?... en verdad, creen en Carondelet que los ecuatorianos se han tragado la rueda de molino de que en esta bronca el primer mandatario está defendiendo los intereses de la ciudadanía y de la democracia?
El 55.4%, de personas entrevistadas en un estudio nacional por una prestigiosa empresa especializada en estudios de opinión pública, afirma saber la razón por la que la Asamblea enjuiciará mañana al presidente Lasso, pero de ese porcentaje, el 67% cree que es por corrupción; apenas el 11% responde que el juicio se debe a un contrato que no debía ser firmado.
Asociar casi automáticamente la palabra “política” como sinónimo de corrupción es un asunto muy grave para el presente y futuro del país. Ecuador se merece dirigentes políticos dignos, honrados y capaces, comprometidos con el país, pero para ello es hora de mejorar también la calidad del voto que proviene de los electores y la ingeniería establecida en el Código de la Democracia.
Por lo pronto, ¿qué pasará después del día de mañana?
Es la pregunta del millón, pues hasta ahora ninguno de los involucrados en esta trama ha descrito cuál será el plan económico o la política social que desplegarán; si preservarán nuestro medio ambiente y a nuestras comunidades ante la codicia de empresas y clanes extractivistas; qué harán frente a la presencia de la flota pesquera china ubicada y lista para depredar nuestros recursos marítimos; tampoco han aclarado cuáles son los términos del acuerdo comercial suscrito el pasado 10 de mayo con China, que ni siquiera Correa se atrevió a firmar, consciente de que la descomunal capacidad de producción y consumo de ese país puede colapsar la producción de nuestros agricultores, campesinos, industriales y comerciantes, desabastecer nuestro mercado doméstico dada la potencial elevación de precios de nuestros productos y el ingreso indiscriminado de los baratos productos e insumos de distintas áreas provenientes de la potencia asiática, país además cuestionado por sus prácticas laborales y ambientales, sin olvidarnos de procesos legales que algunos de sus empresarios enfrentan.
¿Qué pasará después del día de mañana con la inseguridad, la delincuencia, el empleo, la salud, el seguro social, la educación, el urgente adecentamiento y racionalización de la política nacional; con la corrupción y la impunidad políticas; ¿qué pasará con usted, estimado lector / lectora el día después de mañana?
Que Lasso se quede o sea destituido debería ser la menor de nuestras preocupaciones, si antes no tenemos claro, qué pasará el día después de mañana.
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