
Quito vive un dilema. Y es único. Acabar con la administración de Jorge Yunda mediante dos pedidos de remoción o desecharlos y permitir que la Justicia actúe de forma imparcial. Con la segunda vía, Yunda queda con oxígeno para seguir con su mandato, aunque sin saber por cuánto tiempo.
Los pedidos de remoción tienen acusaciones sobre faltas administrativas, fallas en su gestión que serían suficientes para sacarlo del poder. A primera vista parece fácil, cómodo, viable. Hasta necesario para los ojos de algunos.
Que Yunda no haya comunicado de las acciones en la emergencia, que haya negado la participación ciudadana en seis ocasiones, que no haya puesto en discusión una ruta… serían los motivos para que salga del cargo. En esas acusaciones no hay pruebas de coimas, enriquecimiento ilícito… Lo que sí investiga la Fiscalía en, al menos, cuatro casos. Uno en contra de su hijo Sebastián.
Por eso para muchos la remoción parece un pretexto para retirarlo del cargo, ganado en buena lid, por motivos que están ajenos a su acción. Y esta suposición, que es compartida por sus seguidores, es el origen de un sentimiento que puede pasar factura a la ciudad. Este tiene que ver con una combinación de persecución por clase social y hasta por condiciones raciales…
Aunque Yunda sea una persona acaudalada, muchos lo ven como un personaje humilde que creció económicamente con trabajo y audacia. Y que tiene raíces indígenas. Y esto es muy potente cuando se trata de una autoridad a punto de salir del cargo de elección popular por asuntos administrativos.
Hay otro detalle que provoca sospechas en la salida por remoción. El correísmo es necesario para condenarlo o dejarlo libre. Y nada es gratis en la política.
Por eso, que falten escasos votos para retirarlo de la Alcaldía, causa sospechas que, de seguro, se verán reflejadas en acciones. Ya se han anunciado movilizaciones para respaldarlo en la Plaza Grande, mañana mientras el Concejo analiza su salida. En esta vía Yunda pudiera salir fortalecido y Quito se queda con una división que será difícil de sanar rápidamente.
Hay otro detalle que provoca sospechas en la salida por remoción. El correísmo es necesario para condenarlo o dejarlo libre. Y nada es gratis en la política. Si decide condenarlo, la ciudad pagará un costo (regresarles al poder), lo mismo pasará si lo salva.
Y esto sucede cuando el correísmo ha sufrido el mayor golpe de su existencia política. Cuando está en crisis. Cuando el excandidato a la Presidencia, Andrés Arauz, ha renunciado a la cúpula, no sin antes denunciar falta de democracia en su propia agrupación. Es decir, cuando están golpeados pero ansiosos de resurgir.
¿La ciudad está dispuesta a ceder espacios de poder al correísmo a cambio de sacar a Yunda por la remoción? Parece un costo muy alto para los quiteños que, hasta ahora, han colocado a la Capital como la urbe más anticorreísta del Ecuador.
No hay que olvidar que estamos a dos años de las elecciones, donde se elegirá al nuevo Alcalde y al nuevo Concejo. Y el correísmo, como otras tiendas políticas, quieren el poder. Parece fácil, cómodo, viable, sacarlo por la remoción. Pero hay que preguntarse el costo de cada voto del correísmo. Lo que quieren a futuro, lo que pueden alcanzar en dos años. Y de eso no se habla. Prefieren no hacerlo por el enorme rechazo a Yunda.
¿La remoción es la salida correcta a la crisis quiteña? ¿Quito estaría dispuesta a la llegada de un alcalde correísta a cambio de la salida de Yunda por la remoción? ¿O Quito preferirá que la Justicia actúe, aunque sus tiempos no son los de sus detractores? ¿Es mejor que la oposición se una y actúe de forma coordinada?
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