
Comunicador. Es máster universitario en Imagen, Publicidad e Identidad Corporativa por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Director de la agencia creativa SOMOS Imagen & Comunicación. Apasionado por la reputación, marca personal y comunicación política.
En su última alocución en Manabí, el presidente Lenín Moreno ensanchó más las distancias con Rafael Correa, desapego que desde el primer día de su gobierno quiso mantener con el ex presidente, quien mantuvo por diez años un gobierno totalitarista, autoritario y censurador.
Su discurso en Montecristi, en Ciudad Alfaro, lugar donde se firmó la última Constitución y emblema del Viejo Luchador, considerado el mejor ecuatoriano de todos los tiempos, y en el mismo terreno donde hace nueve años se reafirmó el poder concentrador de Alianza PAÍS; fue de total desaprobación a la corrupción, a la tiranía y a vapulear la revolución.
“No permitamos que el poder nos ensimisme, que nos vuelva siniestros. No permitamos que el poder nos obsesione”, fueron algunas de las frases que repitió en su disertación para celebrar una Constitución que debía durar 300 años y que posiblemente, en pocos meses, se enfrente a una consulta popular, cada vez más aceptada por los ecuatorianos que aspiran que su voz sea escuchada, que anhelan una mejor democracia, y que no quieren reelección indefinida, que no aprueban las relaciones incestuosas entre los poderes del Estado, que exigen una justicia independiente, que ansían transparencia en el poder y respeto a la naturaleza. Ecuatorianos que esperan se dé vuelta a la página y que el presidente comulgue con ello para unir al país.
Aún existen muchos ciudadanos que dudan del un supuesto show mediático entre el actual mandatario y su predecesor. Moreno volvió una vez más a aclarar que él no buscaba ser candidato, pero en el afán de mantener a la revolución ciudadana, de querer conservar el poder y de cuidar el rebaño de “ovejunos”, su antecesor lo buscó, y le propuso postularse. Prometió seguir la ruta del dinero, quitárselo a los funcionarios corruptos de la última década y regresarlo a los ecuatorianos, a quienes se les arrebató indebidamente. Habló de Yachay, de sus cuatro edificios inmensos con fallas estructurales, de sinvergüenzas, de los nombres de los administradores en las obras y bienes del Estado, del museo en Carondelet y las cien fotos, de los honoris causas pedidos por embajadores en universidades extranjeras, de la obsesión del poder, habló sin nombrarlo de Correa. Una intervención presidencial que en pleno 30 de septiembre, dejó de lado las tradicionales celebraciones que conmemoraban lo que el oficialismo en su momento llamó un intento de golpe de Estado, pero que en esta ocasión llevó al mandatario actual a celebrar por separado la gesta de la Constitución, con palabras fuertes y necesarias para dejar claro que la distancia se amplía entre el gobierno actual y la administración correísta. La cuna de Eloy Alfaro, fue el espacio ideal para marcar un antes y un después del Ecuador.
Quizás una consulta popular sea la dosis adecuada que el país requiere, posiblemente sean los primeros pasos para descorreizar a la nación y empezar a gobernar. Quizás sea la última jugada para que Lenín Moreno deje claro que está haciendo lo mejor para todos los ecuatorianos como el presidente que es, aunque algunos lo llamen traidor, pero otros le rindan respetos porque demuestra con seguridad que está conduciendo el proceso, con decisión y firmeza.
@MiguelAMoreiraC.
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