Director de teatro, académico, formado en la Universidad Humboldt de Berlin.
Los que creían que luego de la semana de protestas y de la caravana del Domingo Negro, el presidente Correa iba a buscar un discurso conciliador con el pueblo ecuatoriano, se equivocaron por completo. La conciliación, el diálogo, son palabras desconocidas para el actual presidente. El confunde diálogo con sumisión del otro. Así dice estar abierto al diálogo, pero agrega “con los sectores de buena fé”. O frases como “que me demuestren con la verdad” y agrega inmediatamente “no lo van a hacer”. Qué clase de diálogo es ese, si está condicionado desde el principio. Desde el inicio de su discurso excluye el diálogo cuando reconoce enfáticamente “No tenemos nada de qué arrepentirnos”. Entonces no hay ya nada de qué hablar.
La justificación de su política excluyente la fundamenta en su acostumbrado lenguaje peyorativo, utilizando cifras, datos, informaciones a las que va vinculando con expresiones de carácter emocional, apelando a la emocionalidad de la audiencia: “2% son dueños del 90% de las empresas”, o citas que adjudica a la oposición pero no dice la fuente: “que los pobres son pobres porque son tontos”. Nunca he visto tales carteles, o semejantes escritos en las marchas ni en las redes sociales. Apelación emocional a las desigualdades sociales: unos pocos nacen en cuna de oro, “otros nacen con desnutrición”. Continúa con un banquero, al que no nombra, pero todos sabemos de quien se trata, que según él, los ingresos del 2014 que declaró al SRI equivalen a 3500 años de trabajo de un obrero”. Sin embargo no dice –lo que todo el mundo comenta- que ese banquero le ayudó a financiar su campaña electoral. Si no es verdad debería desmentirlo públicamente.
La ley de impuestos a las herencias la justifica también apelando a la emocionalidad de los jóvenes, cuando promete que se utilizarán las “recaudaciones para becas de los jóvenes más pobres”. Habla “del pasado de violencia que no volverá jamás”. ¿De cuál violencia habla? El Ecuador ha sido uno de los países más pacíficos del mundo. Luchas callejeras de protesta se dan con mucha más fuerza en todas las ciudades del mundo. Son parte de la cotidianidad en los países democráticos. Si se puede hablar de violencia en el Ecuador, se recuerda a la época de Febres Cordero y a la naciente guerrilla de los Alfaro Vive, que no prosperó y que hoy muchos de sus miembros son parte de su gobierno, tanto de la parte gubernamental febrescorderista como de la guerrilla. Todo eso lo sabe el pueblo.
El libreto presidencial utiliza inculpaciones a la oposición de disponer de asesores internacionales, de grandes cantidades de dinero, de hacer uso de la violencia. Yo he asistido a dos de estos plantones y he podido comprobar que son manifestaciones espontáneas, en donde no existe liderazgo alguno, ni se hace uso de ningún tipo de violencia. Más bien existe la preocupación de calmar los ánimos y evitar enfrentamientos. Eso lo sabe el pueblo y la policía presente. Entonces usa informaciones no verdaderas, para exacerbar los sentimientos. Se sabe que el gobierno si dispone de asesores internacionales y eso está bien, si le pueden ayudar a sobrellevar situaciones conflictivas. Si los ciudadanos que asisten a los plantones tienen tales asesores, el presidente como académico que es, debería dar los nombre concretos, y no perderse en meras generalidades.
Para cerrar la intervención de 44 minutos trasmitidos en cadena nacional por orden gubernamental, nueva apelación emocional, exagerando el poder de la oposición: “Ellos tienen la fuerza, la violencia, …. Los medios de comunicación…. Nosotros somos más, muchos más, los del pasado no volverán”. Los slogans son repetidos una y otra vez y la gente congregada en la plaza, lo repite una y otra vez en coro, el corifeo es el propio presidente.
Este discurso desde el palacio presidencial, se realizó un día después del Domingo Negro, en medio de la Ceremonia de Cambio de Guardia Presidencial, que se realiza los días lunes. Esta ceremonia me parece una copia, de otra ceremonia similar, que se realizaba en Berlin Oriental en la época socialista, como acto recordatorio de los caídos durante el fascismo hitleriano. Con el tiempo se convirtió en un acto folclórico para turistas que iban a admirar la exactitud matemática de los movimientos marciales de carácter prusiano, aunque aquí no participaba ningún político. Con la desaparición del socialismo, desapareció también este rito semanal.
Si este discurso confrontativo, sirve para aplacar la rabia y la impotencia de sectores importantes del país, que no quieren más este estilo de gobernar, signado por la violencia verbal, se verá en los días siguientes.
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