
En estos días se han producido varios acontecimientos que han conmocionado al país: el principal es el femicidio de María Belén Bernal; luego la agresión de un padre a una niña y su madre en plena vía, la agresión salvaje a una vendedora ambulante en Quito por parte de la Policía Metropolitana y el ataque de un policía en servicio activo a su pareja en la provincia de Los Ríos. Sin embargo, la violencia contra la mujer es asunto de todos los días. En el curso de este año, cada 28 horas una mujer es asesinada por razones de género.
Es menester señalar que esta realidad no se trata de un fenómeno circunstancial o local, es de carácter estructural. Los sucesos que están provocando la indignación frente a la institucionalidad policial son una expresión más de la violencia instituida por el Estado en la cual transcurre la vida de las mujeres, a pesar de ser jurídicamente condenada. Sin embargo, en muchos casos es socialmente justificada y, por lo tanto, aceptada. Salarios más bajos, exclusiones y desconocimiento de las labores domésticas, son algunos ejemplos del primer caso. Mientras que por otra parte encontramos “ideas” como: “para qué se fue al cuartel”, “ella misma se buscó al meterse con un policía", "es un delito pasional" "hay que conocer los motivos de por qué el padre reprende a su hija y esposa"... así algunos, incluidos ministros y autoridades encargadas de la "seguridad" del Estado, pretenden explicar —y por lo tanto justificar— la violencia de género y lo que es peor normalizarla.
Como sociedad, aun no comprendemos que no es un fenómeno casual, es un eslabón de esa gran cadena de violencia, opresión, explotación y crimen que reproduce este Estado caduco. El femicidio es, ahora, el acto más ignominioso de ese proceso histórico que ha hecho de la mujer un sujeto socialmente vulnerable. El caso de femicidio de María Belén Bernal y de la mujer agredida en pleno espacio público frente a la impavidez de varias personas, ha ubicado a la Policía Nacional en la mira de los ecuatorianos. Pero es también una manifestación de la descomposición de esa institución, aunque muchos, en las altas esferas, se nieguen aceptarlo. De no ser por la denuncia de los familiares de Belén Bernal o del vídeo del policía agresor que circula en redes sociales y que ha obligado a que la propia institución reconozca que es parte de sus filas, casos como estos quedaban ocultos.
Los sucesos que están provocando la indignación frente a la institucionalidad policial son una expresión más de la violencia instituida por el Estado en la cual transcurre la vida de las mujeres, a pesar de ser jurídicamente condenada
Mientras que, para buscar limpiar su actitud cómplice el Gobierno ha decidido nombrar a mujeres al frente de la Escuela de Policía y "cambiar" el contenido de la malla curricular, tratando de bajar la temperatura, como un mensaje de “buena voluntad” hacia las mujeres. Pero será que estas medidas cambian la naturaleza de esta institución y la concepción con la cual es dirigida, pues son varios los actos en los que miembros de la Policía, desde sus mandos directivos, están involucrados en actos de violencia, corrupción, machismo y delincuenciales.
Es evidente la necesidad de una reorganización total de la Policía Nacional, particularmente de su cúpula, a lo que hay que agregar que no existe en el Ecuador mecanismos de protección válidos. Son las organizaciones de mujeres que, por su propia iniciativa, han desarrollado mecanismos para recabar las denuncias de tipos de violencia por citar un ejemplo.
Mientras cierro este artículo, pienso en mi pequeña hija y por eso no puedo dejar de señalar, que tampoco se trata solo de la falta de políticas públicas con inversión necesaria, esto es una realidad que debemos exigir cambie. También es necesario una sociedad diferente. Me resisto a dejar a nuestras niñas y niños en esta sociedad temerosa, indiferente, caduca, llena de tipos de violencia y con instituciones corrompidas, cómplices de un Estado femicida. Es tiempo de transformar el dolor e indignación en fuerza y actuar para cambiar lo caduco por lo nuevo, incluso con el riesgo de que nos acusen y persigan bajo el argumento de "desestabilizadoras" como lo calificó el Ministro Carrillo a quienes exigen verdad y justicia en el caso de María Belén Bernal.
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