Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito
Como ya es de conocimiento público, la semana que pasó, Semana Santa, nuevamente las declaraciones infortunadas del Primer Mandatario le valieron ser una vez más el objeto de burla en las redes sociales.
Lo propio ocurrió con el presidente venezolano Nicolás Maduro, quién pensó o se hizo el que pensó que Jesús asistía a oír uno de sus discursos.
En el caso del Ecuador, el Presidente en su cuenta de Twitter @MashiRafael publicó que “De un domingo al viernes las mismas manos que batían palmas recibiendo a Jesús como rey, pedían su crucifixión por… ¡creerse rey!”. Afirmación que de haber quedado allí no hubiese despertado la hilaridad que provocó.
Pero sabemos muy bien que la arrogancia del poder tiene que ir más lejos, tratando de aprovechar todo, incluida la historia bíblica, para legitimar su dominación. A renglón seguido continua: “manipulados por los hacedores de ‘opinión pública’ los sumos sacerdotes no dudaron en pedir la liberación del criminal y la muerte del inocente. No faltó el traidor que se vendió por una monedas, ni el amigo que se acobardó. Tampoco falto el ‘gran’ estadista que logró evitar una revuelta, calmar la ‘protesta social’ y a los poderes fácticos, sacrificando tan solo la vida de un inocente.”
“Interesantísima” interpretación de la historia bíblica, sobre todo por el intento, o diría mejor el forzosa afán, de asemejarla con el presente, o en rigor con su interpretación del presente, donde como es obvio, conociendo el ego del Presidente, es él, el protagonista.
No voy a detenerme a leer estas declaraciones tuiteras del Primer Mandatario, ya muchos lo han hecho de forma exquisitamente burlesca. Quiero, en esta ocasión, referirme a la necedad del Primer Mandatario.
Como dije antes, las desdichadas analogías que hizo en su interpretación de la historia bíblica con el presente que él imagina, no fueron suficientes, pese a la popularidad que éstas tuvieron en redes sociales, tanto que comenzaron a disputar el protagonismo con las ocurrencias de Nicolás Maduro: él siguió.
El 2 de abril, tres días después de sus primeras declaraciones en Twitter, escribe un artículo en El Telégrafo, diario que según su percepción no es parte de los “hacedores de la opinión pública que manipulan”. El título de la columna de opinión se llama, como nadie lo esperaba, “De un domingo a viernes”.
Vuelve en su artículo de opinión a hacer referencia al pasaje bíblico de la llamada Semana Santa. Empieza diciendo que los acontecimientos de la semana en cuestión “son sin duda hechos históricos y personajes reales, es decir, historia, no leyenda, sin intervención alguna de cuestiones de fe.”, aclaración interesante tomando en cuenta que el Primer Mandatario más que un hombre de “fe” es un “científico”, cosa que ya lo ha mostrado en más de una ocasión sobre todo en temas de derechos sexuales y reproductivos.
A párrafo seguido insiste una vez más y repite exactamente lo publicado en su cuenta de Twitter.
Inmediatamente pasa a “argumentar” su afirmación y dice: “Los poderes fácticos de aquella época, como de costumbre, tuvieron la capacidad de hacer creer a los subordinados que lo que era bueno para los intereses de la élite era bueno para todos.” Qué se puede decir, sino que es un buen argumento, así mismo es señor Presidente, como de costumbre entre esos poderes fácticos los medios de comunicación, privados y gubernamentales, tienen la capacidad -más aun si la propaganda política del gobierno bombardea día y noche las conciencias de la población- de hacer creer que sus intereses son los intereses de todos.
Como aquello de la explotación del Yasuní, o la Firma del Tratado de Libre Comercio con la Comunidad Europea, o la economía extractiva que se quiere extender en el país, o la reelección indefinida, o quizá el mayor endeudamiento externo a un mayor interés que el que su gobierno dijo que era chulquero, o será la penalización del aborto por violación, o puede ser la “brillante idea” de que se restringa el derecho de la ciudadanía a consultarse sobre lo que quiera, o su famoso Plan Familia, cuál de todos estos serán los intereses particulares que los “hacedores de la opinión pública” gubernamentales quieren hacer pasar por interés general?
Continúa: “Hubo como siempre los que se mantuvieron leales pero impotentes, aquellos amigos que nunca piden nada y siempre dan. Fueron especialmente mujeres.” Otra interesante reflexión, los que se mantuvieron leales, ¿será que habla de la “izquierda” en el gobierno que es la que menos parece a ver pedido frente a los que mucho han pedido, y que a pesar de lo cual se mantienen “leales”, aunque sea leales a lo poco que han obtenido? Lo de las mujeres de Alianza País sí que es muy, pero muy cierto, pese a que han sido calladas, castigadas, humilladas por defender lo que como mujeres alguna vez defendieron, permanecen junto a usted fieles y leales, se han mantenido impotentes y subordinadas sin pedir nada al poder patriarcal que usted encabeza.
Más adelante afirma: “Hubo, también como siempre, los pocos pero poderosos fanáticos llenos de rencor, aquellos que primero odian y luego se convencen de la perversidad del adversario para justificar su inquina, cuando en realidad consciente o inconscientemente tan solo respondieron al peligro de perder su poder y sus espacios.” Aquí sí que de verdad ya no sé qué analogía quiso hacer. De hecho Alianza País tiene mucho fanáticos correístas, o al menos intentan parecerlo, para ganar la bondad del poderoso. No sé si lo que quiso decir es que hubo fanáticos llenos de rencor que primero lo odiaron y luego se convencieron de su perversidad (la suya) para justificar su inquina (la suya) porque ¿lo único que buscan es conservar su poder y sus espacios junto a usted?
O ¿quizá se refiere a los que usted en cada sabatina llama fanáticos, corruptos, infantiles, odiadores, y demás? Si es así, déjeme decirle que parece que aquí se equivocó, porque el que tiene poder es usted y más aún aquellos para los que trabaja, que serían los que consciente o inconscientemente solo responden al peligro de perder su poder y sus espacios.
Prosigue: “No faltaron el traidor que se vendió por unas monedas, ni el amigo que se acobardó. Tampoco estuvo ausente el gran estadista, que logró evitar la revuelta y calmar la “protesta social”. Quién será el traidor que se vendió por unas monedas? ¿Acaso su hermano que lo anda desprestigiando cada vez que puede?, o ¿su primo que huyó a Miami, a quién usted le hizo el gran homenaje y por quien puso las manos en el fuego?
“Interesantísima” su interpretación de la figura de Poncio Pilatos: “Finalmente, frente a tanto alboroto, se evitó la muerte de muchos a cambio tan sola de una… Poncio Pilatos merece un análisis aparte, porque ha sido uno de los personajes más maltratados de la historia.” Ciertamente que evitó la muerte de muchos a cambio de la de un inocente y obviamente la paz del cementerio volvió a Jerusalén. ¡Ya se! ¿usted que tanto admira a Pilatos seguramente cree que los más de doscientos dirigentes acusados y enjuiciados por terrorismo y sabotaje son los inocentes que deben ser sacrificados para evitar la revuelta y la protesta social? Eso es, señor Presidente, reivindique a Pilatos, que ciertamente más fácil es que se parezca a él que al mesías.
Y sigue: “En nuestros días, probablemente hubiera sido condecorado y habría terminado sus días en alguna prestigiosa institución académica dando cátedra sobre “manejo de crisis”. Nació para la política. Supo guardar el puesto, supo contemporizar. Pilatos es supuestamente todo lo que rechazamos, cuando en realidad es lo que aplaudimos cada día: la “astucia” y “habilidad”, aunque sea fruto de la ausencia de escrúpulos y convicciones.” Déjeme decirle que ahora sí que tiene toda la boca llena de razón. La historia reciente de nuestro país lo confirma, el señor Mahuad aunque no fue condecorado terminó en una prestigiosa institución académica norteamericana (sistema universidad que usted tanto admira, y ya entiendo la razón) dando cátedra sobre el “salvataje bancario”. Al igual que Pilatos, Mahuad debe haber nacido para la política financiera a pesar de que no era un economista. Supo contemporizar magistralmente con el neoliberalismo. Al parecer en sus profundidades admira a estos personajes que terminan dando cátedra en prestigiosas instituciones académicas, quizá usted tenga la misma suerte.
No puedo no “admirar” su profunda convicción maquiavélica cuando dice que todo lo que rechazamos es en realidad (permítame decirle que debería hablar en primera persona) lo que usted aplaude día a día: la astucia y habilidad aunque sea fruto de la ausencia de escrúpulos y convicciones.
Es esa mirada maquiavélica del poder la que explica entonces el carácter profundamente autoritario, astuto (contramarchas, división de organizaciones, formación de organizaciones paralelas, desprestigio de dirigentes, persecución, criminalización de la lucha, coqueteos con los gringos y coqueteos con los chinos, etc. etc. etc.) y hábil de su gobierno.
Finaliza: “Pero, sin duda, lo que decidió la jornada fue esa gran masa de gente manipulable, que luego de la muerte del inocente lloró de arrepentimiento, y que nos demuestra que más que buenos y malos, todos somos capaces de las más grandes noblezas, así como de las más grandes vilezas. Dos mil años después, el mayor enemigo de la humanidad, sigue siendo ella misma.”
Casi sin comentarios señor Presidente. ¿Qué escenario intenta dibujar? ¿Con quién se quiere comparar? ¿Dónde se quiere colocar? Dejó a los ecuatorianos que le respondan estas preguntas. Solo diré que ciertamente no hay ni buenos ni malos, pero si responsable de las vilezas, no nos confundamos, no porque la gente manipulable, que usted llama, apoye a los viles, éstos dejan de ser responsables de sus vilezas. Y dos mil años después la humanidad que según usted es enemiga de ella misma sabe distinguir en ella su humanidad y su inhumanidad.
Para cerrar le diré que hay que tener proporción para hacer comparaciones, sobre todo si el referente es tan inmenso. Y si supiera algo de la teoría freudiana tendría cuidado en hablar.
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