
Rafael Correa. Ese es el fantasma que no deja de aparecer en los pasillos de Carondelet. Su recuerdo atormenta a los altos funcionarios públicos que ahora son como balseros que sacan, apurados, el agua que entra al bote.
Correa no ha dejado de aparecer en cada acción que hace el morenismo. No ha sido suficiente la ruptura de relaciones entre el presidente Lenín Moreno y su examigo Correa. No han sido satisfactorias las movidas políticas y penales que lograron que el expresidente se aleje del corazón del Centro de Quito.
Los altos funcionarios de la Presidencia aún piensan que puede volver. Que tiene 30% de votantes a su favor. Que el trabajo de sacarlo del horizonte no está hecho en su totalidad. Todos los funcionarios que rodean a Moreno han sido contagiados de esa sensación de la vuelta del correísmo; claro, si no se apoya a Moreno. Por eso meten miedo a todo nivel. Medios, empresarios, académicos, encuestadores han sido contactados.
Pero detrás de esa jugada, al estilo de las mejores clases de operaciones sicológicas militares en la Academia de Guerra, tiene sus fisuras.
El fantasma no se irá si los exorcistas son los mismos que lograron auparlo en sus intenciones de acabar con la partidocracia y que construyeron ese fuerte aparato estatal, lleno de leyes enganchadas con la Constitución de la revolución ciudadana. Ese cuerpo legal que tiene la impronta de los cerebros más reconocidos de la izquierda radical de España y del chavismo. Esas mismas altas autoridades, que pese a las advertencias de connotados analistas y periodistas, y me consta, no provocaron una ruptura política y significativa cuando Correa se la merecía. En pleno ejercicio del poder.
Por eso, ahora, la estrategia, nacida en las entrañas de Carondelet, es provocar el miedo al fantasma. Sin embargo, el miedo, siempre cruel y manipulador, tiene una respuesta. Lamentablemente los operadores de Moreno no llegan a cada uno de los ecuatorianos que la pasan mal por la crisis económica y que se enteran semanalmente de escándalos de la política. Algunos relacionados con la corrupción.
Al parecer, más miedo produce el continuar en la misma situación de incertidumbre y de ánimo por los suelos. Por eso el 65,2%, según la encuestadora Click, es decir, seis de cada 10 ecuatorianos, cree que el presidente Moreno debe llamar a una muerte cruzada para que los ecuatorianos elijamos nuevos asambleístas y un nuevo Presidente del Ecuador.
Implícito está el rechazo al actual gobierno, algo vergonzoso para los operadores de Carondelet. Ese porcentaje es muy superior al 30% de apoyo a Correa que los destapa cañerías de Moreno advierten a diestra y siniestra.
Es más, las encuestas demuestran que las próximas elecciones seccionales pasan desapercibidas entre los votantes. Siete de cada 10 ecuatorianos todavía no definen sus candidatos para alcaldes, prefectos y concejales, a un poco más de un mes de las seccionales. Esos datos son de las encuestadoras creíbles.
Por eso, el fantasma de Correa y el terror vive mientras sigan sus aprendices en Carondelet. Los votantes ya lo saben.
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