EEsta constituye una de las más escabrosas y también necesarias preguntas: ¿por qué el Estado no cancela al IESS todos los dineros que mensual y religiosamente descuenta a los miles de sus empleados a lo largo y ancho del país? El presupuesto de las instituciones públicas ya contempla la parte patronal a ser destinada al Seguro Social de cada uno de sus empleados. a lo que se añade el respectivo descuento que se realiza el salario mensual de ellos.
Teóricamente, las cosas están claras: en la nómina, el empleado o servidor recibe su salario con los respectivos descuentos cuyo monto debería ser depositado, mes tras mes y de manera inmediata, en las cuentas del IESS. Pero en realidad eso no ocurre. La verdad es que ni los fondos que se descuentan de los empleados ni lo que corresponde a las instituciones públicas como entes patronales es dinero real. Parecería que se trata de un falso dinero que tan solo constaría en los papeles.
Aunque suene feo y casi imposible, esos dineros no son más que entes de razón. Es decir, números, cifras, cantidades absolutamente virtuales en tanto nunca corresponden a un hecho real que implique que efectivamente cada mes sean depositados en las cuentas del IESS.
El gobierno central, a través de las instituciones públicas ha convertido los fondos que corresponden al seguro de cada uno de sus empleados en una especie de perenne fuente de ingresos destinados a otros menesteres, incluida, desde luego, la corrupción.
Se trata de un especial truco al que acuden los poderes del Estado en el manejo de sus finanzas. El gobierno central, a través de las instituciones públicas ha convertido los fondos que corresponden al seguro de cada uno de sus empleados en una especie de perenne fuente de ingresos destinados a otros menesteres, incluida, desde luego, la corrupción.
En la otra acera, si un ciudadano cualquiera o una empresa no depositase mensual y religiosamente lo que corresponde al seguro social de sus empleados y los usase para su beneficio, cometería una infracción o incluso un delito. Por ende, aquel empleador podría ser demandado jurídicamente.
En principio y crónicamente, ciertas autoridades del Estado se hallan ubicadas más allá del bien y el mal. Pueden hacer lo que se les antoje porque cuentan con el silencio y la complicidad fáctica de quienes manejan el IESS que, por otra parte, han sido colocados por el mismo gobierno.
¿De qué ética social y política hablan y han hablado los últimos gobiernos cuando han hecho flores, casi todas de mal olor y fea apariencia, con los dineros que corresponden a la seguridad de millones de ciudadanos?
Mientras tanto, los hospitales del IESS se han convertido en viles pordioseros. Carecen de los recursos técnicos y humanos para atender a los afiliados. No tienen los medicamentos en el aquí y ahora de sus necesidades y requerimientos.
En toda sociedad contemporánea, la salud y la educación ocupan el primer lugar en sus políticas públicas. En la actualidad, ocupan el primer lugar en la banalidad discursiva.
Una parte de los millonarios aportes mensuales que recibe el IESS no cesa de hacerse flores en lo innecesario o ha ido a parar en el saco sin fondo de la diabólica corrupción que ha invadido al país administrativo. Esa corrupción que crece día a día con la explícita complicidad de las autoridades gubernamentales.
Dolorosamente, hay que reconocer, primero, que la corrupción nos invade y, segundo, que tal como vamos, no tenemos salvación. Toda salvación proviene del otro. Pero el otro de la redención del IESS nunca llegará.
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