
Profesor universitario, analista político y económico. Escribe para varios medios en América Latina.
Las sociedades están formadas por sujetos que pretenden alcanzar sus más altas aspiraciones de forma individual, sin embargo, su vida siempre está ligada a la interacción con un grupo social. El aspecto mental de las acciones sociales transformadoras que se producen en esta interacción, entre sujeto y sociedad, es decir el aspecto mental de la cultura, dota al individuo de una cosmovisión con la cual interpreta el mundo, así como un sistema ético y moral que da forma a la política. La religión incide notoriamente sobre la cultura. Por lo cual religión y política terminan siendo inseparables. Raymond Aron, filósofo y sociólogo francés, llegó a declarar que todas las teorías políticas de nuestro tiempo son religiones seculares incluyendo el comunismo en tanto este es paruosie laïque.
Ahora bien, cada vez que el Estado Islámico (EI) y su cúmulo de crueldades llenan las portadas de los medios en Occidente, surgen demasiadas hipótesis que insisten en desligar al islam de los hechos ejecutados por el EI y consideran que este y otros grupos islámicos usan la religión para lograr sus objetivos políticos: establecer un califato global. La poca rigurosidad con la que los periodistas tratan el tema, sumado a la corrección política predominante en las redacciones de los medios, impide cualquier posibilidad de discusión sobre la relación entre el nivel teórico del islam y su estrecha vinculación con el poder, que sirve de hecho como plataforma a los grupos islamistas para justificar la violencia y reclutar yihadistas alrededor del mundo.
Si bien todas las religiones monoteístas tienen textos que a lo largo de la historia pudieron ser interpretados de forma literal, al contrario del islam, el cristianismo y el judeo cristianismo han tenido su propio proceso de secularización. El islam tuvo siempre, como guión, combatir las civilizaciones que le precedieron y las que no se subordinaron a la ley Sharia. Es una religión totalizante en la que el profeta Mahoma es el sello de los profetas, las verdades transmitidas por este son las verdades últimas, el creyente no tiene nada que añadir ni modificar debe conformarse con obedecer preceptos.
No hay que olvidar que el islam nace con la intención de consolidar el poder político y económico en la Península Arábiga alrededor del año 610 de la era cristiana. Así, hoy en día, el islamismo pretende, igual que en sus inicios, extender el poder de la ley coránica, ley Sharia, a todos los aspectos de la vida de los individuos. Es así como grupos con pretensiones políticas encuentran alegatos en el propio Corán. En casi todos los países musulmanes se ha instaurado de alguna manera la teocracia del islam (a excepción de Turquía que es un Estado musulmán laico). Por lo cual es la intelectualidad musulmana la llamada a repensar los fundamentos de la religión musulmana, religión que sigue dogmatizada y engullida por el pensamiento tribal que es utilizado para favorecer el proyecto colectivista del califato global.
El islamismo, en nombre de la ortodoxia religiosa, mantiene una guerra contra los infieles desde hace 14 siglos, incluyendo la misma familia musulmana. El EI es suní por eso destruye mezquitas y asesina a musulmanes de la rama chií. Negar que el islam es una religión abarcadora y que la violencia se vuelve legitima a la luz de sus textos solo disminuye las posibilidades de enfrentar un futuro áspero para la sociedad occidental, hecho que se hace presente en el útero de la sociedad occidental, Europa, hoy atada de manos frente al peligro gracias al progresismo. Es verdad que no todos los musulmanes son islamistas, de hecho, las grandes mayorías están contra la violencia explícita del EI (aunque favorecen otras prácticas de sometimiento a la ley Sharia mediante violencia doméstica) pero no se puede negar que el islamismo procede del islam.
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