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17 de Febrero del 2020
Ideas
Lectura: 10 minutos
17 de Febrero del 2020
Alexis Oviedo

PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.

El más querido
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¿Es verdad que tanto los indígenas o Correa tienen las cifras necesarias para llegar a la segunda vuelta? No, más bien es una estrategia montada por las derechas, que aprovechando la ola de racismo que surgió en un sector de la población alrededor de los eventos de octubre, quiere crear ese enemigo a quién se debe combatir.

De pronto, todos lo quieren cerca. Un bocazas de derechas se disculpa por haberle indirectamente ofendido. El otro bocazas, el autoexiliado, insinúa que juntos harían la lista ganadora, mientras el otro derechista se le acerca zalamero. Y cómo no, la marginal izquierda, esa vieja esclerótica también recurre a sus cercanías en un pasado glorioso para tenerlo cerca. Solo el Gobierno no le quiere, sólo el Gobierno apechuga el rompimiento del diálogo de pacotilla y la negativa a los coqueteos que el vicepresidente de apellido impronunciable trató de lanzarles. De pronto el movimiento indígena es el “más querido”, por los diferentes presidenciables. Los eventos de octubre, contrariamente a los cálculos gubernamentales, culminaron con un movimiento indígena fortalecido, y desde aquella noche de domingo, los líderes indígenas originalmente no muy conocidos tienen la simpatía de amplios sectores de la población, incluso urbana.

Sin embargo, los políticos que aspiran el sillón de Carondelet, olvidan que el movimiento indígena no es un todo homogéneo, ni es una multitud que obedece ciegamente y al unísono lo que diga el presidente de la CONAIE (debe recordarse que esta no es la única organización nacional). Deben los presidenciables recordar que los liderazgos locales son determinantes y que, al mismo tiempo, como en toda organización, estos ideológicamente van desde la derecha abierta de Auki Tituaña y una más camuflada, como la de Lourdes Tibán. Hay sectores muy afines al correismo bajo el liderazgo de Mariano Curicama y líderes con posiciones de izquierda como Salvador Quihspe y Yaku Pérez que hasta pueden ser divergentes en un tema que tendrá preponderancia en los lustros siguientes: la minería.

Pero además de este último, que en las últimas semanas ha visto decaer su popularidad, los nombres que suenan para participar en la próxima contienda son el presidente de la CONAIE, Jaime Vargas recientemente deportado de Guatemala, a decir, del presidente de ese país por pedido de su homólogo ecuatoriano y el del joven dirigente de Cotopaxi, Leónidas Iza. Paradójicamente, las diferentes encuestadoras dan números interesantes a estos dos líderes, donde ellos superan el 30% de popularidad, si los miden como candidatos presidenciales. Son preferencias surgidas aun cuando ellos mismos no se pronuncian como oficialmente interesados.  Las altas estadísticas que aparecen cada día en encuestas y sondeos de opinión, también favorecen a otro presidenciable, el autoexiliado ex presidente Correa.

¿Es verdad que tanto los indígenas o Correa tienen las cifras necesarias para llegar a la segunda vuelta? No, más bien es una estrategia montada por las derechas, que aprovechando la ola de racismo que surgió en un sector de la población alrededor de los eventos de octubre, quiere crear ese enemigo a quién se debe combatir.

Pero, ¿Es verdad que tanto los indígenas o Correa tienen las cifras necesarias para llegar a la segunda vuelta? No, más bien es una estrategia montada por las derechas, que aprovechando la ola de racismo que surgió en un sector de la población alrededor de los eventos de octubre, quiere crear ese enemigo a quién se debe combatir.

Ese enemigo que sí tiene posibilidades de hacerse con el poder. Son entonces, el movimiento indígena y Correa con sus candidatos aquellos por los que nadie, ninguno de los mestizos, debería votar. En ambos casos y sin empacho, en ocasiones se los pone en el mismo saco, desde la propaganda sistemática que tanto el Gobierno como las derechas desarrollan, acusándolos de ser los violentos y generadores de los actos vandálicos de octubre. Alertan con ello a la mayoría mestiza sobre esos candidatos peligrosos y tácitamente muestran a Nebot y Lasso, como los necesarios.

Una estrategia generada por las derechas para ganar por partida doble, en un escenario ideal para ellas en las que solo quede por disputarse el grupo económico hegemónico que guiará los destinos del país. Sin embargo, a pesar de esta pícara creación del “malo”, no es que la tengan fácil, puesto que hay una gran diversidad de candidatos, en el espectro de esta tendencia ideológica: Balda, Lucio, los noveleros hispanistas más iberos que el Cid y quién sabe, otra vez Álvaro Noboa que al final, tiene los recursos para hacerlo y no es directamente beneficiado por los dos candidatos predominantes.

No les queda fácil, pues además esta Otto, quien se llevará un buen número de votos, luego de que fuera declarado candidato por esa estructura hueca porosa y deslegitimada que es ahora PAIS y que se carga el lastre de un Gobierno con poquísima aceptación, pero que también maneja al Estado para la campaña, como siempre ha ocurrido. Claro que “Ottito, el hijo de Don Ramón”, como le conocen las élites guayacas, a estas elecciones llega de calentamiento, las mira como un globo de ensayo previo, es su entrada en la gran política, con su mirada en las elecciones futuras, hasta como cuadro de consenso de las derechas y el populismo de Guayaquil, pues tiene la aceptación de todos esos círculos, incluido Guillermo Lasso.

De seguro Correa no será candidato, pero pondrá a un candidato que tendrá otro buen número de votos desde la derecha, el populismo y muchos que, siendo de izquierdas, creen en la palabra del caudillo. Votación que por supuesto no será tan abultada como quieren hacer ver las encuestadoras, en la simulación con Correa en la papeleta.

Las derechas comienzan a usar hábiles artilugios para pescar a río revuelto. Nebot, que se las dio de socialdemócrata en el primer semestre del 2019, ahora con su vocera la alcaldesa de Guayaquil retoma el discurso de la seguridad y de la mano dura. Lasso se perfila en la pesca del voto juvenil desde su propuesta hasta cierto punto irresponsable de eliminar el examen “Ser Bachiller” y, al mismo tiempo, apela al apoyo de ese grupo de clase media y media alta quiteña, que reniega de su ancestro indígena y que antes se vinculaba con la hoy extinta Democracia Popular y con los votantes más conservadores de la agonizante Izquierda Democrática. Por cierto: parte de este segmento de “Boomers”, ex DP y ex ID, son fervientes seguidores del correato.

La izquierda, o las izquierdas, desde el golpe estratégico que les diera Correa, al autodenominarse como tal, no levantan cabeza. Uno de sus líderes ya dijo directamente que no hay que mirar a las elecciones. Varios sectores de esta tendencia, que en su dimensión más amplia va desde el radicalismo marxista, los colectivos y los diversos movimientos sociales; hasta el centro moderado cuasi liberal, esperan que aparezca ese candidato al que entregarían sus votos. Los que no quieren ni a Lasso, ni a Nebot esperan, por enésima vez, que se de ese gran Frente Amplio, similar al que tuvieron con Moncayo en el 2017, para competir en las presidenciales del 2021 con cierta posibilidad de éxito. Pero ese Frente y el outsider que les representaría no aparecen, aun cuando el Partido Socialista lanzó una convocatoria y Unidad Popular también lo hizo, subrayando ésta última organización, que lo haría de mano del movimiento indígena. ¿Será que los convocantes deben ser otros? ¿Será Gustavo Larrea, de la naciente Democracia Sí, quien sea esa figura? Él ha manifestado que estaría dispuesto, si es que así lo deciden las organizaciones. Y aunque sus opositores pueden sacar en su contra sus cercanías con Moreno, él ya tiene una aparente ventaja: no sería el “tapado” del oficialismo, pues este va con candidato propio.

Desde la mediática campaña de la derecha y del Gobierno que posiciona a los indígenas como violentos, separatistas y hasta vinculados al correismo. Desde esa posición de mirarlos como un todo homogéneo y, sobre todo, desde una sociedad racista y conservadora que se manifestó como tal en octubre, es difícil que se proyecte en la segunda vuelta un candidato presidencial indígena, en caso de que oficialmente la CONAIE o Pachakutik decidieran lanzarlo. Más aun, dentro de una ola de derechización global, de cortes fascistas y hasta desde las voces disonantes de los nuevos reivindicadores hispanistas de la ultra derecha.

Y como ya se dio cuenta, en este artículo el más querido no es Gerardo Morán, sino un movimiento indígena al que los partidos tradicionales de izquierdas o derechas no saben mirarlo en su dimensión adecuada. Un movimiento cuyos líderes apoyarán al candidato regional o nacional desde sus propios intereses y sin agendas únicas.

El año electoral comienza y sus vaivenes me recuerdan a otro cantante popular, el juglar Fernando Jaramillo, que en los nacientes noventas nos cantaba a ritmo sabrosón este estribillo: “Ya vienen las elecciones, ya vienen los candidatos; serán los nuevos ladrones, vestidos de mojigatos…”

[PANAL DE IDEAS]

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Luis Córdova-Alarcón
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