
Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito
En el último enlace sabatino el Presidente, una vez más, arremetió en contra de los sectores sociales que han convocado al paro nacional, acusándoles de ser parte de una estrategia de restauración conservadora de la oposición de la derecha nacional y regional para desgastar y debilitar al gobierno.
El régimen intenta menoscabar los procesos de resistencia y lucha de los sectores sociales y populares, ejecutando una maniobra discursiva que consiste en mostrarlos como parte de una oposición conservadora, liderada por la vieja derecha oligárquica. Lo que se busca es inventar una confrontación política entre la “izquierda progresista”, que Alianza PAIS dice representar, y la derecha conservadora de la vieja partidocracia oligárquica; falsa contradicción en la que los sectores sociales y populares de izquierda queden marginados y negados del escenario político, tomado por las disputas interburguesas.
Presentada la oposición como una sola fuerza conservadora, el gobierno cree defender su falsificada identidad de izquierda y, con esto, recuperar el apoyo de los sectores sociales y populares con el cual llegó a la administración del Estado y ha podido gobernar durante estos años. Necesitan, también, mantener el respaldo de los sectores progresistas a nivel internacional, para que las movilizaciones sociales que se desarrollan en el país sean juzgadas como reaccionarias y así no se debilite su imagen internacional como gobierno de izquierda.
Al parecer, los petrodólares fueron una importante base para sostener la falsa identidad de izquierda, pues permitieron generar una política clientelar que simulaba ser revolucionaria y que, al mismo tiempo, permitía la transferencia de esta riqueza petrolera a los mismos grupos de poder económico nacionales y transnacionales. En otras palabras, mantenía más que felices a la burguesía nacional y transnacional, quienes se llevaron el grueso de las divisas petroleras a nombre del gasto social, que fundamentalmente fue el despilfarro de las mega construcciones que mantuvo contentos a los sectores medios convertidos en consumistas y tranquilos a los sectores populares, transformados en objeto de la caridad gubernamental.
Sin la barita mágica de los petrodólares, la situación política se complica para Alianza PAIS. Como todo gobierno al servicio del capital, en época de restricción económica, defenderá primero los intereses y los negocios del poder económico. Recordemos que los intereses de los grandes grupos económicos, sobre todo los transnacionales, están asegurados de antemano con marcos jurídicos legales que les garantizan valorizar sus “inversiones”. Solo para poner un ejemplo, dolorosamente conocido, pensemos en toda la riqueza que en los próximos años tendremos que transferir a los voraces acreedores de la inmensa deuda externa que hemos adquirido durante estos años de “revolución”.
El país una vez más será sometido a agudos procesos de reducción del gasto social y en consecuencia de mayor empobrecimiento de la población, basta mirar lo que sucede en Grecia y lo que América Latina ya vivió en los años del ajuste neoliberal.
Como hay que redirigir los pocos ingresos al pago de deuda, los sectores medios estarán obligados a reducir considerablemente sus niveles de consumo, ya que sus ingresos se comprimirán. Es casi seguro que algunas fracciones de la clase media pasen a formar parte de las clases bajas, pues habrá contracción del empleo lo cual llevará a que muchas familias e individuos no puedan pagar las deudas que contrajeron en épocas de “bonanza” y pierdan sus adquisiciones. Lo cierto es que tendrán que aceptar que se acabó la fiebre del “nuevo rico” y que su nivel de vida volverá a estar restringida en el marco de la necesidad.
De los sectores populares ni hablar, siempre son los más afectados en estas crisis. La burguesía a través de sus gobiernos de turno se asegura que las mayores consecuencias de los ciclos de contracción del capital la paguen los sectores empobrecidos, con lo cual quedan más devastados y expoliados. Lo primero que se recorta es la economía clientelar de los subsidios y la inversión social en salud, educación y seguridad social.
Hay que tomar que las últimas medidas económicas adoptadas por el gobierno - las salvaguardas, el retiro del 40% de aporte estatal al seguro social, la confiscación de los Fondos de Cesantía- afectan directa y principalmente a los sectores populares y medios.
La pelea de la vieja derecha es por la administración política del Estado. Al fin de cuentas, el gobierno de los tecnócratas populistas ya hizo lo que los neoliberales no pudieron hacer en su época; reconfiguraron el Estado como aparato de control político e ideológico de la sociedad (Ley de Minería, Ley de Agua, Ley de Tierras, Nuevo Código Integral Penal, Ley de Comunicación, Decreto 16, Ley de Justicia Laboral, Plan Familia Ecuador, TLC con UE, etc.) La burguesía quizá ya necesite o quiera un gobierno ideológicamente propio y sobre todo no desgastado políticamente.
Lo difícil va a ser que los miembros de Alianza PAIS se dé cuenta que su movimiento no existe por sí mismo, que los gobiernos o trabajan para la burguesía o son gobiernos del pueblo, pues esos son los poderes reales. Alianza PAIS hace rato que escogió al capital nacional e internacional como su mandante.
La resistencia de los sectores medios al gobierno es por motivos económicos, pues sin lugar a dudas la contracción de la economía les afecta, pero también es por la forma autoritaria, prepotente, excluyente e indecente de gobernar que ha implementado la Revolución Ciudadana.
Las luchas de los sectores populares es por defender la vida, la naturaleza, sus territorios, su cultura, su identidad, el trabajo digno, la justicia, la equidad; en contra de la explotación, la opresión y la exclusión. Es la lucha por construir un mundo humano y humanizante en relación de respeto y equilibrio con la naturaleza humana y no humana.
No existe una oposición con mayúsculas, derechosa y conservadora, como el gobierno quiere hacernos creer. Una es la oposición de la vieja derecha, que se enmarca en los conflictos de las fracciones de la burguesía por la dirección política del Estado, pues económicamente defienden los intereses del capital. Otra es la oposición de las izquierdas de los movimientos sociales, pues no disputan la dirección política del Estado y del capital, lo que disputan es la posibilidad de construir otro mundo por fuera de las coordenadas de la civilización capitalista-patriarcal y todas su formas económicas, políticas e ideológicas.
Los sectores medios tampoco son necesariamente de derecha, al contrario, en el país de las últimas décadas han mostrado ser bastante progresistas.
Así, pese a las manipulaciones discursivas del Régimen, queda claro que el paro del pueblo y el levantamiento indígena no son conspiraciones de la derecha para desestabilizar a un gobierno supuestamente de izquierda; son expresiones absolutamente legítimas de los trabajadores, de los pueblos indígenas, afroecuatorianos y montubios, de los campesinos, de las mujeres, de los jóvenes, de los estudiantes, de los ecologistas, de los jubilados, etc., en busca de justicia.
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