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28 de Abril del 2023
Ideas
Lectura: 6 minutos
28 de Abril del 2023
Alexis Oviedo

PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.

El periodista
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Está bien que esa izquierda, que calla y calló en el correísmo ante un caso similar, reciba el jalón de orejas que le hace el periodista para que se cuestione sobre sus sentidos ontológicos.

Difícil es la profesión del periodista, este debe buscar la noticia cada día y si le toca un reportaje, este debe ser atractivo, impactante, actual. Cuando ejercí brevemente ese noble oficio y traía una noticia que según mi jefe ya no “pegaba”, este decía en su tono neurótico “Esto es comida guardada. ¿Qué se hace con ella?”

Es un oficio espinoso, pues para escribir se debe investigar bastante, para proponer varias aristas del problema o del tema en cuestión. Es que la labor del periodista va más allá del escribir bonito, ser incisivo o presentar los hechos escuetamente.

El descarado periodismo gonzo de Hunter Thompson, que elimina barreras entre sujeto y objeto, ficción y no ficción es la tendencia del periodismo que la “sociedad de la transparencia” (Han dixit) quiere y consume con voracidad y llegar a esto no siempre es fácil. Aún acuciosos periodistas que investigan bien caen en la tentación de acomodar la verdad.

A los de pocos escrúpulos, los menos talentosos, los ociosos, esos que no oyeron nunca hablar de Oriana Fallaci y los que viven de escribir para contentar al poder no les queda más que mentir para lograr crónicas atractivas, para hacerse un nombre en los “medios”, a sabiendas de que, con ello sendos periódicos de trayectoria, tiraje y clientela reproducirán su escrito.

En ese contexto, es difícil para un periodista sacar un reportaje de impacto, si es que el tema escogido se asocia a un proceso judicial. Es más difícil, si es que ese proceso judicial trata sobre una grave acusación: trata de personas y cuyo proceso fue viciado desde el inicio al perderse la cadena de custodia investigativa. Se complejiza más, si se ve que como testimonios, no se tomaron las transcripciones de los audios, sino las interpretaciones realizadas por los policías que hicieron la “escucha”, los que de seguro no han oído hablar de Gadamer ni conocen las bases de la hermenéutica.

No es fácil para un periodista hacer un reportaje sobre un proceso judicial que no ha tenido precedentes y en el cual las versiones entre los supuestos testigos se contradicen. Es complejo compartir una opinión sobre un proceso judicial en el que estaban acusadas nueve personas, que cumplieron un casi año de reclusión, siendo declarados, seis de ellos inocentes y donde la autoridad judicial manifestó públicamente que la organización a la que pertenecían no podría ser declarada ni terrorista, ni guerrillera. 

Y, sin embargo, un periodista, publica su reportaje, sin mencionar esas consideraciones y además asevera cosas más graves que no quedan demostradas (usando el verbo que él repite en cada párrafo), tales como entrever que Leónidas Iza, el presidente de la CONAIE no estaría ajeno al delito de trata de personas, al ser indio y miembro de la misma organización, que Carlos Carguachi, uno de tres militantes guevaristas declarados culpables.

Con ello, el periodista, desde esa asociación artificiosa, deslegitima al principal contendor político de la derecha ecuatoriana y claro, con esas letras se gana un par de aplausos de los que manejan el país.

El periodista no se conforma y aprovecha para irse contra la izquierda, contra esa que hace “vista gorda de la violencia política” y en particular contra “los intelectuales y académicos izquierdistas” que defienden a los guevaristas que educan en el mercado de San Roque a los migrantes de esa ruralidad andina donde la política pública del gobierno, que el periodista defiende, nunca llega.

Y claro que ese es el rol de los intelectuales. Como dice Grüner, no acomodarse a las dispersiones blandengues del pensamiento débil, ni renunciar a imaginar un horizonte de transformación radical. El intelectual crítico, acota, es un ser disfuncional e in-enrolable, donde su programa de máxima es totalmente ajeno al poder. Pero, es posible, que el periodista no conozca a un colega suyo, considerado en su tiempo un intelectual, llamado Émile Zolá y no sepa la actitud que este tomó frente al affaire Dreyfuss.

Y el periodista, imagino ya emocionado, también ataca a esa izquierda que guarda silencio. Sin duda hace bien en señalar con el dedo a esos zurdos, que no dijeron nada cuando fueron llevados a prisión hace casi un año, nueve ecuatorianos, desde pruebas del delito tales como banderas, afiches, posters del Che y una carabina dañada para cazar tórtolas.  Está bien que esa izquierda, que calla y calló en el correísmo ante un caso similar, reciba el jalón de orejas que le hace el periodista para que se cuestione sobre sus sentidos ontológicos.

Kapuscinsky refiriéndose a los periodistas dice que estos tienen cinco sentidos: estar, ver, oír, compartir y pensar. Sin duda este último sentido es imprescindible para contrastar fuentes y comunicar efectivamente. Claro que esto es posible si es que los periodistas no tienen compromisos y si es que no les preocupa quedar mal con los que les pagan.

Difícil la vida del periodista, aún más difícil la de aquel periodista que eligió ganarse las lentejas sin lamer poderosas asentaderas.

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