
Posiblemente la Policía posea el verdadero número de muertes por encargo ocasionadas en los últimos tiempos, o, por los menos, las el año pasado. Porque, según esas fuentes, ha crecido exponencialmente el número de estos asesinatos sobre todo en Guayaquil y otras ciudades importantes de la Costa. Una perversa estrategia con la que cuentan los criminales para deshacerse de enemigos y contrincantes. Una estrategia que posee dos fuentes, La primera, tiene que ver con la persona que encarga asesinato del adversario y la segunda, la extensión de la violencia a los familiares cercanos involucrados en el ilícito.
La venganza posiblemente sea la primera de nuestras pasiones, tal vez inclusive más antigua que el amor y la ternura. Los textos míticos lo confirmarían. Yahvé Dios vengándose cruelmente de la pareja original que no cumplió la prohibición, sino que, al contrario, ella y él disfrutaron comiendo el fruto del árbol prohibido.
Lo prohibido es lo que más nos atrae. Lo prohibido ejerce una especial fuerza de atracción que a ratos se torna irresistible. Las venganzas son siempre equívocas de la misma manera que las desobediencias, las rebeldías y los mismos crímenes.
De hecho, una sociedad permisiva es menos conflictiva e incluso más pacifica que una sociedad en la que las prohibiciones se hallan por doquier. Vengarse no solo es de cobardes sino también de quienes se saben perseguido y maltratados. Desde una perspectiva social, no es de cobardes sino de rebeldes que no se resignan a ofrecerse a ser objeto pasivo del deseo del otro que, ordinariamente, se halla muy protegido por el poder de poder. La venganza aparece entonces como ese signo de poder de quien dispone de los medios para defender lo suyo y también para apropiarse de los bienes de sus enemigos.
En cierta medida, la venganza incluso habría aparecido antes que el mismo amor. El amor no es precisamente una mera declaración sino, por el conjunto de actos que se repiten y se sostienen en el tiemplo. El amor exige mutuidad que se extiende en un tiempo y que hasta podría llegar a poseer la característica de interminable. Amor eterno. No amaremos hasta que la muerte nos separe. En el amor son posibles el perdón e incluso el olvido. Quizás no se ama de verdad si no se perdona.
Lo más grave del sicariato es que sus autores, aquellos que lo ordenan, permanecen casi siempre en el absoluto anonimato, libres de toda sospecha y culpa. Inclusive podrían seguir disfrutando de excelentes relaciones sociales y económicas en una sociedad pacata
El perdón es un acto que posee cierta sublimidad, que nos eleva más allá de nosotros mismos, Cada perdón nos convierte poseedores de un don que solo nosotros poseemos y del que siempre estuvieron privados todos los dioses. Los dioses, por esencia, fueron vengativos, la ley de los dioses fue la del talión: ojo por ojo y diente por diente.
El mismo Cristo asesinado por su padre, es un ejemplo clarísimo de esa vendetta divina que nunca mira más allá de sí misma, La sangre no se le lava con el agua de los arrepentimientos y confesiones. Para los malos hay un infierno eterno.
El sicariato es tan antiguo como la humanidad. A ese puñal que el asesino escondía entre su toga los romanos lo denominaron cica. Ese puñal que salía a relucir en el mismo momento del ósculo de saludo y de devoción. La sonrisa de cortesía, el abrazo de amistad y el abrazo ágil, perversamente benévolo que hunde el puñal en el otro que ha sido engañado.
Lo más grave del sicariato es que sus autores, aquellos que lo ordenan, permanecen casi siempre en el absoluto anonimato, libres de toda sospecha y culpa. Inclusive podrían seguir disfrutando de excelentes relaciones sociales y económicas en una sociedad pacata.
Porque el sicario pocas veces conocerá al verdadero criminal que siempre se refugiará tras excelentes estrategias de seguridad. Tan solo si este sistema fallase, solo entonces la justicia dará con él y lo condenará.
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