
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
El trono, en la monarquía, tiene en el imaginario político una representación corpórea del poder. En la democracia desaparece lo corpóreo, pues el poder no pertenece a nadie en particular, por lo que se lo representa como un lugar vacío. Quién lo vaya a ocupar es incierto hasta que se exprese la voluntad de los ciudadanos de manera libre, y no siempre unánime. Tampoco el pueblo tiene una representación corpórea.
Esta lúcida constatación del filósofo francés, Claude Lefort se la entiende mejor contrastando dos hechos ocurridos en estos días. La elección de Xi Jinping para un tercer mandato como líder supremo de la República Popular China y la renuncia del cargo de la primera ministra del Reino Unido, Liz Truss.
Xi Jinping culmina en el XX Congreso del Partido Comunista su ascenso al poder, iniciado diez años atrás, “sin regla de sucesión conocida”. Al estar el poder representado por una persona de carne y hueso, tiene connotaciones similares a la del monarca.
El caso de China contrasta con los cambios ocurridos en el Reino Unido, con la muerte de Isabel II. Su sucesión por Carlos III es congruente con el carácter de la monarquía británica, que es parlamentaria y más democrática que el régimen chino.
No fue Carlos III quien designó a la primera ministra. Ella triunfó en una contienda interna del Partido Conservador, en este momento el partido gobernante, porque tiene la mayoría en el parlamento.
Este revés de Truss no le afecta solo a ella, sino al Partido Conservador. En las elecciones previstas para 2025, el Partido Laborista podría tener una nueva oportunidad para hacerse cargo del gobierno. No es el caso de China, donde existe un solo partido que es más poderoso que el propio Estado.
Ese puesto no le daba al Partido Conservador la potestad de decirle a Truss cómo actuar en su gestión. Su desempeño fue objeto de críticas, tanto que se vio obligada a renunciar. Xi Jinping, por el contrario, se rodeó de fieles y obedientes partidarios como miembros del Comité Permanente del Comité Central, en el que no hay ninguna mujer. Bajo este régimen no se admite el disenso. Se trata, entonces, de una presidencia sin límites, patriarcal y machista.
Este revés de Truss no le afecta solo a ella, sino al Partido Conservador. En las elecciones previstas para 2025, el Partido Laborista podría tener una nueva oportunidad para hacerse cargo del gobierno. No es el caso de China, donde existe un solo partido que es más poderoso que el propio Estado.
Estas diferencias entre China y el Reino Unido muestran los distintos grados de control del poder. La democracia establece procedimientos de redistribuciones periódicas en el ejercicio del poder. En China, pese a las diferencias entre Mao Zedong, Den Xiaoping y Xi Jinping respecto del manejo de la economía, los tres líderes usufructuaron de la propiedad del poder. Este monopolio pretende evitar la incerteza que, en cambio, acosa a la democracia. Nada debe quedar al azar.
La tolerancia cero a la Covid aplicada en China con confinamientos rigurosos e inflexibles que no excluyeron el uso de la represión, grafica los alcances de ese dominio sobre todo el espectro social.
En la democracia, por el contrario, coexisten la riqueza de los pocos, la virtud o la excelencia de los mejores y la libertad que pertenece al pueblo. Hay un común litigioso, lo que implica una contienda entre el bien común y los conflictos de clase. Esa contradicción no se dirime mediante la fuerza sino en el marco de la deliberación. Por eso abundan las incertidumbres. El Estado no pertenece a un solo grupo, ni a una sola clase.
El pueblo -dice Jacques Rancière- “no es otra cosa que la masa indiferenciada de quienes no tienen ningún título positivo -ni riqueza ni virtud- pero que, no obstante, ven que se les reconoce la misma libertad que a quienes lo poseen”.
Pese a la desigualdad social, los pobres comparten la libertad, así sea en términos relativos. Ello les permite organizarse y luchar por sus derechos y reivindicaciones.
En un régimen como el implantado en China el pueblo no goza de la libertad que ostentan los usufructuarios del poder cuya acumulación no se transmite a las mayorías.
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