Furibundo, porque le habían desobedecido, el omnipotente Yahvé castigó a la original pareja mítica obligándola trabajar de sol a sol para obtener el indispensable sustento de cada día. Antes, los alimentos caían del cielo amasados y horneados por un dios a quien le hacía feliz el incuestionable sometimiento de los hombres y de ejércitos de ángeles que lo protegían. Ese aparente beneficio de ninguna manera era gratuito. Todo lo contrario, su costo era tremendamente alto: se pagaba con un absoluto y total sometimiento a la voluntad de un amo cruel. Solo podían alimentarse los sometidos, nunca los libres.
La famosa sentencia: de hoy en adelante comerán sus alimentos con el sudor de la frente, constituyó el inicio de toda salvación y de toda libertad. Por ende, nunca debió interpretarse como castigo. Sin embargo, millones de niños no tienen ese pan para cada día. Al mismo tiempo, otros millones arrojan cada día millones de panes a la basura.
Con la invención del trabajo, se dio inicio a los procesos tanto de libertad como de creatividad. Porque, como todo lo humano, el trabajo pertenece al mundo de la salvación, del placer y de la esperanza. Al tiempo que nos provee de libertad y autonomía, nos convierte en creadores. En principio, el trabajo no está para esclavizarnos sino, todo lo contrario, sino para convertirnos en insaciables creadores. Porque nada está hecho, todo está haciéndose en un mundo absolutamente inacabado.
A cada generación le corresponde la creación de su presente y de su futuro. De lo contrario, nos convertiríamos en meros repetidores de un pasado inexistente. El pasado es lo que dejó de ser para siempre. El futuro es nuestra promesa de vida.
Antes, los alimentos caían del cielo amasados y horneados por un dios a quien le hacía feliz el incuestionable sometimiento de los hombres. no era gratuito. su costo era tremendamente alto: se pagaba con un absoluto sometimiento a la voluntad de un amo cruel. Solo podían alimentarse los sometidos, nunca los libres.
Solo allí es capaz de surgir el placer. Cuando fue corrompido, el trabajo se convirtió en una de las formas más elegidas por su eficacia para dominar e incluso para esclavizar. Innumerables los hombres y mujeres esclavizados a un trabajo que nunca produce placer.
Las sociedades contemporáneas tratan de liberar el trabajo de cualquier atadura a un poder esclavizante. Existen horarios estatuidos y vigilados. Sin embargo, la practica social no siempre se ajusta a los ordenamientos jurídicos y sociales. Entonces, el trabajo se convierte en una de las falaces estrategias de dominio, desde el amo, y de sobrevivencia, desde el trabajador.
De esta manera se torna absolutamente inevitable el aforismo romano: primero vivir y después filosofar.
Y esto desde el inicio mismo de nuestro ejercicio laboral: el estudio escolar y sus implicaciones en los ejercicios de la libertad y de lo placentero. Sin embargó, ni las prácticas ni las iniciativas y costumbres sociales han logrado que el trabajo sea un derecho de todos por igual en un encuadre agradable y liberador.
Quien carece de la posibilidad de elegir, se someterá al trabajo incluso con la inevitable sonrisa del esclavo. Todos y cada uno de nosotros deberíamos estar absolutamente convencidos de que el trabajo no es nuestro destino primordial sino un medio más para sostener nuestra vocación lúdica.
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