
Una de las virtudes fundamentales de un verdadero líder político es la ecuanimidad. Esa capacidad de afrontar con suficiente serenidad el triunfo y la derrota, la certeza y la duda. Para los antiguos griegos, era la primera virtud que debían poseer los dioses de la paz y aquellos que mantienen el ritmo del mundo.
Yaku Pérez borró con el codo casi todo lo que había escrito con la mano. Justo en el momento en el que muchos que no habían votado por él empezaban a mirarlo como una buena posibilidad futura, tuvieron que dar marcha atrás, desviar la vista para no mirarlo como antes. Lo hicieron con una mezcla de rabia y también de compasión.
Un líder político que pretende trascender de lo local a lo nacional, no puede ir al espacio de los reclamos con una alforja llena de improperios y violencia verbal ni con amenazas. Todo lo contrario. Ante el relativo fracaso, rápidamente se alimenta de ecuanimidad, de serenidad y de paciencia. E inmediatamente empieza a pensar en el futuro. Un candidato que no piensa en el futuro, no es político. Quien no es capaz de asumir serenamente una derrota, no es político.
El campo electoral es similar al campo de Marte. Ganan no solo los más numerosos sino los más fuertes de espíritu y de inteligencia. La sagacidad implica paciencia, mirada profunda, palabras justas y medidas eficientes. No locuacidad. No pataletas de niño encaprichado. El héroe sabe incluso rescatar con justeza una parte de éxito en medio del fracaso. Y acepta que no llegar a la meta a la primera vez solo exige una revisión profunda de lo hecho. El reconocimiento y valoración de errores y limitaciones es propio de quienes luchan con valentía, ahínco y serenidad.
Llegar en la primera vuelta al borde de la segunda, no es nada despreciable, sino todo lo contrario: habla de un proceso político en marcha. Por ende, de ninguna manera razón suficiente para armar el escándalo del siglo y exigir que, de angas o de mangas, se le coloque en la segunda vuelta en la que, imagina, triunfará necesariamente.
Yaku Pérez se emborrachó con la primera copa porque la bebió en ayunas y a solas. Sí. En ayuno político y también psicológico. Es decir, sin un análisis serio de esta y otras experiencias previas. Claro que había conseguido una prefectura. Pero una provincia no equivale a un país absolutamente más grande y más complejo. La lógica dice que quien puede lo más puede lo menos. Pero no necesariamente al revés. Yaku jugó mal con su lógica. Desde esa embriaguez, algunas cosas empezaron a salirle mal.
Yaku Pérez borró con el codo casi todo lo que había escrito con la mano. Justo en el momento en el que muchos que no habían votado por él empezaban a mirarlo como una buena posibilidad futura, tuvieron que dar marcha atrás, desviar la vista para no mirarlo como antes
Probablemente la mayoría del país tenga más de una duda sobre algunos aspectos del último proceso electoral. Es cierto que en no pocas mesas electorales no estuvieron ciudadanos necesariamente honorables. Es cierto que hay gente éticamente perversa que hace lo que le da la gana para ayudar a uno u otro candidato. Absolutamente cierto que hay trampas.
Pero Yaku llevó estas dudas al extremo de casi exigir nuevas elecciones. Buena parte de su argumentación no se sostenía ni en principios ni en hechos lógicos, éticos y legales. De lo particular él dedujo lo general. Y eso no vale en ninguna circunstancia. Lo cual, sin embargo, sí debe ser tomado muy en serio por las autoridades electorales. Porque si el río suena, piedras lleva. ¿Cómo dudar de que se violaron normas y se manipularon datos?
Por desgracia, los oídos del poder se han llenado del cerumen de la corrupción desde hace mucho, mucho tiempo. Un cerumen que afecta tanto a los del poder como al mismo sistema electoral.
Desde luego que el Consejo Nacional Electoral confía en quienes presiden y constituyen cada junta y cada mesa electoral. Sin embargo, una confianza demasiado supuesta y demasiado lábil. Cada junta electoral constituye un espacio de poder. Y si bien posee normas estrictas y muy determinadas, la labilidad humana hace que la voluntad popular pueda ser vil y eficientemente manipulada.
La verdad nos hace libres, pero no necesariamente mejora las condiciones de vida. Una sociedad que cree en las elecciones confía en que su voto no será manipulado. De hecho, el país ya no quiere oír más que en mesas y juntas electorales se realizan actos tramposos para favorecer a determinado candidato. No es necesario jugar a ser tondos: a lo largo y ancho del país, se manipula la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
Es hora de cambios urgentes. Es posible, y quizás incluso necesario, que las Fuerzas Armadas integren las juntas electorales en buena parte del país. Eso no las hace meterse donde no deben. Cada militar es, primero y ante todo, un ciudadano. No sufraga, pero podría formar parte de las mesas y así proteger el orden y la fidelidad de los comicios. No desde fuera, como mirones, sino desde dentro, como actores. Un tema para analizarlo a profundidad.
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