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21 de Noviembre del 2022
Ideas
Lectura: 5 minutos
21 de Noviembre del 2022
Consuelo Albornoz Tinajero

Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.

Entre Serrat y Van Gogh
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Las ocasiones para el cambio que nos brinda el arte, no es posesión exclusiva de sus creadores, productores o intérpretes. Y esta es otra de sus virtualidades, pues lo extrae del elitismo y de sus pretensiones de exclusividad.

Quito tuvo la suerte de disfrutar de dos actividades de altísima calidad artística: la despedida de Joan Manuel Serrat, con su concierto denominado “El vicio de cantar”, y la exposición inmersiva “Imagine Van Gogh”. Dos producciones estéticas memorables, vitales y evocadoras, en especial por la sequía de presentaciones artísticas de excelencia, sobre todo luego de los confinamientos pandémicos. Dos ocasiones en las que quienes apreciamos las artes pudimos sumergirnos y deleitarnos con estas creaciones.

El último concierto de Joan Manuel Serrat nos embebió a los espectadores en la poesía cantada a la que nos ha acostumbrado. Lo vivimos con la alegría y ternura que transmiten sus canciones, y con la fuerza expresiva y belleza que encierran. Fue una oportunidad que la reviviremos cuando necesitemos escuchar sus historias y recordar a los personajes tan humanos y contradictorios que las habitan, inspirados todos ellos en las más diversas realidades sociales. Su recital fue una experiencia cuya singularidad se repite en cada presentación de “El vicio de cantar” porque es un hecho artístico. Pues el arte, según la cita de Picasso, “sacude del alma el polvo de la vida cotidiana”.

La exposición inmersiva “Imagine Van Gogh”, aún en escena, es otra vivencia en la cual el encanto de la imagen y el movimiento de las obras pictóricas seleccionadas componen una coreografía en sintonía con una banda sonora que incluye obras de compositores coetáneos de Van Gogh, como Satie, Saint-Saëns, Delibes o Prokófiev, además de otros grandes como Händel y Mozart. El uso de la técnica del warping permite que las pinturas proyectadas se reflejen en su integridad en las superficies, sin importar cuan magnificadas se presenten. Ello permite a todo quien concurra a esta exhibición vivir una experiencia virtual tan real que deviene en genuina, pues es en vivo.

La producción de ambas obras se sucede luego de que la pandemia y el confinamiento trajeron consigo el reconocimiento del valor del arte, de todo arte, para revitalizar, devolvernos salud y bienestar, valores potenciados si la participación es presencial y compartida. Pero más allá de que esas afirmaciones hayan devenido en un lugar común, a medida que recuperamos en número y en calidad los espacios para participar en actividades artísticas, cuando concurrimos a una de ellas lo comprobamos por la armonía que nos entregan, por el aliento que nos regalan, por la esperanza que nos provocan y por el buen ánimo que nos confieren.

La producción de ambas obras se sucede luego de que la pandemia y el confinamiento trajeron consigo el reconocimiento del valor del arte, de todo arte, para revitalizar, devolvernos salud y bienestar, valores potenciados si la participación es presencial y compartida

Tanta capacidad de movilización de las artes responde a que el arte y la cultura nos acercan a nuestra condición humana y nos ofrecen la posibilidad de transformarnos y de trascender. Nos estimulan porque suelen contener la resistencia y el desafío a lo establecido, a las rutinas y a las realidades oficiales por normalizadas o naturalizadas. Y porque no pocas veces actúan desde los márgenes, y nos conducen a encuentros inimaginables, pues introducirnos en un hecho artístico, nos despliega y nos abre a posibilidades impensadas y a nuevas conversaciones, como observa la coleccionista y promotora de arte Francesca Thyssen- Bornemisza .

Las ocasiones para el cambio que nos brinda el arte, no es posesión exclusiva de sus creadores, productores o intérpretes. Y esta es otra de sus virtualidades, pues lo extrae del elitismo y de sus pretensiones de exclusividad. Tal potencialidad también incluye a los espectadores, no pocas veces concebidos como entes pasivos, carentes de autonomía y de sensibilidad creativa. El filósofo francés Jacques Rancière defiende la “actividad de interpretación activa” del espectador pues lo mira como alguien capaz de juicio, de lucidez, de pensamiento y de acción.

Por si fuera poco, desde otra perspectiva, The Lancet examina los beneficios de las artes para la salud física y mental. La música puede reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial antes de una intervención quirúrgica. El canto puede ayudar a personas con problemas respiratorios; la danza puede facilitar la recuperación de la motricidad luego de sufrir un accidente cerebrovascular. Cantar en coro o tocar la batería en grupo disminuye la ansiedad y la depresión. ¡Qué maravilla! ¡Qué vivan todas las expresiones artísticas!

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Entre Serrat y Van Gogh
 
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