PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
Lo que Cuba representó en los sesenta del siglo pasado quedó plasmado en un libro insigne escrito por Wright Mills, un sociólogo norteamericano, cuyas obras ocupan un lugar preeminente en la academia. Escucha, Yanqui recoge las versiones de los líderes del gobierno revolucionario de Cuba en su momento de oro. “Mi objetivo central-dice Mills- “es presentar la voz del revolucionario cubano con la mayor claridad y fuerza posibles” para que sea escuchada en los Estados Unidos. El libro fue escrito en 1961.
Se pretendía con esta publicación desterrar los prejuicios reinantes en ese país. “No creemos que tú entiendas quiénes somos, cómo llegamos donde estamos ahora, qué tratamos de hacer y cuáles son los obstáculos en nuestro camino”. Por eso el nombre del libro.
Los entrevistados por Mills, Fidel Castro inclusive, eran conscientes de que ninguna revolución podía durar eternamente. “Llega el momento en que no se puede seguir “acampados”, los terribles problemas de la consolidación y de llevar adelante los beneficios de la revolución son problemas distintos de los que suponía la etapa insurreccional”
En ese marco, en el que se muestra cómo los revolucionarios cubanos se miraban a sí mismos, los acontecimientos recientes-las protestas del 11 de julio- aparecen como un vuelco no previsto entonces. Hoy más que el yanqui, paradójicamente, son los dirigentes del estado cubano los llamados a escuchar al pueblo, como lo señalan voces que no vienen de la derecha ni de la contrarrevolución, sino del mundo del arte, o sea de la actividad intelectual creativa.
Los cantautores cubanos, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, emiten severos juicios sobre la última represión en su país. “Es irresponsable- dice Milanés- culpar y reprimir al pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que a la final lo que hace es encarcelarlo” (El Universo)
Por su parte, Silvio Rodríguez, músico cubano y también cantautor, apunta errores estratégicos cometidos en la conducción de la revolución: “Se quisieron quemar etapas; se pensaba se podía llegar a ese estado ideal comunista; se pensó que el Estado podía asumir la complejidad del trabajo y estructura de nación, pero la realidad nos dijo que no era posible” (El País)
El laureado escritor Leonardo Padura, acreedor a múltiples premios y galardones a nivel internacional, en el medio digital argentino Perfil, declara: “Asumo que es mi derecho pensar y opinar sobre el país en que vivo, trabajo y donde creo”.
Resalta Padura que el grito del 11 de julio es el resultado de la desesperación de una sociedad que atraviesa no solo una larga crisis económica y sanitaria, sino también una crisis de confianza y expectativas”. Cree que es una advertencia que debe ser tomada en cuenta por las esferas políticas dirigentes que, al parecer, se han separado de la calle.
Se vuelve necesario, dice, “atender las razones de este grito de desesperación y extravío de las esperanzas que, en silencio pero con fuerza, desde antes del 11 de julio venían dando muchos de nuestros compatriotas”
Desde luego, condena el embargo comercial que viene desde el inicio de la revolución, y se opone a cualquier tipo de intervención extranjera, peor si se trata de una de carácter militar. En este campo, se puede decir que sigue teniendo vigencia el vigoroso testimonio de Escucha Yanqui, escrito nada más ni nada menos que por un acreditado sociólogo norteamericano.
Lo que se impone, a juicio de Padura, son soluciones y no represión. Los ciudadanos que se han manifestado en las calles, los que han opinado en las redes sociales, los que sufren el descontento y la disconformidad en las colas de varias horas bajo el sol o la lluvia, con pandemia incluida, para comprar alimentos, medicinas, esperan ser escuchados. Las respuestas que se exigen “no solo deberían ser de índole material sino también de carácter político”, lo que implica construir una Cuba inclusiva que reduzca las distancias entre el gobierno y el pueblo.
Lo que se impone, a juicio de Padura, son soluciones y no represión. Los ciudadanos que se han manifestado en las calles, los que han opinado en las redes sociales, los que sufren el descontento y la disconformidad en las colas de varias horas bajo el sol o la lluvia, con pandemia incluida, para comprar alimentos, medicinas, esperan ser escuchados.
Atreverse a opinar sobre el país “en que vivo, trabajo y donde creo”, dice Padura, es riesgoso, en tiempos como este. “Siempre se es reaccionario para alguien y rojo para alguien” Pero, agrega, “asumo ese riesgo como hombre que pretende ser más libre, que espera ser cada vez más libre”
Reprueba la violencia. No caben las soluciones de fuerza y oscuridad, “como imponer el apagón digital (…) mucho menos puede emplearse como argumento de convencimiento la respuesta violenta, en especial contra los no violentos. Tampoco caben las soluciones extremistas y fundamentalistas, hay que evitar que se enraíce un peligroso estado de odio que ha ido creciendo en los últimos años”.
Alienta Padura la recuperación de la esperanza y de una imagen posible de su futuro. La esperanza, afirma, se la rescata con esas soluciones provenientes de diálogos sociales “que por no llegar, han causado, entre otros, muchos efectos devastadores, las ansias migratorias de tantos cubanos” Precisamente es sobre esto último que versa su reciente novela Como polvo en el viento, en la que un grupo de jóvenes cubanos fieles a la ideología oficial vivieron una fractura profunda “que terminó empujándolos en todas direcciones, luego de transitar por décadas en un solo sentido”.
Para estos jóvenes, 1984 de Orwell les reveló una sociedad en la que gobierna el control y los individuos pierden cualquier posibilidad de libertad. “Es literatura subversiva” exclama uno de ellos, “anticomunismo puro” Otro le amonesta: “no seas dogmático compadre, es una historia sobre el control y la vigilancia”. Y ¿dónde ocurre esto? pregunta alguien. “En una sociedad del futuro, al parecer perfecta” “Comunista o capitalista” se preguntan “El problema es que te hace pensar, ¡y lo que piensas te da una angustia!
Justamente esta fue una confesión recogida por Mills en Escucha Yanqui:
“No hemos atravesado todo ese proceso terriblemente destructivo (el estalinismo, las purgas) Somos revolucionarios de la época postestaliniana, no hemos creído en ningún Dios que falló”
Otra, se refiere al paredón.
“Ejecutamos a los batistianos, a unos quinientos o seiscientos. Los fusilamos, sin lo que los norteamericanos considerarían-curiosamente en nuestra opinión “un juicio justo”, sabemos que eso no te gusta, así que vamos a explicarte cómo lo vemos nosotros.
Quizá en términos de moral cómoda, ninguna muerte es excusable, incluyendo-recuérdalo por favor- las enormes matanzas de las guerras en que han participado ustedes, los yanquis. Pero por inmoral que sea, los fines y los resultados son muy distintos en los diversos lugares y en las diferentes épocas. Porque lo que importa, después de todo, es a quién se mata y por qué”
Tolstoi fue el apóstol de la no violencia; defendía la tesis de que ninguna guerra podía ser justa y que no cabía más reforma que la “abolición de la guerra” Su teoría de la resistencia activa, la no-violencia, cimentada en pensamientos de autores indios fue publicada en un periódico hindú, bajo el título Carta a un hindú. Esta publicación motivó un breve intercambio epistolar con un joven abogado hindú llamado Mohandas Gandhi. “Tolstoi resultó determinante para alumbrar el espíritu de Gandhi, y en consecuencia también para que fuese posible el espíritu de Martin Luther King” ( Lo que yo pienso sobre la guerra, Lev Tolstoi, 2014)
Creo que Silvio Rodríguez concuerda con este espíritu cuando sostiene que EE UU quiere crear una clase media en Cuba lo suficientemente poderosa como para ser influyente en las decisiones políticas. “Hay sectores ortodoxos cubanos que se oponen diametralmente. Pero, en medio de eso, hay mucha gente que cree que se puede ser amigo dulcificando la intervención de EE UU. Y no olvidemos lo que le conviene al pueblo. Creo que cada vez el pueblo debe tener más participación en las grandes decisiones”
Estas voces venidas de una intelligentsia cubana más equilibrada, pero no menos leal a Cuba, muestra otras opciones alejadas de la guerra y de los fanatismos de derecha e izquierda. Apuntan a recuperar el sentido de un proyecto social humanista, en base al diálogo, al entendimiento y no, a la violencia.
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