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2 de Agosto del 2022
Ideas
Lectura: 4 minutos
2 de Agosto del 2022
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

¿Estado en quiebra moral?
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La democracia no solo necesita defensores sino también ciudadanos que la vivan real y profundamente. Requiere de un sistema de verdades claras y distintas que deshagan las falacias de los no demócratas cuyo ejemplo paradigmático fue, es y seguirá siendo Rafael Correa.

El país atraviesa una situación sumamente crítica en lo político. No se trata de un recurso lírico sino histórico que se origina en los nefastos y oscuros tiempos del correísmo. Sí, Correa se propuso, desde el primer día, sembrar el caos moral, la mentira y el latrocinio para sacar el mayor provecho posible de esa lotería lograda, casi sin saber leer ni escribir de política ni de administración y, menos todavía, de honorabilidad. Pero sí gracias a su capacidad de fingir y engañar para su provecho personal.

Desde entonces, es como si se hubiese instalado en el corazón mismo de lo político un arte de engañar, fingir y mentir. Correa creó una justicia a su medida. Listo, como todo buen pícaro, declaró que la justicia se hallaba en estado de corrupción absoluta e irremediable. Por ende, decretó el cambio casi total de jueces que fueron seleccionados “técnicamente” pero a su medida. Así, por arte de magia y en menos de lo que canta un gallo, se convirtió en dueño de jueces y fiscales. Como nunca antes, se sentía seguro y también perversamente feliz.

¿Cómo creen, entonces, que Glas logró salir de la cárcel? El correísmo y su estructura socio-política se hallan más vigentes de lo que nos imaginamos. De hecho, todavía son prácticamente dueños de algunos sectores administrativos y políticos del país. Desde allí, por ejemplo, se planteó, como si nada, la destitución del presidente Lasso. 

El correísmo constituye una fuerza política eminentemente perversa porque sus objetivos nada tienen que ver con el bienestar del país. Tan solo se busca el perdón y olvido para todos los pecados de Correa y los de su entorno. Saben bien que toda salvación proviene del otro, y que ese otro no puede ser sino uno de ellos, es decir, en última instancia, el mismo Correa. 

El correísmo constituye una fuerza política eminentemente perversa porque sus objetivos nada tienen que ver con el bienestar del país. Tan solo se busca el perdón y olvido para todos los pecados de Correa y los de su entorno.

Esto determina que se haya producido una suerte de transmutación de la ética. El bien personal prima sobre el colectivo. El bien se halla determinado por lo que desea Rafael Correa. Y no hay nada más que añadir y, menos aún, que juzgar. Ahí radica tanto el criterio de lo bueno como de lo justo. Y su ejemplo lo aplican al pie de la letra. 

Son ellos los encargados de diaria tarea de minar la democracia. Para lograrlo, buscan el desprestigio del presidente Lasso que, en última instancia, constituye el referente real de la democracia. Él y no la Asamblea que se halla en sí misma apolillada y carente de representatividad política y ética.

Desde luego, no falta quienes, incluso aparentando ser sus detractores, le hacen el juego a Correa. Son los que se niegan sistemáticamente a ver al país y sus realidades complejas que requieren de soluciones urgentes. Son quienes que, de labios afuera, dicen velar por los intereses del país cuando, solo buscan recuperar el poder para, nuevamente, convertirse en sus dueños absolutos. 

La democracia no solo necesita defensores sino también ciudadanos que la vivan real y profundamente. Requiere de un sistema de verdades claras y distintas que deshagan las falacias de los no demócratas cuyo ejemplo paradigmático fue, es y seguirá siendo Correa. A la democracia no le hacen falta discursos de marras sino claros y permanentes ejercicios de libertad y honorabilidad. 

La democracia no busca redentores sino gobernantes honorables y ciertos que, por ende, no hagan del engaño su estilo de vida ni del poder la mejor de las estrategias para delinquir y enriquecerse ilícitamente.

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