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12 de Octubre del 2017
Ideas
Lectura: 6 minutos
12 de Octubre del 2017
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

Evo Morales y las enfermedades del poder
Al presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, como suele acontecer con todos aquellos que tienen sangre de dictadores, le vale un comino la decisión popular. Él quiere ser reelegido y punto. ¿Berrincho de niño que no quiere dejar un juguete con el que se ha divertido pero que ya no le pertenece?

Es probable que el ansia de poder lo lleve en la sangre lo que le movería, de manera irresistible e inevitable, a querer ser presidente vitalicio de Bolivia. Él el único. Él el designado por los hades a crear el destino de ese país que ha tenido una historia marcada por el caudillismo y la explotación inhumana. Morales no quiere abandonar el poder, pese a que el NO a la reelección indefinida ganara en la consulta popular del 2016. Ese evento electoral que debió atravesar por un doloroso trabajo de parto obstaculizado por Morales para que no nazca el NO que había sido ya previamente concebido por la mayoría de bolivianos. Desde entonces, la no reelección indefinida es ley. 

Pero a Evo Morales, como suele acontecer con todos aquellos que tienen sangre de dictadores, le vale un comino la decisión popular. Él quiere ser reelegido y punto. ¿Berrincho de niño que no quiere dejar un juguete con el que se ha divertido pero que ya no le pertenece?

El NO del referendo le importa un rábano. Encaprichado, quiere seguir jugando con el poder y para lograrlo pretende hacer tabula rasa de las normativa constitucional. Y es que esa reelección indefinida estuvo bajo la manga en la supuesta ideología del denominado  socialismo del Siglo XXI inventado para ese trío latinoamericano Bolivia, Ecuador, Venezuela. La revolución ciudadana predicada a voz en cuello no quiere decir otra cosa que un sistema de dominación, no precisamente de una ideología, sino de un grupo de vivarachos políticos que se apoderaron del poder y del que no quieren desprenderse porque en ello les va la vida. 

Por eso, Correa desde Bélgica no cesa  de dar ayes de dolor por el poder perdido. No se cansa de comparar su gran sabiduría y su imponderable eficiencia con la mediocridad y torpeza de su sucesor. Él mismo no entiende cómo, habiendo logrado que mañosamente se reformara la Constitución en favor de la reelección indefinida, no la haya utilizado en su provecho. Ahora se debate entre el síndrome abstinencia de poder y el delirio de pretender seguir mandando a su partido al que se resiste a ver como es, las ruinas de una ideología cuyo principal exponente es su amado amigo, compañero y cómplice, el vicepresidente Glas, vidrio trizado en mil pedazos porefecto no precisamente ni tan solo  del descubrimiento de sus innumerables prácticas corruptas sino por el develamiento de la hipocresía de un discurso sobre la honradez y la verdad de un partido político fundado para asegurar su permanencia en el poder.

Ubicarse en el socialismo, aunque se lo califique pomposamente del siglo XXI, y pensar en la democracia equivale exactamente a pensar en círculos cuadrados. ¿O es que no se ha estudiado con honradez intelectual la historia del socialismo y del comunismo desde sus orígenes? La institucionalización del engaño.

Ni qué decir sobre lo que acontece en Venezuela. Maduro recibió el gobierno en herencia, por lo tanto, Venezuela le pertenece. ¿Socialismo del Siglo XXI? Maduro no tiene la más remota idea de nada que no sea de sus ansias de poder. Para él, ser heredero de Chávez debe ser tomado al pie de la letra, es decir, si Chávez conquistó Venezuela para sí, es absolutamente lógico que Venezuela le pertenezca por derecho propio.

Morales, Correa y Chávez (Maduro) el famoso trío que armó con sumo esmero la idea de que ellos constituían los nuevos redentores de América Latina. Lula da Silva y las herederas Kirchner y Dilma se constituirían en sus ecos en Argentina y Brasil. El grupo paradigmático por excelencia de lo que implica la posesión del poder y el ejercicio de la corrupción llevada al extremo de su perfección.

Porque no se busca la reelección únicamente para mantener la omnipotencia política, administrativa y jurídica, sino también y sobre todo para dos cosas fundamentales: la apropiación de los bienes del Estado y las inconmensurables ventajas de la impunidad judicial. A Lula y a Dilma tempranamente se les cayó el andamiaje y ya no pudieron evitar que se desparrame la fetidez de su corrupción.

¿Cuánto habrá de este proceso en la testaruda posición de Evo Morales que, pese a toda ley, no desiste de ir a una reelección ilegítima e ilegal? Por sus obras los conoceréis. Las manos nunca estarán limpias porque se las califica de tales sino porque realmente no se han ensuciado con los dineros del país. Qué difícil aceptar que los más cercanos colaboradores  de un presidente, como Correa, hagan de las suyas sin que él estuviese bien enterado. El imperio de las manos limpias y de los corazones ardientes exige también ojos ciegos y oídos sordos. Las reelecciones indefinidas están destinadas a sepultar cuentas y conciencias sociales en el cementerio de las impunidades.

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