
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Una de las características del populismo autoritario es que calienta la olla de presión hasta que estalle. Tarde o temprano. El clientelismo frenético y la política irresponsable son como lagartija cruzando el río: no pueden detenerse so pena de hundirse. En esa vertiginosa carrera van postergando o creando problemas hasta que la sociedad explota.
Rafael Correa quiere heredarle al próximo presidente una caldera hirviente. No importa si se trata de su coideario, Lenín Moreno. La clave es salir ovacionado por la puerta grande mientras el circo se incendia. A fin de cuentas, y con un hábil manejo publicitario, solo quedará registrada la primera imagen. Pero el cálculo está mal hecho. En toda América Latina la era del retorno triunfal de los caudillos llegó a su fin. En la sociedad posmoderna los pueblos cambian de referentes políticos al ritmo del consumo suntuario. Si hoy, en los hechos, Alianza País perdió las elecciones presidenciales, será demasiado difícil ganar alguna a futuro.
Si Moreno se llega a imponer a la brava, tal como consta en el libreto verde-flex, tendrá que enfrentarse a tres fantasmas de lo más indeseables. El primero será la sospecha del fraude electoral. Con cada decisión contraria a los intereses populares, con cada equivocación o metida de pata, medio país le enrostrará su ilegitimidad. Haya o no haya fundamento. El peor favor que le haría el cuestionado Consejo Nacional Electoral sería ungirlo en medio de tanta sospecha.
El segundo fantasma tiene que ver con la dimensión de la crisis. Nadie sabe lo que realmente está sucediendo. Pero no es necesario contar con datos auténticos sobre la economía para darse cuenta de que el problema está más feo que comida de presidio. Que más de la mitad de sufragantes haya votado en contra del oficialismo no refleja únicamente un hartazgo político; es la constatación de que la crisis golpea a la cotidianidad de la gente. Más allá del maquillaje publicitario del régimen, hay una situación adversa para una gran mayoría de ecuatorianos.
El tercer fantasma luce aterrador: la lista ampliada del caso Odebrecht. No la del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, sino la otra. Esa que se refiere a un centenar de altos funcionarios correístas que habrían recibido coimas por unos 300 millones de dólares. La lista podría salir a la luz como festejo de bienvenida del eventual gobierno de Moreno. Cien funcionarios de alto nivel es bastante gente. ¿Cuántos de ellos podrían estar ocupando, al momento de la revelación, importantes cargos públicos?
Claro, muchos dirán que, tal como se han manejado las cosas durante estos diez años, es probable que el escándalo resbale como jabón. Lo dudo. La corrupción en este gobierno, que sin exageración puede ser catalogada como la más descomunal de la historia nacional, influyó decisivamente en el debilitamiento electoral del binomio Moreno-Glas. Y al menos medio país no está dispuesto a seguir tragándose ruedas de molino.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]





NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]


