
Atrás quedaron los días en que los periódicos tenían un staff hasta de 15 fotógrafos, algunos especializados en deportes, producciones fashion, fotografía documental, política… También es muy lejano recordar suplementos con alta calidad fotográfica, que incluso eran material didáctico para los que por esos años estudiábamos y veíamos como un sueño poder publicar en los medios que tenían un amplio despliegue fotográfico y que hacían fotoperiodismo.
En Ecuador hacer y vivir del fotoperiodismo se ha convertido más allá del romance (y si, las buenas fotos tocan fibras íntimas y demás… pero ¿nuestro trabajo es respetado?) en sobrevivir a la ola de la ya famosa “crisis de los medios”. No siempre fue así. Guillermo Corral fue por más de 25 años editor de fotografía de un importante medio del país. Él era como un ventarrón en una enorme redacción, sostenía una buena foto con argumentos técnicos, de sensibilidad y de coyuntura. Era respetado, escuchado, y defendía a su equipo de fotoperiodistas por encima de argumentos vacuos de lectura de imagen, que a los fotógrafos no nos convencen mucho.
Lo de “Corralito” (Así le decíamos con cariño a Guillermo) también es otro recuerdo, una historia que no se repite, alguien inexistente en las actuales redacciones. Eso lo vemos cada vez que abrimos los medios impresos y digitales del país: el tratamiento de las fotografías es ligero, la inmediatez se impuso a la calidad y me atrevo a asegurar que la falta de cultura gráfica que nos asfixia hace que las fotografías y fotógrafos seamos subestimados y por ende el oficio sea precarizado.
En esta dura época del mundo, el Ecuador debe quedar registrado cómo un documento histórico de lo que somos y fuimos, de la transformación social, política, y qué mejor que hacerlo desde proyectos de largo aliento.
La pandemia ha dejado en evidencia la dura realidad de los fotógrafos. Desde hace algunos años el pago es mínimo, las condiciones de trabajo son muy difíciles. En el caso de los freelance, estos realizan su trabajo sin medidas de bioseguridad por la misma paga. En Ecuador la cultura de freelance es estar agradecido de que te hayan asignado el trabajo y estamos obligados a salir a trabajar porque la competencia aquí es voraz y desigual. La situación económica de muchos fotógrafos ha llevado a bajar demasiado los precios, ocasionando un ruptura del mercado.
Como gremio nos queda mucho camino por recorrer. Debemos unirnos y ser más celosos en cuidar y defender los derechos de autoría, exigir que se respeten nuestros nombres como creadores de una imagen, crear un tarifario digno, encontrar la manera de que nuestras fotos no sean robadas y publicadas sin nuestro consentimiento y si lo hacen que haya una legislación que castigue este hurto.
Los fotógrafos escribimos desde el visor, y en este sentido es necesaria la valoración de los fotoperiodistas. En esta dura época del mundo, el Ecuador debe quedar registrado cómo un documento histórico de lo que somos y fuimos, de la transformación social, política, y qué mejor que hacerlo desde proyectos de largo aliento. Las historias fotográficas permiten transmitir humanidad en un mundo lleno de noticias que mueren en segundos. Mirar a través de la fotografía es sentirnos humanos, y es clara la necesidad de que los medios apuesten por este tipo de proyectos.
Agosto es el mes mundial de la fotografía, no lo dejemos ir sin mirar más allá de la foto. Miren a las personas que cargamos equipos de mas de seis kilos, que durante la pandemia no paramos un solo día, que antes de sacar la cámara ya tenemos la foto en nuestra cabeza y que el click que para la mayoría es lo más fácil porque tenemos “camarotas”, para nosotros es un conjunto de conocimiento, sensibilidad, empatía y compromiso.
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