
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
Nuestra Tri mostró virtualidades que escasean en el campo del juego político. El equipo destacó no solo por el dominio de la técnica sino por su arrojo, su pasión, su entrega. Las barras que asistieron a los partidos no fueron meros espectadores. La acompañaron con fervor patriótico. Las diferencias sociales, políticas e ideológicas no impidieron una acción colectiva que puso al país en primer término. El Ecuador, poco conocido en el contexto de naciones a nivel mundial, hizo sentir su existencia como un país cohesionado y pujante.
Esta constatación me lleva a reflexionar sobre los parámetros sociológicos que subyacen en el terreno del juego. Este juego, el del fútbol, no consiste solo en patear la pelota ni en meter goles. Tanto que ha suscitado comentarios de gran calibre formulados por filósofos de la talla de Kant, Hegel, Spencer, citados por el académico alemán, Gerhard Vinnai, en su libro El fútbol como ideología (1970). Estos grandes pensadores resaltan una característica del juego: la libertad. Vinnai, en tanto, sostiene que dicha libertad ha sido suprimida en el fútbol por la racionalidad capitalista, cifrada en la productividad y rentabilidad económicas.
Sin duda que en torno al fútbol se levanta una industria del espectáculo a nivel mundial que lucra del esfuerzo, habilidad y arte de los jugadores y de sus equipos que compiten en los diversos torneos. También es cierto que el componente lúdico del juego ha sido menoscabado por herramientas tecnológicas como el VAR. Los futbolistas son evaluados preponderantemente por indicadores cuantitativos, como los que rigen el mundo laboral. No cabe duda, tampoco, la obscena distancia entre los millones de dólares que cuesta un espectáculo tan fastuoso que se realiza cada cuatro años, con la pobreza y el hambre que se propagan en el mundo.
Los integrantes de la Tri no actuaron como máquinas productoras de goles, sino como seres dotados de atributos propios de su entorno cultural. Desde niños encontraron en el fútbol una salida a la pobreza. El valle del Chota es pródigo en la generación de estos talentos. Pues este juego también implica la conjunción de mente y cuerpo. El acierto de Gustavo Alfaro en dar cabida a los más jóvenes y en saber valorar esas cualidades humanas que no se reducen a la capacidad física hizo parte de una conducción estratégica que le dio sentido y proyección al equipo. Lo cualitativo pesó tanto o más que lo cuantitativo.
Si bien el predominio del aspecto cuantitativo se revela en la importancia del número de goles a favor o en contra de un equipo, en los puntos que suma un equipo por sus victorias, derrotas o partidos empatados y el lugar que ocupan en la tabla de posiciones, el fútbol no ha perdido su carácter de magia que seduce a ricos y pobres, a europeos, asiáticos, africanos, árabes, americanos del norte y del sur.
El campo de la subjetividad, en el que afloran expectativas, imaginarios, emociones, gratificaciones, pesares, ilusiones, desilusiones hace parte de ese entramado que explica la fascinación que el fútbol suscita en millones de personas en el mundo.
Es hora de que el país se plantee como objetivo destacar no solo gracias a intrépidos jugadores de fútbol y a otros deportistas en distintas disciplinas, sino al despertar cívico del pueblo y a la reeducación de la clase gobernante.
Este campeonato mundial ha permitido el encuentro de voluntades y mentes contrarias a la violación de los derechos humanos cometida en países como Qatar e Irán. La FIFA no pudo contener estas expresiones que son parte de los sentimientos que están latentes en la gente que ama el fútbol, pero no a costa de los atropellos que esos regímenes cometen impunemente.
El fútbol, entonces, pese a los intentos de despojarle de su carácter deportivo, esto es, de su condición de juego libre y espontáneo, de convertirle en un sucedáneo del mundo laboral en el que imperan la rentabilidad y la supremacía de los más fuertes, sigue siendo un espacio en el que jugadores y espectadores se conectan no sólo por cálculos comerciales sino por apetencias intangibles que pueblan su subjetividad que recorre todo el planeta.
Este deporte es, además, una ocasión para pensar la libertad en el campo político. La democracia se expresa en un juego, como el fútbol, en el que intervienen los desposeídos en condiciones de igualdad frente a los potentados. Ejemplo que contrasta con la existencia de divisiones originadas en estructuras de explotación económica y discriminación social y política. De ahí que el fútbol convoque a la solidaridad que rebasa las fronteras; las ex colonias vencen a sus anteriores dueños; es posible soñar un mundo sin racismo, sin discriminaciones de género, sin complejos, en el que la riqueza acumulada por las grandes potencias sirva para sacar de la sumisión económica, social y política a las masas que, momentánea y paradójicamente, se apartan de la realidad imperante en cada continente. Y del cataclismo ambiental que amenaza a todo el planeta.
Traslademos el enfoque de Vinnai al juego político. En éste tampoco prevalece la racionalidad de los números ni la racionalidad de las abstracciones. Los bandos que se disputan el poder deben aprender a jugar. Esto significa conjugar la teoría con la práctica, la racionalidad con los imaginarios, la ciencia con la poesía. Por ello afirmo: en un juego, nada está dicho. Gana el que juega mejor. En toda competencia se impone la inteligencia, no la fuerza. Todo lo contrario que en la guerra, como en la ejecutada por Putin contra Ucrania.
Es hora de que el país se plantee como objetivo destacar no solo gracias a intrépidos jugadores de fútbol y a otros deportistas en distintas disciplinas, sino al despertar cívico del pueblo y a la reeducación de la clase gobernante y de sus electores, para, conjuntamente, meterle goles a la pobreza y a la irracionalidad de la anti política que se nutre de la polarización.
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