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24 de Octubre del 2017
Ideas
Lectura: 9 minutos
24 de Octubre del 2017
Andrés Ortiz Lemos

Escritor y académico.

Género: ¿Ideología, enfoque o teoría?
Así, en lugar de complejas explicaciones de los fenómenos sociales, podremos usar los eslóganes, moralejas, consignas y lugares comunes que nos ofrecen los sistemas ideológicos. La ideología no sería si no una suerte de degradación del lenguaje, y por consiguiente una disminución voluntaria de nuestra posibilidad intelectual.

Louis Althusser veía a la ideología como un mecanismo de interpelación desde las clases dominantes hacia quienes están en posición subalterna. En efecto serían los "aparatos ideológicos", es decir la iglesia, la escuela, los medios de comunicación, e incluso la familia, los encargados de convertir a los individuos en seres "sujetos" a la visión del mundo de aquellos que poseían recursos, incluso, para definir los sentidos cotidianos. En base a estas ideas, uno de sus discípulos más ilustres, Michel Pêcheux, llegaría a concluir que el lenguaje es en esencia una ideología. El legado de estos sindicalistas (el precavido lector debe saber que llamo sindicalistas a los filósofos marxistas) ayudaría a fomentar la idea generalizada en las escuelas de ciencias sociales de que ideología es un término de connotaciones negativas vinculadas al anhelo de control de un grupo privilegiado sobre un colectivo, en cierto modo manipulable.

Conferencistas contemporáneos como Slavoj Žižek son continuadores, más o menos predecibles, de estos principios y difunden básicamente las mismas ideas con ayuda de artificios comunicativos más amigables al mundo virtual. Al final, diversos intelectuales persisten en explicar, hasta el día de hoy, los sistemas de creencias comunes desde la idea marxiana de "falsa conciencia".  Hasta aquí nada nuevo, sin embargo, debo resaltar un elemento en el que efectivamente concuerdo con todos ellos: estamos travesados por la ideología y nuestro lenguaje cobra sentido dentro de esta.

Por otro lado, desde perspectivas críticas, y marcos teóricos mejor logrados, cabría mencionar a Robert Nisbet, un pensador brillante que especuló sobre el carácter epistemológico de la ideología. Para él, la complejidad del mundo contemporáneo exige un esfuerzo intelectual muy grande. Se necesita pensar mucho a fin de entender el universo que nos rodea. Para facilitarnos el trabajo existe la ideología como una explicación generalizante del mundo. En otras palabras, la ideología sirve para no tener que pensar demasiado.

Así, en lugar de complejas explicaciones de los fenómenos sociales, podremos usar los eslóganes, moralejas, consignas y lugares comunes que nos ofrecen los sistemas ideológicos. Nisbet es brillante. La ideología no sería si no una suerte de degradación del lenguaje, y por consiguiente una disminución voluntaria de nuestra posibilidad intelectual. Quien explica el mundo desde la ideología renuncia a verlo en su complejidad, y dimite a pensar con claridad. Acorde a esta idea general, pero desde otra tradición teórica, se pueden mencionar los aportes de Hannah Arendt. Desde un ejercicio de etimología libre, la pensadora define a la ideología como "logos de la historia". Esta, sería una explicación simplificada de las razones sociales y del acontecer humano. Para el adepto a una ideología las cosas ya están explicadas, el mundo tiene un sentido simple, pre establecido, de acuerdo a las consignas y eslóganes de sus portavoces. Esto incluye los movimientos autoritarios. En efecto los totalitarismos surgirían, invariantemente, de ideologías que han llegado a imponer, exitosamente, su visión del mundo sobre la sociedad.

En este punto valdría hacernos un cuestionamiento, ¿existe la ideología de género? La pregunta está mal planteada. En primer lugar, el "género" evoca a un conjunto de seres, o individuos, que tienen caracteres comunes. Es decir es una idea abierta.  Por eso no utilizo jamás el término "ideología de género" porque su sintaxis no tiene sentido. Eso no quiere decir que prácticamente todos los discursos desde las militancias vinculadas a temas de género sean ideologías. Lo son, y encajan de manera estricta en las definiciones de   Arendt y Nisbet. Las ideologías vinculadas a temas de género, las cuales son diversas, representan, en muchas ocasiones, visiones totalizantes y simplificadoras de la realidad social, las cuales guardan, usualmente, un elemento común: la creencia de orden mitológico que los hombres heterosexuales formarían, colectivamente, un constructo  plagado de  connotaciones negativas el cual   sería  responsable de todas las inequidades, económicas, políticas, sexuales y simbólicas en la sociedad. Las ideologías establecerían campos antagónicos binarios donde aquellos que no adscribieran a sus consignas, estarían fatalmente confrontados con los grupos que promulgan una suerte de proyecto ético-moral destinado a contrarrestar los males del mundo, atribuidos desde luego, al patriarcado. No hay mucho más que decir. Las conclusiones deberían ser evidentes.

Algunos intelectuales insisten, con enojo, que el término correcto para referirse a estos sistemas de pensamiento es "enfoque de género". Esta es una imprecisión aún mayor. Independientemente que haya sido canonizada en eventos de orden burocrático como Beijín 1995 (créame, los burócratas y las ONGs no pueden pretender imponernos juegos de lenguajes transgrediendo la lógica proposicional). Suponer que hay un solo "enfoque" es en esencia imponer una única visión del mundo, lo que implica, una vez más, en la exigencia de perspectivas totalizantes de explicación del  mundo y,  esto, es lo que representa la ideología para  Hannah Arendt.   Revise diversos trabajos, tanto en el mundo de la literatura como de las llamadas ciencias sociales y notará que existen varios "enfoque de género" dependiendo las perspectivas, agendas, ideologías y tradiciones religiosas de sus autores. No existe un único "enfoque de género".

Dediquemos algunas palabras en torno a la pretendida teoría de género.  Desde la perspectiva de epistemólogos como Karl Popper toda hipótesis, o sistemas de hipótesis, deben pasar por un estricto proceso de falsación para llegar a ser consideradas sistemas teóricos. Esta es la premisa que se acepta en los protocolos de la ciencia moderna. Así pues, para filósofos de la ciencia como Mario Bunge la pretensión de cientificidad de planteamientos ideológicos encajaría con lo que denomina "charlatanismo académico", un conjunto de enunciados retóricos que exige ser predicado en las universidades bajo la amenaza del juicio moral de sus adeptos.

Existen, sin embargo, otros autores más dispuestos a dar la bienvenida a diversas concepciones sobre el significado de las ciencias. Ellos sí están abiertos a identificar como teorías a varios sistemas de pensamiento fuera de los métodos de falsación vigentes en la academia, incluyendo autores vinculados a temas de género. Se podrían citar algunos ejemplos, como la "teoría queer" promovida por estudiosas como Teresa de Lauretis o Judith Butler, quienes basadas en los trabajos de Berger y Luckmann, considerarían que el género, y aún el sexo, son construcciones sociales. En este punto cabría decir que, si bien es posible, desde tradiciones epistemológicas que entienden a la ciencia como un proceso de interpretación, definir estos aportes como teorías, debería quedar claro que se hace referencia a estudios específicos. Pero no sería posible definir a un concepto tan abierto como el "género", en sí mismo, bajo el estatus de teoría.

¿Mi opinión? Cada persona es libre de adscribirse al sistema ideológico que prefiera. Pero sería deseable que este no busque imponerse a otras personas bajo categorías tan rimbombantes como la ciencia. El resultado poco feliz,  podría desnudar los escasos alcances de los ideólogos de moda.

@Aortizlemos

Nota: En caso que el tema sea de su interés, estaremos discutiendo este y otros tópicos, el miércoles 25 de octubre de 2017  a las 18:00 en un evento público en  FLACSO.

[PANAL DE IDEAS]

Alexis Oviedo
Alfredo Espinosa Rodríguez
Fernando López Milán
Pablo Piedra Vivar
Juan Carlos Calderón
Patricio Moncayo
Gabriel Hidalgo Andrade
Marko Antonio Naranjo J.
María Amelia Espinosa Cordero

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