
Consultor de organismos internacionales en temas de fortalecimiento de capacidades, políticas públicas, procesos educativos y de gestión ambiental. Con estudios de filosofía y antropología y autor de publicaciones sobre temáticas ambientales.
Un estudio de la Universidad de Yale reveló que aproximadamente 600 grandes empresas y transnacionales han salido de Rusia a partir de la invasión a Ucrania. Para tener una idea aproximada de la magnitud de este boicot conviene ilustrarlo con algunos ejemplos. Las navieras que monopolizan el transporte de contenedores, la danesa Maerks, la italiana MSC y la francesa CMA CGM dejaron de llevar mercancías hacia Rusia. También se ha sumado la transnacional UPS. En el sector financiero, Deutsche Bank, Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup, American Express, Visa y Mastercard. En energía y combustibles fósiles, Shell, British Petroleum y Exxon. En el área del consumo masivo, McDonald’s, British American Tobacco, Unilver (Dove y Knorr), Nike, Adidas, Starbucks, Pepsico, Ikea, H&M, Heineken, Nestle (aunque ha sido criticada por no abandonar del todo el mercado ruso), KFC y Pizza Hut. En el entretenimiento, las redes y en el campo cibernético, Netflix, Disney, Google, Youtube, Warner Bros, Pixar, Sony, PlayStation, Microsoft, Apple, PayPal y Airbnb. En el transporte, UBER, AIRBUS, Boeing, BMW y Mercedes Benz. En los deportes, la FIFA.
Miles de tiendas cerradas, decenas de miles de empleos perdidos, miles de millones de dólares fuera de circulación, aislamiento informático, actos deportivos y artísticos suspendidos, complicaciones globales de las cadenas de suministro, incremento de los precios de los combustibles fósiles, cierre de mercados, etc.
Desde un punto de vista comercial, hay razones para creer que estamos presenciando una guerra mundial. De un lado Occidente y todos sus aliados y de otro lado Rusia en compañía de China e India y de algunos otros países que no se han sumado a las sanciones ni al boicot económico. Y prácticamente todas las grandes empresas y transnacionales han debido alinearse o tomar partido. Europa está cercana a concertar una suspensión de las importaciones de gas, petróleo y carbón rusos.
Desde un punto de vista comercial, hay razones para creer que estamos presenciando una guerra mundial. De un lado Occidente y todos sus aliados y de otro lado Rusia en compañía de China e India y de algunos otros países que no se han sumado a las sanciones ni al boicot económico
En el Ecuador se sienten ya los efectos, por ejemplo, en las exportaciones de tres productos emblemáticos: flores, banano y camarón. Por el lado de las importaciones, el incremento de los precios de los fertilizantes y, en general, de los agroquímicos producen aumentos en los precios de los alimentos. Y si bien el precio del petróleo genera alivio fiscal, es posible que la economía doméstica ecuatoriana no sea compensada. Así pues, nos encontramos con un desafío económico global que tiende a complicarse día tras día, en una escalada de difícil pronóstico.
No deja de ser interesante el hecho de que la globalización, las transacciones en instantes por medio de las redes informáticas, así como las nuevas formas de producción y consumo simbólico en la actual era posindustrial, encuentren un límite de orden político y militar. Que el sistema SWIFT deje de operar en algunos bancos rusos. Que la aviación internacional de Occidente deba evitar los cielos de la Federación Rusa, un territorio enorme que facilitaba las trayectorias por el Ártico. Solamente habría que imaginar las dramáticas consecuencias globales de que un país que representa algo más de una novena parte de toda la tierra firme del planeta. con sus más de 17 millones de kilómetros cuadrados, se encuentre aislada de una buena parte de la circulación de servicios, bienes materiales y del flujo de la información. ¿Cuál es el mensaje de fondo?
A modo de hipótesis, uno de los mensajes puede ser el siguiente: las transnacionales, el capital financiero, y las grandes empresas, en la era global y posindustrial, pueden circular libremente y pueden subsumir a la política, siempre y cuando no se vean vulneradas las bases mismas del orden internacional vigente. Y este mensaje de orden económico y comercial tiene un destinatario estratégico que posiblemente no es la Federación Rusa, que puede ser China. El mensaje principal contra la Federación Rusa es de orden militar, pues su peso económico global no es tan relevante. Incluso la Federación Rusa, con su enorme territorio, podría amurallarse, empobrecerse y sobrevivir de espaldas al mundo, constituir una nación que no entra en los códigos de la globalización occidental. ¿Pero China lo podría hacer?
China desde un punto de vista comercial es tan poderosa como dependiente. Su capacidad exportadora y, por lo tanto, el superávit comercial del gigante asiático, dependen en buena medida del consumo occidental, no tanto de su aliado ruso. Se calcula que para el año 2021, la balanza comercial de China tuvo un saldo positivo récord de 676.000 millones de dólares, esto pese a las consecuencias negativas de la pandemia. Un alineamiento tan poderoso de Occidente, del capital financiero y de las transnacionales puede constituir el mensaje de fondo hacia China, para que no pretenda subvertir el orden internacional.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]





NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]



[MÁS LEÍ DAS]


