
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
En los días de la revolución francesa (1789), el ciudadano Robespierre acuñó una frase célebre que simplificaba procesos: “Quién no está con la revolución, está contra la revolución”. Desde dicha frase, pensamientos y personas asumían su lugar y sellaban su destino, que para muchos, incluido el propio Robespierre, fue la guillotina. Su sentido siguió vigente en otras latitudes y sin que rodaran cabezas, marcó apasionamientos que hacían difícil explicar objetivamente el ejercicio del poder.
En nuestros días convivían dos bandos antagónicos y sin embargo, desde febrero del 2017 hay una plácida revolución ciudadana realoaded, con la cual están muy cómodos los antiguos anticorreistas, entre ellos los banqueros, que públicamente manifestaron su beneplácito con el presidente Moreno y las cámaras de empresarios; el alcalde Nebot e incluso Lasso, su contrincante electoral del 2017, quien los acusó de haber hecho fraude. De pronto, quiénes detestaban a la revolución ciudadana, son amigos del revolucionario sucesor de Correa.
Es lógico que esté muy agradecida la banca con el presidente Moreno, pues consiguió que destituya al ministro de Economía Carlos de la Torre, quien planteaba una agenda heterodoxa. De esa agenda, la propuesta que sin duda “cayó mal” a los banqueros fue la parte en que el ministro propuso dinamizar el sistema financiero, desde el libre juego de la oferta y la demanda. Para ello, él invitaría a competir en el sistema financiero ecuatoriano a bancos internacionales, tanto en captación del ahorro, en costos por servicios, en puntos porcentuales de tasas, en especial activas, que se esperaba bajarían, generando confianza para realizar préstamos y motivar la inversión. Pero el lobby bancario con Egas y el mismo Lasso a la cabeza funcionó y De la Torre fue sustituido, luego de una fugaz Elsa Viteri, por Richard Martínez, el hombre de las Cámaras.
Hace pocos días, el gobierno anunció que las tarjetas de crédito, no cobrarían intereses al vencimiento, como hasta ahora, sino desde el mismo día que se hace la compra. Esta es otra medida, que por supuesto le significa la gratitud de los banqueros, quiénes dicen, que así funciona en el resto del mundo.
El régimen morenista, con toda justicia recibe las loas de los empresarios, de las multinacionales y de las petroleras, pues ha sido muy generoso con ellos. Del total de la remisión (1193 millones), el 80% se llevaron tan solo 16 empresas, la mayoría petroleras (69%), dos multinacionales y dos bancos (sí, ¡esos!). La remisión monetaria significó una condonación de 1137 millones de dólares para el 2% de los beneficiarios, aquellos que venden más de 5 millones al año, y apenas 56 millones para el 98% de beneficiarios, las microempresas y pequeñas y medianas empresas.
Paradójicamente, son estas últimas las generan más empleo. De esa remisión, el 86% fue para el impuesto a la renta de las compañías, que no pagaron utilidades a sus trabajadores y sólo el 1% a personas naturales. Como regalo de año nuevo, el salario básico de los trabajadores para 2019 se incrementó en “astronómicos” 9 dólares.
Los inversores y enterpreneurs también están de plácemes con el gobierno de Moreno, no faltaba más. Su asesor Santiago Cuesta, trabaja sin descanso para concesionarles las empresas más rentables del país, la estatal de telecomunicaciones y algunas hidroeléctricas, que se hicieran con sobreprecios en el anterior gobierno verde agua, donde Moreno fue vicepresidente.
El gobierno de Moreno comenzó, desde la esfera política, diferenciándose del correismo y reorganizando la estructura del Estado, pero en lo económico, no mostraba un claro plan económico, solo medidas difusas. Y aunque desde el inicio descolló Pablo Campana, yerno de la principal accionista del poderoso grupo monopólico NOBIS, es desde mayo pasado que varios sectores se concentraron bajo su mando, como ministro de producción, comercio exterior, inversiones y pesca, influyendo además en los sectores agricultura, energía y turismo. ¡Ni cuando estuvo en la Copa Davis!
Por esos mismos días, Martínez asume la cartera de Economía y el gobierno de Moreno muestra claramente su estilo: las prebendas descritas para los pudientes, paquetazo en combustibles, despidos de trabajadores estatales, anuncios de reducción de presupuestos para inversión social y de planes conjuntos con el tristemente célebre Fondo Monetario Internacional (FMI). El gobierno, en dos años pasa del tono verde flex correista a tonalidades amarillas PSC con azulinos tonos conservadores. El camaleón, mamá, el camaleón… cantaban “Los Wawancó”. Pero hay ministros de izquierdas, en Inclusión social y Agua. Desde agosto una abogada moderada en Interior y desde diciembre un académico en Educación.
Este estilo de gobernar, economía y producción para la derecha y la izquierda en el frente social, recuerda al gobierno de Lucio Gutiérrez, con su poderoso ministro de Economía, el ortodoxo neoliberal cercano al PSC, Mauricio Pozo, mientras Agricultura y Educación estaban dirigidos por Luis Macas y Rosa María Torres, respectivamente y por poco tiempo. Gobernabilidad dicen unos. Un viejo economista del siglo XIX, decía que en última instancia lo determinante es lo económico. En Ecuador del 2019, los sectores con mayores ingresos del Ecuador, desde una standing ovation dicen ¡Gracias Lenín!
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