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7 de Noviembre del 2019
Ideas
Lectura: 7 minutos
7 de Noviembre del 2019
Carlos Arcos Cabrera

Escritor

Guaguas de pan, colada morada y Halloween
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El sincretismo es la caldera en que se fragua el mestizaje, un mestizaje ligado a la globalización, al que podríamos denominar «globestizaje». Es evidente la existencia de una disposición para combinar guaguas de pan, colada morada y Halloween. Sincretismo.

Entre sorprendido y fascinado, pude experimentar estos días en Quito lo que los antropólogos llaman sincretismo cultural. Nuestra América es experta en ese proceso. Los templos mexicanos se levantaron sobre los templos otomíes y sus dioses se fundieron en los mitos de Huitzilopochtli, Tlaloc o Quetzalcóatl. A lo largo de la historia de los «pueblos originarios» ⎯ambiguo término⎯, muchos fueron conquistados y vencidos: su sangre tiñó de escarlata las aguas de un lago; otros terminaron de esclavos, en el mejor de los casos, o de víctimas para los sacrificios ⎯hombres, mujeres y niños⎯ para que el sol brillara nuevamente y mirara abrirse la «flor letal», el corazón palpitante, arrancado del pecho de las víctimas, antes de ser quemado y de que los cuerpos rodaran por las inclinadas gradas de los templos y fueran a parar a la olla y a la mesa. A quien interese el tema, recomiendo el extraordinario estudio del historiador Christian Duverger La flor letal: economía del sacrificio azteca (FCE, México, 1983). 

Los dioses han sido implacables en sus exigencias al género humano en todo tiempo y condición. Veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas fueron sacrificados por el sabio rey Salomón cuando ofreció el templo a Yahvé. ¡Es palabra de Dios! Los griegos hacían grandes hecatombes de bueyes y carneros para congraciarse con los dioses del Olimpo. Hoy podrían ser acusados de violencia injustificada a los animales. Durante trescientos cincuenta años, la Iglesia Católica llevó a la hoguera a miles de judíos, conversos, ateos y sodomitas para castigarlos a unos por herejes y a otros por el pecado nefando: debían preservar la palabra de su dios ―dogma de la fe cristiana―, y su contradictoria moral mientras se apropiaban de los bienes de las víctimas y protegían a los pederastas. Hoy se les acusaría de genocidio.   

Los dioses de los «pueblos originarios» fueron asimilados o metamorfoseados en otros dioses por otros «pueblos originarios». Los conquistadores castellanos, con Cortés a la cabeza, construyeron los templos católicos sobre los templos mexicas, totonacos, tlascaltecas o incas en lo que fue Perú incásico, que incluía Quito. Las fiestas religiosas, primeramente, en el calendario juliano y luego en el gregoriano, se fundieron con las fiestas y celebraciones a los dioses tutelares de los vencidos. El más complejo de los sincretismos es el que conjugó la imagen de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, (dice el mito histórico que Moctezuma creyó que Quetzalcóatl retornaba a su reino, del que fue expulsado, en la persona de Cortés) con la Virgen de Guadalupe, en el proceso de formación de la identidad nacional de México. A quien interese al tema recomiendo el libro de Jaques Lafaye, Quetzalcóatl y Guadalupe: La formación de la conciencia nacional en México (FCE, México, 1978). 

En la tradición andina y mexicana se trata de recordar a los difuntos, de decirles que los tenemos presentes de manera que ritualmente compartimos con ellos la comida y brindamos con ellos el aguardiente, el tequila, la chicha, el pulque y la colada morada.

Sin el peso ni la importancia del caso mexicano (aquí no fructificó algo así como una «conciencia nacional») alguna vez escuché sobre la vinculación de la Virgen del Quinche con los cerros donde están las potencias tutelares de Oyacachi, sitio de contacto entre los «pueblos originarios» de la sierra norte y los quijos. 

¿Por qué me sorprende esa conjunción de guaguas de pan, colada morada y Halloween? Confieso mi ignorancia acerca del significado de Halloween. Debo reconocer que acudí a Google y descubrí que es una celebración cuyas raíces provienen de los celtas, la asimilaron los romanos, que la hicieron una con la fiesta de la cosecha. Por los vericuetos de las culturas, en 1840 ⎯eso dice Wikipedia con una certeza poco convincente⎯ los irlandeses la llevaron consigo cuando desembarcaron en Norteamérica. La idea de rendir culto a los difuntos está en su esencia. Hollywood la ha convertido en una noche de terror; el sentido primitivo se ha trastocado y es la noche de brujas. Lo cierto es que las brujas son las que tienen el poder para vincularse con el otro mundo. Probablemente quienes se disfrazan desconocen que era la forma primitiva de evitar que los malos espíritus causaran daño.

En la tradición andina y mexicana se trata de recordar a los difuntos, de decirles que los tenemos presentes de manera que ritualmente compartimos con ellos la comida y brindamos con ellos el aguardiente, el tequila, la chicha, el pulque y la colada morada. Es una evocación con una definitiva y abrumadora carga cultural que viene del mundo kichwa, y quién sabe de los «pueblos originarios», los señoríos étnicos que fueron vencidos y dominados por los incas. En el caso del México de los aztecas, de acuerdo con Fray Bernadino Sahagún, el primer etno-historiador en la Nueva España, a los difuntos se los celebraba en el noveno mes Xocotluetzi, que en el calendario juliano iba del 23 de julio al 31 de agosto: estaba asociado a la caída de la fruta. Hoy en México, al igual que en los Andes, se celebra en noviembre.

 Más allá o más acá de todo esto, Halloween, con la carga de la novedad que viene del Norte, ya no es la fiesta de los colegios de clase media, sino que se ha desplegado como una celebración urbana de la que participan amplios sectores populares y que inevitablemente penetrará en el mundo rural andino. Probablemente es parte del marketing de los nuevos centros en que se despliega la vida social: los malls. Sin embargo, es evidente la existencia de una disposición para combinar guaguas de pan, colada morada y Halloween. Sincretismo.

El sincretismo es la caldera en que se fragua el mestizaje, un mestizaje ligado a la globalización, al que podríamos denominar «globestizaje».

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Guaguas de pan, colada morada y Halloween
 
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