
Friedman, uno de los ideólogos más emblemáticos de la Escuela de Chicago, fundadora del neoliberalismo, escribió un artículo, en 1972, a favor de la legalización de las drogas. Sus argumentos, basados en una lógica austera, hacían énfasis en que todas las cruzadas en contra de las drogas habían fracasado porque no suprimían el consumo y principalmente porque conferían más poder a los traficantes. “La prohibición es un remedio ya utilizado que hace peor las cosas, tanto para el adicto como para el resto de nosotros.”
Casi medio siglo después Ecuador enfrenta una escalada de violencia sin precedentes. Cárceles colapsadas, en manos de carteles; aumento exponencial de sicariato y pusilanimidad por parte de un estado frágil, sin liderazgo y creatividad para enfrentar a bandas de narcos que están mejor organizadas que cualquier ejército. Las palabras de Friedman tienen más valor ahora porque los países latinoamericanos que han decidido realizar cruzadas contra las drogas han terminado peor, hablo de México y Colombia. ¿Queremos el mismo destino para Ecuador?, ¿hemos aprendido algo de la historia de nuestros vecinos?, ¿no nos hemos planteado que negociar con los carteles resultaría más práctico y sería menos doloroso para nuestra población que enfrentar a un enemigo invisible?
“El dinero de la droga y el blanqueo no sólo ha rubricado alianzas cada vez más estrechas entre organizaciones terroristas y criminales, sino que representa asimismo una conexión aún más compleja y global y quizá incluso más peligrosa: el vínculo con una corrupción que se sitúa en todos los niveles y que, por ello, resulta de las más esquivas.” La reflexión de Roberto Saviano, tiene mucho que ver con lo que sucede en Ecuador donde el tinglado narcotráfico, lavado de dinero y evasión fiscal es demasiado real. Además, la coyuntura política después de Pandora Papers, no favorece al actual mandatario quién es apuntado por la prensa internacional como un presidente que realiza negocios turbios.
Puede parecer paradójico, pero Correa tuvo una lectura más pragmática respecto a este problema de las drogas. De una u otra forma, subrepticiamente, dejó que estos carteles sigan traficando, una especie de laissez faire, laissez passer
Ningún discurso patibulario de Lasso ni de sus ministros va a frenar al narcotráfico, que tiene estrategias de inteligencia mucho más avezadas y sincrónicas que las del ejército y la policía. Declararle la guerra a un enemigo invisible y ubicuo va a generar más reacciones violentas por parte de los carteles que ya se han tomado cárceles y que con absoluta libertad disparan a ciudadanos inocentes. Asesinar niños y atletas olímpicos es la forma en la que los carteles exhiben su poder y le dicen al gobierno: “con nosotros no se metan”.
En fin, presidente Lasso, juegue otras fichas, dialogue con narcos, llegue a acuerdos puntuales y no se involucre en una guerra que no es nuestra porque Estados Unidos es el mayor consumidor de droga y el más interesado en acabar con los carteles latinoamericanos. Ofrezca opciones, canjee armas por escuelas, entregue tierras a potenciales sicarios, no demonice el consumo, asúmalo como un hecho histórico innegable que no se soluciona a balazos. Recuerde que la principal forma de violencia es la estructural: racismo, clasismo, machismo, aporofobia. Genere oportunidades laborales, invierta más en salud y educación, no suba los precios de los combustibles, olvídese de las cámaras de producción y comercio. Asuma una lectura más geopolítica de este fenómeno socioeconómico: esta guerra no es nuestra. No caiga en el facilismo de crear un enemigo interno y de militarizar nuestras ciudades. Nadie quiere que Guayaquil sea la próxima Sinaloa.
Puede parecer paradójico, pero Correa tuvo una lectura más pragmática respecto a este problema. De una u otra forma, subrepticiamente, dejó que estos carteles sigan traficando, una especie de laissez faire, laissez passer. Eliminó bases militares, nada de radares y practicó un juego de poder barroco pero eficaz porque la cantidad de asesinatos por año en su gobierno era menor. En 2011 existieron 9 asesinatos en las cárceles ecuatorianos, ahora llegamos a 300. Ni que hablar de lo que sucede en nuestras ciudades, en 2016 tuvimos 950 asesinatos y en lo que va del año llegamos a 1900. Milton Friedman, insistió en que a pesar de que existían razones éticas para el prohibicionismo, lo real es que no eran una respuesta inteligente para solucionar el tráfico de drogas.
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