
Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez, en monstruo.
Friedrich Nietzsche
Hay un relato brutal, inconcluso, infinito que nos identifica como especie: nuestra capacidad autodestructiva. La guerra de Ucrania ratifica esa vocación del ser humano a repetir errores, a volverlos a cometer con la misma euforia y agonía, trazando rutas de gloria mientras son asesinados millones de inocentes. La tercera guerra mundial está en ciernes, hay una dosis de cuerda floja diaria transmitida por apocalípticos heraldos disfrazados de corporaciones mediáticas.
Zelenski, Putin, Biden... Todos esgrimen dogmas, y razones disfrazadas de democracia, patriotismo y justicia. Lo real, un hambre infinita por repartirse el mundo creando nuevas antípodas y fobias.
Biden y OTAN han posicionado en occidente un discurso rusófobo, el monstruo es Putin, hay que detenerlo cueste lo que cueste, en juego está la libertad y democracia del mundo. Claro que EE. UU y Europa no son paradigmas de autodeterminación de los pueblos. Estados Unidos, es la nación que más invasiones sangrientas ha realizado en las últimas décadas, invasiones brutales en nombre de diferentes cruzadas civilizatorias. Por otro lado, Putin, el paladín del mundo multipolar obliga a jóvenes que no tienen ningún interés por morir en una guerra absurda a enlistarse en el ejército. Putin y Zelenski se apoyan en discursos de identidad nacional excluyente que justifica el exterminio del otro. Terrible.
Los medios de comunicación siguen guiones predecibles demonizando a uno de los dos bandos, no hay matices sólo dicotomía total. ¿Qué diablos pasa? Los medios occidentales dan cuenta de los bombardeos de Rusia sobre población civil ucraniana, pero relativizan la brutalidad de ataques con misiles a población rusa en Donbas por parte de Ucrania. Naufragamos en un océano de posverdades que justifican lo injustificable: el asesinato de población civil indefensa.
Es indudable que están en juego intereses económicos: aumento de precios de la energía, desindustrialización en Europa y reindustrialización en Estados Unidos. Por otro lado, Rusia apuesta a la ferocidad del invierno para debilitar más a Europa y negociar en mejores condiciones con la OTAN.
Existe una recesión progresiva de la economía europea, el PIB en Alemania caería para 2023 al 7,9%. Ya existen voces de grandes empresarios como la del francés Nicolas Warren, presidente de UNIDEN, quien declaró que no se puede poner de rodillas la economía europea por salvar a Ucrania. En fin, mientras las grandes corporaciones europeas se trasladan a Estados Unidos y el rublo se revalúa, la oleada de misiles sobre población ucraniana y rusa continúa.
Hay que detener la unipolaridad del mundo, buscando un mundo multipolar que respete la otredad y no sólo hable de genocidio cuando se trate de Ucrania sino también cuando se trate de Irak, Afganistán, Libia, Palestina, Yemen
Como diría Amin Maalouf en Identidades asesinas, “cuando asignamos a una comunidad el papel de cordero y a otra el de lobo, lo que estamos haciendo, aun sin saberlo, es conceder por anticipado la impunidad a los crímenes de una de las partes”. El grave error de Estados Unidos y de la OTAN fue demonizar desde el inicio a Putin y victimizar a Zelenski, quien aparece en los Pandora Papers. Ambos líderes estan asesinando en nombre de sus respectivas identidades a gente inocente.
Entrar en un discurso rusófobo termina siendo un reduccionismo burdo del conflicto. Prohibieron a tenistas rusos participar en Wimbledon, ése es el nivel de estupidez de la cruzada occidental en contra de los bárbaros rusos. Los mass media simplemente han repetido el sonsonete de que Putin es el problema y de que hay que armar al demócrata Zelenski. Qué forma más extraña de pacificar el mundo que reactivando la industria armamentista. Ayer fueron los judíos el problema, hoy son los rusos, no aprendemos nada. Sartre dijo alguna vez: “si los judíos no existieran, los antisemitas igual los inventarían”.
Sí, Putin invadió Ucrania, pero Ucrania tiene un presidente que prohíbe en Donbas hablar en ruso e ilegaliza al Partido Socialista por considerarlo prorruso. Ambos son dos fanáticos impresentables, pero los mediadores, incluyendo ONU, no son ninguna garantía de paz. Las dos potencias mundiales fortalecen sus economías a costa de la vida de miles de seres inocentes, la guerra como industria de la muerte gana una vez más la partida.
Hay que detener la unipolaridad del mundo, buscando un mundo multipolar que respete la otredad y no sólo hable de genocidio cuando se trate de Ucrania sino también cuando se trate de Irak, Afganistán, Libia, Palestina, Yemen. Lamentablemente un mundo incluyente sin identidades asesinas sigue siendo quimérico en una especie marcada por binarismos excluyentes y cuyo ethos no es la convivencia sino la catástrofe.
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