
Atentados con explosivos enviados a periodistas, balaceras entre bandas criminales con muertes violentas, la fuga de una exministra sentenciada por corrupción, la instalación de un eventual juicio legislativo en contra del presidente. Todos estos hechos, aunque por separado, abonan al caos y a la crisis institucional, apuntando a una sola dirección: la perpetración de un golpe de estado.
Para Edward Luttwak, conocido autor sobre estrategia política y militar, y relaciones internacionales, en Coup d'État: A Practical Handbook (1968) escribió una gran verdad: “Un rayo cae antes de que su ruido se escuche en los cielos” o, dicho de otra forma: un golpe de Estado se perpetra antes de que sepa que fue un golpe de Estado. ¿Cómo evitar la instalación del caos en el Ecuador?
Luttwak define al golpe estado como el método por el cual se toma violentamente el poder sin la intervención directa de protestas populares, sino que fue conseguido por causa de mecanismo usados solo en un combate armado, como la infiltración, desconociendo la legitimidad del poder constituido y atentando al régimen democrático pactado socialmente en una Constitución. En otros términos, citando a Lenin en una expresión de octubre de 1917, para los perpetradores es una máxima que los bolcheviques no tengan que esperar al Congreso de los Soviets, sino que “deben tomar el poder inmediatamente”.
En 1958, Francia era un país donde el diálogo entre el gobierno y la gente se había derrumbado temporalmente y que las demandas étnicas decoloniales definieron considerablemente el devenir de la Historia global. Francia es un buen ejemplo porque había inequidades, pobreza, escándalos políticos y la sociedad desmoronaba su cohesión.
Luttwak explica que Francia estaba al borde de la Guerra Civil debido a las tensiones entre un gobierno desunido y dislocado frente a los grupos de ultraconservadores pro-colonos de Argelia que exigían la represión directa a los movimientos independentistas argelinos. Al mismo tiempo el estado se enfrentaba a un grave desequilibrio financiero heredado antes de que estallara el golpe de estado al primer ministro Pierre Pflimlin. Charles De Gaulle, un general y estadista francés que dirigió la resistencia contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y que presidió el Gobierno Provisional de la República Francesa de 1944 a 1946 se hizo nuevamente cargo del poder el 1 de junio de 1958. Así en esa circunstancia excepcional consiguió plenitud de poderes y creó la V República en el referéndum del mismo año masivamente aprobado. El año siguiente, de Gaulle se convirtió en presidente, derrotando con el 78% al comunista Georges Marrand que obtuvo solo el 13%, y al independiente André Chatelet con el 9%. Esta fue la única elección presidencial en Francia realizada por un cuerpo electoral de unas 80.000 personas, incluidos diputados, consejeros generales y otros funcionarios de alto nivel.
Aprovechando el impulso que recibió, abogó por la creación de un movimiento (que no quería que lo llamaran partidista) en torno a su personaje, la Unión por una Nueva República (UNR) y así creó la ideología del gaullismo.
Este período se caracterizó por una fuerte oposición a Estados Unidos al reafirmar la soberanía francesa, que tomaría la forma de una retirada de las estructuras militares consolidadas de la OTAN, a las que volvería Francia solo 2009 bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy.
Se le atribuye a De Gaulle haber dicho “no hay que tomar el poder, basta con recogerlo”. El objetivo era claro: tensar la cuerda hasta que su presencia se hiciera indispensable.
Los gaullistas, que no tenían el control de los movimientos independentistas étnicos, estaban muy bien informados sobre la complejidad y la desconfianza de estas demandas. En tales condiciones, dice Luttwak, la mayoría de las personas son políticamente pasivas, y su relación con el líder político es un camino de una sola vía. La autoridad política les habla, les sermonea y despierta esperanzas o temores, pero nunca escucha; la burocracia los intimida, puede quitarles a sus hijos para servir en el ejército, y puede obligarlos a trabajar para abrir caminos.
A principios de 1958, la publicación de la escandalosa autobiografía de Henri Alleg provocó una ola de ira en Francia. Alleg narra la tortura que soportó en la Argelia francesa por parte de las tropas francesas durante la Guerra de Independencia de Argelia. El gobierno francés ordenó inmediatamente la censura y prohibió la venta, pero el desprestigio se había extendido; Francia, la cuna de los derechos humanos, era acusada de torturar a sus propios ciudadanos. Tras el bombardeó Sakete Sidi Youssef en Túnez, Félix Gaillard dimitió el 15 de abril luego de una moción de censura votada por una coalición opositora.
Era una situación de grave crisis institucional con implicaciones de orden internacional. Francia sostenía casi tres años y medio de la guerra con Argel, y ahora sin gobierno y en total descontrol, comenzaron a correr rumores de conspiración y presuntos golpes de Estado. En ese punto se produjeron las sucesivas transiciones del poder hasta que De Gaulle se hizo cargo de la administración, puso en orden el estado y gobernó constitucionalmente desde el 8 de enero de 1959 hasta el 28 de abril de 1969.
Luttwak argumentó que el poder estatal no podía adquirirse si la fuente principal de ese poder político estaba protegida por instituciones y sociedades republicanas. Por ejemplo, la revolución húngara de 1956 tuvo éxito porque la Unión Soviética tomó el control de todas las herramientas tradicionales del poder: el ejército, la policía, los medios de comunicación, las instituciones sociales, que eran pilares imposibles de lograr por la fuerza y en las calles. Aunque se produjeron protestas espontáneas, violentas y de masas en toda Hungría después de la crítica al estalinismo planteada por Kruchov, en este país la revolución sólo fue posible de instalar por la ruptura institucional, el caos institucional y la invasión de Budapest del Ejército Rojo el 4 de noviembre de 1956.
Con estos esclarecedores argumentos ofrecidos por el libro de Luttwak ¿Qué se necesitó para el ascenso político de De Gaulle? La respuesta corta es el caos institucional. Y de forma extensiva ¿Qué se necesita en cualquier país para perpetrar un golpe de estado? Caos, descrédito, infiltración, organización y desmoralización. Con un cóctel que mezcla atentados terroristas, balaceras, muertes violentas, ataques internacionales, conspiraciones domésticas, habrá un solo resultado en el Ecuador de hoy: un golpe de Estado y para detenerlo hay que abrir los ojos.
Desde que Rafael Correa heredó el poder a Lenín Moreno hubo sucesivos intentos de derrocarlo, intentos que se dilatan a Guillermo Lasso. En todas estas ocasiones el libreto era el mismo: agitar las calles, licuar las instituciones, instalar el caos, sembrar el resentimiento entre ecuatorianos, e infiltrar a los órganos de seguridad y a los medios de comunicación, para convocar a una constituyente que encargara el poder. Rafael Correa ha sido claro en el pasado: hay que encargar el poder a Jaime Nebot.
La oposición legislativa no quiere interpelar al presidente, quiere la muerte cruzada. Podrá ser constitucional, pero instigar al juicio político en circunstancias de anarquía y confusión buzoneada en cada errática petición es una maniobra desleal. Con una disolución anticipada de los poderes representativos y un presidente gobernando por decreto será más fácil encender las calles, instalar el caos e infiltrar el estado. Será más fácil recoger el poder en lugar de tomarlo.
¿Hay un De Gaulle en esta historia? Sí, y no es Correa como él cree. Es Nebot.
@ghidalgoandrade
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