
Existen dos acontecimientos literarios importantes en Ecuador: la Feria Internacional del Libro de Guayaquil y los premios Joaquín Gallegos Lara y Darío Guevara Mayorga que anualmente otorga el Municipio de Quito.
La FIL de Guayaquil es la fiesta del libro y de la literatura en Ecuador. El año anterior J. M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura del 2003, fue la estrella invitada. Un verdadero acontecimiento. Este año la Feria contará con la presencia del prolífico cubano Leonardo Padura —autor de la afamada novela El hombre que amaba a los perros—, siete escritores internacionales y 45 nacionales.
¿Cómo ha conseguido esto la FIL de Guayaquil? Las respuestas apuntan en varias direcciones. La primera: un equipo muy competente, dirigido por Cecilia Ansaldo, está a cargo de la FIL de Guayaquil. Cecilia no es solo una destacada intelectual, académica y conocedora a fondo del mundo literario, sino una gestora cultural de primer nivel. Fue animadora de La Casa del Ático, aquella iniciativa que marcó la vida literaria y artística del puerto durante muchos años y fundadora del taller literario Estación Libro Abierto.
Una segunda respuesta es que la Feria ha logrado una alianza público-privada que vela por la calidad del evento, permite su organización y proporciona apoyo. Esto ha dado una gran autonomía a la organización de la feria que, con mucha anticipación, invita a los autores y a las casas editoriales.
Una tercera respuesta es la autonomía frente al poder público y, ante todo, frente al Ministerio de Cultura. La Feria es un evento de homenaje al libro, los lectores, los escritores, los ilustradores, las casas editoriales y las librerías, una fiesta en el que participan todos los actores de ese heterogéneo, dinámico y complejo mundo del libro y la literatura. La FIL de Guadalajara, la más importante del mundo de habla hispana —con un millón de visitantes y que el año pasado cumplió 30 años— es organizada por la Universidad de Guadalajara.
Equipo de gestión de primera calidad, alianza público-privada y autonomía: la receta funciona y la FIL de Guayaquil va viento en popa.
En Quito nunca se ha entendido esto y se ha subordinado la Feria a la chata visión política de los ministros de cultura de turno y a la miopía del Municipio, que nada ha hecho por defender la Feria del Libro como iniciativa de la ciudad. El resultado es una feria que año a año va de mal en peor. La improvisación se ha convertido en su modus operandi y el maltrato a lectores, escritores, editores, libreros y demás, en la norma. En un acto de justicia, la FIL de Quito debería suspenderse un par de años a fin de evaluarla, repensarla y darle la importancia que se merece. Hoy por hoy, festejemos la Feria Internacional del Libro de Guayaquil.
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