PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
El petróleo ¿es una bendición o una maldición? Si bien el Ecuador pasó de ser un país atrasado a uno de progreso mediano, gracias a la explotación petrolera, cayó en una dependencia que no le ha permitido desarrollar otras alternativas. Una, sin duda novedosa, fue la que planteó el gobierno de Rafael Correa en 2007. Su ministro de petróleo, Alberto Acosta, fue partidario de dejar el petróleo bajo tierra.
El plan fracasó porque no obtuvo el apoyo requerido para constituir un fondo de 3.600 millones de dólares, para compensar a Ecuador por preservar sus reservas intactas. Así se inició la expansión de la extracción en el bloque 43.
El presidente Lasso declaró hace un año que frente al abandono de los combustibles fósiles el Ecuador debería extraer “hasta la última gota de provecho de nuestro petróleo para que llegue al servicio de los más pobres”. En los 50 años de explotación petrolera, el Ecuador no ha podido conseguir ese resultado. Nada garantiza que ahora sí lo vaya a lograr.
La situación ambiental global en este momento es dramática. La Agencia Internacional de Energía recomienda desistir de los nuevos proyectos para evitar un “escenario catastrófico de cambio climático”.
La hipótesis de que la explotación petrolera podía coexistir con un “bosque silvestre y su biota” no pudo sostenerse en la práctica. De ahí que se prevé un “completo desastre” si se da paso a los nuevos proyectos de extracción en el bloque 43. Ello es una amenaza también para los pueblos no contactados, como los tagaeri y los taromenane.
Una nota publicada en el New York Times, sobre Ecuador, asevera que los beneficios económicos “apenas han llegado a las comunidades que viven cerca de los yacimientos petroleros”. Al respecto, el levantamiento indígena de junio incurrió en una contradicción. A la vez que sus dirigentes exigían que el presidente Lasso desistiera de redoblar la producción de petróleo, insistieron en que se mantuviera el subsidio a los precios de los combustibles, lo cual implica un alto perjuicio ambiental para la selva amazónica y una pesada carga fiscal, estimada en 819 millones de dólares en el primer semestre de 2023. Con estos recursos, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas “se podrían construir cuatro hospitales iguales al de Los Ceibos de Guayaquil”.
La necesidad de encontrar otro tipo de economía no se resuelve calentando las calles. El tema es demasiado complejo para que se lo dirima con algazaras. De ahí la importancia que tiene la próxima elección del nuevo coordinador o coordinadora de Pachakutik que determinará la línea política que debe seguir. Las 500 autoridades de elección popular, muchas de ellas indígenas, comparten una responsabilidad gubernamental, en la perspectiva de atender las demandas y necesidades de sus bases. Las pugnas en la cúpula de la Conaie y Pachakutik las han postergado.
En la nota citada del NYT se da cuenta de una de las importantes ideas que los entendidos plantean: “los canjes de deuda por naturaleza”. Esto no se logra con gritos, quema de llantas, ni obstrucción de vías. Se requiere de estudios serios con sustento técnico. Cifrar la unidad de Pachakutik y de la Conaie en los paros y movilizaciones revela una debilidad organizativa y política.
El NYT valora el gran acuerdo que el Ecuador está considerando para que los bancos renegocien una parte considerable de su deuda a cambio de inversión en una nueva reserva marina en la costa de las islas Galápagos.
Pensar en otro tipo de economía es algo que concierne, no sólo al gobierno actual sino al conjunto de la sociedad: sectores productivos, empresariales, academia, sectores laborales, partidos políticos. Y, por cierto, a asambleístas, alcaldes, prefectos, concejales y vocales de juntas parroquiales.
Es necesario convocar a un gran debate que no se vea contaminado por afanes desestabilizadores, que no solo le afectan al gobierno central, sino al conjunto de autoridades seccionales, muchas de ellas, reitero, de las filas de Pachakutik.
Correa tampoco pudo sacar adelante su alternativa y ello le llevó a negociar con China créditos pagados con petróleo. En 50 años los gobiernos que se sucedieron vivieron de la explotación petrolera. En torno a ella, sin embargo, se erigió un poder económico que desembocó en la conformación de estructuras burocráticas que sepultaron el proyecto desarrollista de las Fuerzas Armadas.
Si hoy desistimos de la explotación petrolera, hay que proponer alternativas reales al extractivismo; no planteamientos retóricos ni demagógicos que solo alimenten los afanes golpistas de los conspiradores agazapados en una representación parlamentaria que ha perdido toda legitimidad.
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